jueves, 28 de mayo de 2009

Jubilación



Esta vez la música sólo me empujó a escribir. La letra no tiene nada que ver con la entrada, pero el ritmo, los acordes, removieron algo que llevo tiempo deseando escribir...
Sé que me lees en la sombra, en el anonimato de tu cuarto, con la radio siempre pegada a tí, o quién sabe, quizás la apagues para escuchar la música del blog. En este caso deberías hacerlo. Porque esta vez, la entrada es tuya.

Para quien no lo sepa aún en estos lares blogueros, mi padre es profesor de E.G.B, o de E.S.O, o de yo que sé como se llama, aunque a él siempre le ha gustado que le digan que él es "maestroescuela", así, todo junto. Este año, después de más de treinta años lidiando con unas cuantas generaciones de nosotros, te jubilas a tus todavía no cumplidos sesenta tiernos añitos.

Yo creo que la tuya es la profesión más bonita del mundo. Enseñar. Enseñar a niños. A personas que todavía no han degustado los sin sabores de la vida en todas sus facetas, las agrias y amargas, las dulces o saladas. Enseñar lo que sabes para que los demás puedan abrirse paso al mundo que les espera...

La vida me llevó por otros derroteros, otras inquietudes, y aunque tú te maravilles de que yo construya puentes, autovías o ferrocarriles, a mí me sigue llenando de orgullo que mi padre haya dedicado su vida a enseñar. Aún recuerdo aquellos dos años en los que pude disfrutar de tí en aquellas clases de historia, cuando sólo tenía once años, y los niños se arremolinaban a tu alrededor preguntando cosas y de repente te levantabas entre la multitud y con aquel estruendoso "sileeeeeeeeeeencio, voy a empezar a poner ceros ahora mismo...", los niños salían corriendo en estampida a sus pupitres mientras cogías tu libreta mágica donde apuntabas aquellas falsas amenazas de negativos y ceros. Con los años me he ido dando cuenta que en tus clases los niños no sólo aprendían, sino que también reían. Con los años, me he ido encontrando con antiguos compañeros que aún hoy en día, veinte años más tarde, me siguen preguntando por tí.

Cuando tenga tu edad y esté cercano el final de mi vida laboral tendré largas listas de proyectos y obras realizadas, habré servido a la sociedad en la medida de mis posibilidades, habré aportado mi granito de arena para que la vida sea un poco más fácil para algunos. Pero si cuando sea mayor la gente me sigue recordando como te recuerdan a tí tus alumnos aunque hayan pasado décadas sin verlos, sólo entonces estaré orgulloso de lo que he hecho.

Feliz jubilación, papá. Gracias por ser un maestro, en tu escuela y en nuestra vida.

lunes, 25 de mayo de 2009

Sueño de una noche de verano



Instrucciones para esta entrada: quitar la música de la barra lateral y escuchar la canción de arriba. Si no, se pierden la mitad de los sentimientos...

Fue una noche de verano.

Por aquel entonces habían minado lentamente mi autoestima y mi moral, de forma que mi alma, siempre entusiasta y optimista, había quedado recluida paulatinamente en algún oscuro rincón olvidado, temerosa del futuro. Mis ilusiones, siempre vivas y alegres, siempre renovadas cada día con la fuerza del amanecer, languidecían sin remedio en el abismo de la incomprensión.

Dejé de creer en muchas cosas. Dejé de creer en compartir, en la unión de las almas, en los abrazos de los cuerpos, en los besos que duran siempre, en la complicidad de la luna y el sol, en la belleza de lo oculto, en las ilusiones que se sueñan despiertas. Y lo peor de todo, por un mísero instante, dejé de creer en mí.

Recuerdo nítidamente aquella noche, con la ciudad semi desierta a la suerte de un calor asfixiante, en aquella terraza de bar donde hablamos de todo y nada a la vez, donde la luz del día fue dejando paso a la noche y ambos fueron testigos de que dos almas alegres con tristes heridas se miraban de lejos, expectantes, o quizás ilusionadas.

Fue una noche de verano cualquiera que mi alma se asomó desde su jaula lúgubre y desolada, buscando el origen de esa luz que se vislumbraba lejos, muy lejos. Te conocí poco antes, pero fue aquella noche de verano, cuando vi tu sonrisa acabar con las tinieblas, que empecé a creer de nuevo.

El orden quiere sujetar al azar, someterlo a unas leyes predecibles en contra de su naturaleza. El caos lo deja libre correr por el tiempo, instrumento de sus fechorías, a veces para bien y otras para mal. Aquel día, el azar quiso que nos encontráramos en el momento preciso, ni antes, ni después. Desde entonces, desde esa noche de verano en la que el azar me regaló tu sonrisa, también creo en el caos.





sábado, 23 de mayo de 2009

Rey

El Rey observaba al bufón desde su prominente trono. Éste hacía equilibrios imposibles que siempre terminaban en algun cómica situación. Cómica para los cortesanos que le rodeaban y que se mofaban de él, ignorantes de sus propios defectos. El Rey se encontraba hastiado de la sempiterna monotonía del día a día. Cada mañana, desde temprano, tenía que soportar las falsas adulaciones, las inexpresivas reverencias, los pomposos y rimbombantes anuncios y las conversaciones insustanciales. Cada mañana el tedio se sumaba al de días anteriores. Y mirando a los cortesanos que se burlaban del pobre bufón, tomó una decisión.
Con un leve ademán despidió a la lastimosa figura que tendida en el suelo soportaba estoicamente el desprecio de sus congéneres. Al día siguiente, frente a toda la turba pendiente de sus palabras, ordenó buscar al bufón al que trajeron en volandas con su arlequinada vestimenta, sucia y harapienta, y su mirada asustada por la premura con el que el rey había requerido su presencia.
El rey se levantó majestuosamente. Su esbelta figura, aderezada con fastuosos ropajes y coronada por el robusto símbolo de oro y diamantes que representaba su autoridad terrenal, contrastaba vívamente con la temblorosa y encorvada estampa de un bufón que temía por su inminente destino. Los súbditos contemplaban la escena, expectantes.
-Mi querido pueblo- tronó la voz del rey sobre la muchedumbre-estoy cansado. Cansado de halagos vacíos, del transcurrir de los días sin otro aliciente que veros pelear por mis favores, cansado de este enjambre de falsedad que me rodea. Quiero ir a ver mundo, a recorrer mis tierras, a contemplar la vida cara a cara lejos de estas paredes grisáceas y este suelo frío e impersonal. Este bufón-y cogió al desgarbado personaje de su izquierda, sentándolo en el trono real- será vuestro Príncipe Regente.
El rey abandonó su corona a los pies del sorprendido bufón y salió del salón, sonriendo dentro de sí, con las atónitas miradas de los cortesanos clavadas en él. Lentamente, como movidos por una inercia superior, una vez el rey se perdió de su campo de visión, los necios volvieron la vista hacia el hasta entonces diana de sus mofas. Ya no parecía triste y miedoso
El Rey Bufón ordenó que trajeran su almohada empapada de lágrimas y les mostró lo que el ser humano es capaz de hacer con sus semejantes.
El Rey Bufón miró por la ventana y notó que el sol brillaba de forma diferente...

martes, 19 de mayo de 2009

Bufón

Mientras sus ojos nerviosos barrían la sala en busca de algún signo de aprobación, gesticulaba sin parar ante la expectación de los presentes, ansiosos de ser testigos de una nueva pirueta con resultado impredecible. Sus cascabeles, crueles representantes de su condición de bufón, tintineaban sin cesar tras cada movimiento de cualquiera de sus extremidades, torpes y desproporcionadas. Un traspiés acabó con su nariz ganchuda en el marmóreo suelo y sus juguetes malabares abandonaron el cíclico movimiento al que se veían sometidos, cayendo de forma estrepitosa sobre su esquelético cuerpo. Una coreografía de risas y aplausos, de mofas y burlas, resonaron con fuerza en el amplio salón del castillo, al tiempo que el rey, cansado, despidió al bufón con un ademán de desprecio. Siempre sonriendo, como si de esa forma pudiera borrar la amargura de sus ojos, el bufón recogió sus cosas y salió con la cabeza gacha, mientras los espectadores señalaban su figura, jorobada y deforme.
Encerrado en su exiguo y sombrío aposento, el bufón se lamentó de que gente tan vacía pudiera llenar su alma de tristeza infinita. Y al caer la noche, soñó sobre su almohada, de lágrimas empapada, con un mundo en el que la vida no sonreía a los necios...

sábado, 16 de mayo de 2009

Eterna partida (II).Peón.


Se sintió sólo en medio del tablero.
Frente a él, un impresionante ejército negro había quedado reducido tanto como el blanco. Tras de él sentía el aliento de los suyos. Flanqueándole, la nada, el vacío, los huecos dejados por sus compañeros caídos en la batalla. Se sintió pequeño, muy pequeño en aquella llanura cuadriculada que ya olía a muerte y desolación.
Una figura relinchante y oscura le miraba de forma amenazadora, tan sólo disuadido en su afán de aniquilarle por el picudo y nacarado alfil que en su diagonal le protegía con su vida.
Desde la retaguardia, surgió el eclipse. Una inmensa mole negra como un abismo sin fondo se colocó frente a él y lo miró fijamente. Su cuerpo adoquinado y sus movimientos rectilíneos, su cabeza coronada por las impresionantes almenas y su esbelta y robusta figura le infundieron el temor que le faltaba para ponerse a temblar ante la amenaza de una muerte cierta.
Pero de repente, sintió una ola de luz que se acercaba tras de sí. Las figuras negras frente a él alzaron la vista ante la majestuosa presencia que se colocó a su lado y que le envolvió en su manto de protección, desafiando al tablero entero con un rugido amenazador. Embelesado, miró hacia arriba con esperanza y devoción.
-Vamos, mi valiente peón, tenemos que llegar al final de sus líneas y vengar a nuestros compañeros.
Un fuego en su interior le recordó a sus amigos caídos en la batalla. Y desapareció el ejercito negro ante sus ojos; sólo existía un pasillo que le llevaba al final de la cuadrícula, jaula de su existencia. Mientras avanzaba, sentía como sus compañeros caían a ambos lados en un intento desesperado por protegerle, por llevarle escoltado hacia su destino, que también era la esperanza de todos. A lo lejos vió a su Reina caer mientras le lanzaba un guiño de complicidad...
Y llegó al final del tablero, sintió como su pequeño cuerpo de peón se expandía de regocijo y clamaba sed de venganza. Un fulgor inmenso explotó dentro de él y observó, esta vez desde su posición elevada, que el ejército negro temblaba ante él.
Todo el mundo, por pequeño que sea, puede hacer algo grande.
El temeroso pero aguerrido peón era ahora la nueva Reina Blanca.

jueves, 14 de mayo de 2009

Seis añitos

Mañana cumples seis añitos.
Aún recuerdo aquella fría mañana de principios de enero del año 2004, cuando fuimos David y yo al Refugio de animales. Aún recuerdo cuando te ví, agazapado en una esquina inaccesible, temblando, mirando con desconfianza mientras tus congéneres brincaban y corrían a nuestro alrededor, deseando participar en juegos a los que tú ya habías renunciado con tan sólo ocho meses de vida. Mirabas la algarabía de lejos con melancólica tristeza, asumiendo ya desde temprana edad que tu destino te había golpeado y abandonado demasiado pronto, que habías conocido el lado oscuro del género humano cuando tan solo empezabas a descubrir el mundo.
Fue como si el resto del mundo se parara, como si mi corazón se encogiera de dolor al ver un rostro tan joven y tan triste a la vez. Diez segundos eternos se congelaron en mi memoria para siempre, tu mirada y la mía, cruzándose en medio de una jauría perruna y una polvareda invisible para nosotros dos. Esquivaste la mirada, tímido, queriendo pasar desapercibido para no volver al infierno de las palizas y la incomprensión.
Te tuvieron que traer en brazos hasta mí para conocerte, temblando de miedo. Me avergoncé de la raza humana, y hubiera querido que la justicia en la vida fuera un simple ojo por ojo, donde aquellos que te hicieron sufrir sintieran en sus carnes eternamente todo el dolor que te habían "regalado".
Y luego, en mi interior, decidí darles las gracias, porque quizás gracias a esos ocho meses de mal vivir ahora yo podía regalarte una vida entera de cariño y dedicación.
Las primeras semanas fueron difíciles. Tu mirada quería mostrar agradecimiento pero no sabías si detrás de mis caricias tarde o temprano se escondería una paliza. Esta foto es muy especial para mí, porque por fin conseguí que jugaras con aquella roída pelota de tenis. Por fin te veía alejarte de la sombra de la tristeza y disfrutar de algo tan simple como correr tras una pelota que luego me traías con satisfacción y entusiasmo.
Desde entonces han pasado más de cinco años. Te has mudado conmigo allá donde el trabajo me ha llamado, pasando de tu patio a la estrechez de un piso de alquiler sin rechistar, para luego volver a casa de nuevo y ampliar la familia con hermanos gatunos, otro hermano perruno, y una mamá humana que no hizo sino multiplicar el cariño que recibías.
Hoy te llevo al veterinario porque tienes una enfermedad en los ojos que seguramente tenga fácil solución. Pero ver esa fina capa gris en ellos mientras seguías mirándome con devoción ha vuelto a encogerme el corazón como en aquella fría mañana de enero en el que esos diez segundos nos pertenecieron. Hoy he sentido agradecimiento, amor, cariño y devoción en una mirada perdida, aún a pesar de los picores y molestias que debes estar sufriendo.
Soy yo el que te da las gracias a tí, mi querido amigo. Por acompañarme estos cinco años y lo que nos quede juntos, por confiar en mí, por abrir mi mente intentando averiguar de que forma ves tú el mundo, intentando saber qué mecanismo genético te hace disfrutar de esa fidelidad y bondad que tan bien haría al género humano. Gracias por regalarme tu tiempo y tu vida, porque me ha ayudado a ser mejor persona.
Muchos no entenderán este amor por un animal. No es sólo amor. Es admiración y fascinación, porque nosotros, los humanos, que tanto nos vanagloriamos de ser la raza superior, aún tenemos mucho que aprender de ellos. En su simpleza encontraríamos muchas claves para mejorar nuestra complejidad

martes, 12 de mayo de 2009

Eterna partida

V. alzó la mirada hacia M., que sonreía de satisfacción
-Es jaque mate- observó apesadumbrado V.
-Lo sé, -respondió M. de forma jactosa- pero me gusta ver como te esfuerzas en buscar una salida.
V., resignado, volcó su marfileño Rey Blanco sobre el tablero de cuadros nácar y azabache, mientras un sonido hueco acompañaba al movimiento en su agónico final.
- No sé cómo no te cansas de perder siempre- se regocijó M.
-Tu objetivo es ganar-replicó V.- El mío simplemente es jugar, porque entre el inicio y el final, las piezas se divierten.
M. observó a V. entre incrédulo y extrañado. Le costaba entender esa filosofía.
Iniciaron una nueva partida. Muerte siempre acababa, pero Vida siempre empezaba de nuevo.


domingo, 10 de mayo de 2009

Camino

Ayer vímos "Camino".
No entraré a debatir la existencia de Dios, lo dejaré para una tórrida tarde de verano con las neuronas reblandecidas y la garganta seca. Pero me gustaría saber más sobre nuestra existencia. La humana, claro, que es la que sabemos que existe seguro.
¿Ha creado el hombre a Dios para no estar sólo? ¿Es fruto ineludible de nuestra evolución, una necesidad imperiosa de buscar algo más evolucionado porque creemos que ya nosotros somos el culmen de la evolución? ¿Necesita el hombre a Dios?
Para algunas personas este pensamiento es ya de por sí una blasfemia, una herejía y en otros tiempos ya debería estar oliendo a chamusquina bajo mis pies y rezar por mi alma. Para alguien que dice "Recemos a Dios por la enfermedad de nuestra hija, porque de esta forma se acerca a Él", mientras su hija agoniza postrada en un lecho de dolor, evidentemente, el hombre necesita a Dios.
Yo sólo digo que si Dios existe, espero que no necesite a personas como ésta, porque si es así, no quiero pertenecer a su lista de "elegidos".
También digo que si Dios existe, no sea como lo pintan aquí la mayoría porque me sentiría muy muy decepcionado.
Es más fácil rezar y encomendarse a lo desconocido que asumir nuestra existencia efímera y luchar por hacerla lo más intensa posible.
Es más fácil apelar a una justicia divina que vivir decidiendo continuamente y equivocarnos a veces.
Es más fácil ponerse unas estrictas normas sin sentido en la vida y cumplirlas, que correr a campo abierto, es más fácil que nos marquemos un camino aunque estrecho, que perdernos en la inmensidad del bosque.
No contéis conmigo. No me gustan las estrecheces, no me gustan los caminos señalados sin saber el porqué, no me gusta agradecer mis victorias o encomendar mis errores sobre un ente superior para que todo lo arregle.
No contéis conmigo para engordar vuestra mentira

miércoles, 6 de mayo de 2009

El Relato Viajero. Capítulo 3.

A propuesta de la siempre inquieta Angie, nos hemos lanzado a escribir este blogorelato. Los Capítulos anteriores a éste son:

-Capítulo 1.Escrito por Angie

-Capítulo 2. Escrito por El Titanic tambié se hundió.

Ante todo darle las gracias a Angie por la iniciativa y por permitir que destroce su historia jajaja. En fin, espero que os guste aunque ya os adelanto que quizás el giro es algo inesperado...puede que no a todo el mundo le guste, ¡ se aceptan críticas!

CAPÍTULO 3


Se sintió algo desubicada subiendo por aquella oxidada escalera metálica con sus zapatos de tacón y su vestido largo. No era lo que esperaba, y sonrió hacia adentro, acordándose de cuántas veces había añorado la sensación de lo imprevisto y el sabor de lo impredecible.
La planta superior era diáfana. La ausencia de ventanas y el techo cercano le conferían un aspecto asfixiante tan sólo aliviado por la presencia de una puerta al final de la estancia y la pobre iluminación de una bombilla desnuda que limitaba su brillo a un reducido perímetro bajo ella.
En ese perímetro, en ese pequeño reducto de claridad en medio de la oscuridad reinante, bañado tenuemente por la luz mortecina, estaba Erik.
-¿Erik?- preguntó Elsa mientras se sentía terriblemente tonta con su vestido de gala y su maquillaje superfluo que contrastaban con la vestimenta informal de él.
-Hola Elsa- su voz sonó grave y preocupada- Siento traerte a un sitio tan lúgubre, pero era necesario.
-¿Necesario? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?- El castillo de naipes que conformaba sus ilusiones se tambaleaba peligrosamente mecido por una huracanada sensación de vértigo.
-Tranquila, he de contarte algo. Y ha de ser rápido, pero necesito que confíes en mí y que me escuches hasta el final. He de advertirte que una vez lo escuches no podrás echarte atrás. El conocimiento de lo que voy a decirte te pondrá en peligro a ti también, aunque en cierta forma ya lo estás. Si no quieres correr el riesgo, debes marcharte ahora mismo y no volveremos a vernos.
Se sintió mareada. Miles de preguntas se agolparon en su mente, enredadas entre sí y ávidas por salir de su boca muda sin conseguirlo. No podía marcharse ahora. Se propuso hace tiempo que podría arrepentirse de lo que hacía pero jamás lamentarse de lo que dejaba de hacer.
-Me quedo- intentó que su voz no sonara trémula y desconfiada pero no lo logró. El espacio que aún les separaba a ambos parecía un abismo insondable, una distancia fría e impersonal, lejos de la cálida cercanía de las pasadas semanas.
-Bien, pero primero, he de hacer una pequeña demostración para que veas que nada de lo que voy a contarte es posible dentro de tu lógica, necesito que tu mente se abra a nuevas posibilidades. No te asustes.
Y diciendo esto, Erik desapareció del círculo iluminado. Se esfumó. Y antes de poder abrir la boca con gesto de sorpresa, Erik apareció a su lado. No había pasado ni un segundo. Ni siquiera podía asegurar que no estuviera allí antes de desaparecer frente a ella. Todo había sucedido en el mismo eterno segundo. No conseguía articular palabra, sus grandes ojos negros estaban aún fijos en el cono de luz donde hacía un instante estaba la figura de Erik, y se resistía a volverse para mirarlo, ahora junto a ella, temerosa de despertar de esta aparente irrealidad.
-Elsa, no tengas miedo. Acabo de transgredir todas las leyes de un Observador Temporal al mostrarte esto y ahora saben donde estoy, tenemos que irnos de aquí.
-¿Un qué? ¿Irnos adonde? ¿Que ha sido eso…cómo…cómo te has movido tan rápido?
-Tranquila Elsa. Olvida las leyes físicas por un momento, al menos las leyes que conoces. No pertenezco a tu mundo. Es decir, sí pertenezco, pero no ahora, sino dentro de varios siglos. Soy un Observador Temporal. En el futuro, la Historia será una ciencia exacta, los viajes al pasado nos otorgaron la capacidad de observar con nuestros propios ojos la verdad de los hechos históricos para aprender de ellos. Lo que acabo de hacer no es más que una traslación atemporal entre dos puntos muy cercanos. Al fin y al cabo, la teletransportación, como vosotros lo llamáis, no es más que el viaje en el tiempo entre dos instantes muy cercanos. En realidad, estaba a tu lado una millonésima de segundo antes de desaparecer.
Elsa sentía que su mundo se desmoronaba, que todo se tornaba espesamente irreal, como aquellos sueños profundos de los que cuesta trabajo despertar. Viajes en el tiempo, teletransportación…¿qué tenía que ver todo esto con ella, siempre tan aferrada a la realidad, al mundo que le rodeaba?
-Pero…-logró articular las palabras sin que sonaran extrañas para ella misma- ¿por qué me cuentas esto? ¿Quién te persigue? ¿Eres un criminal o algo así? Perdona pero no puedo asimilar todo esto en un momento…
-Lo sé Elsa. Me persiguen los VT, Vigilantes Temporales. Ellos cuidan de que los Observadores no interfiramos en el curso de la historia. Eso implica no interferir prácticamente en nada. La secuencia temporal es una delicada hebra sujeta a la Teoría del Caos: una variación minúscula de cualquier variable puede desencadenar un fatal desenlace en el futuro. El hecho de que te haya contado esto podría causar que el mundo al que pertenezco ya no existiera y que haya sido sustituido por otra realidad alternativa. Generalmente los cambios son pequeños y se ahogan en el tiempo. Es como colocar un junco en un río; las aguas lo rodean y el flujo se desordena en una pequeña área, pero luego se va amoldando de nuevo al flujo general. Sin embargo pudiera ocurrir que hechos que nos parecen aislados, estuvieran conectados entre sí y provocaran una reacción en cadena de continuos cambios.
- ¿Vi…vigilantes temporales? ¿Y que van a hacernos? ¿Qué tengo que ver en todo esto?
-Los Vigilantes Temporales han de borrar el rastro para minimizar los cambios producidos. El rastro ahora sólo somos tú y yo. En cuanto a tu presencia aquí... he de decirte que mi aparición en tu vida no es casual… Vengo de observar la Historia dentro de un año. Te vi por casualidad, en un hospital. Habías entrado en un estado depresivo del que no podías salir. Perdona, hablo en pasado y en realidad es futuro, aunque mis cálculos me dicen que ya he borrado ese futuro. Ingerirás una dosis de pastillas que te llevará directamente a la UVI, de donde no saldrás. Rastreé tu pasado, averiguando las causas que te llevaron a ese estado, y entonces cometí mi segundo delito…
-¿Cuál?- preguntó nerviosa Elsa, mientras afuera se escuchaban el rechinar de unos neumáticos en una agónica frenada.
-¿Aún no lo sabes?- sonrió cautivadoramente Erik mientras la cogía de la mano para comenzar a correr hacia la puerta del fondo- Me he enamorado de una chica de un Tiempo que no me pertenece…"


El Capítulo 4 le corresponderá a Druida de Noche. Amigo mío, siento el marrón que te he dejado jajaja.

Un saludo a todos, espero que os haya gustado.
Actualizaciones del Relato:
Capítulo 4: Druida de Noche
Capítulo 5: Happy Eyes
Capítulo 6: Albino

martes, 5 de mayo de 2009

Quinta dimensión

Abrió los ojos. Y se sintió pesado y torpe.
Lentamente logró sentarse en la cama y observar alrededor. Su cuarto era igual que hacía quince minutos. Las pequeñas siestas veraniegas tras la comida te dejaban esa sensación, como si el calor de la tarde te hubiera aplastado contra el suelo en un asfixiante abrazo. El ventilador continuaba su eterno movimiento en semicírculo, regalando puñados de aire en pequeñas ráfagas discontinuas a la vez que rítmicas. El ambiente parecía enrarecido, espeso, diferente, hasta irreal. Lentamente avanzó hacia la puerta del cuarto; de fondo tan sólo se escuchaba la televisión en su monólogo constante, unos ronquidos en franca competencia con dicho monólogo y el discurrir del agua de un grifo.
Aún aturdido por la sensación de sopor, se asomó a la puerta de la cocina. Madre estaba fregando los platos. La saludó. Ni siquiera giró la cabeza, siguió enfrascada en su metódica tarea. Se encogió de hombros y se dirigió al salón. Padre dormitaba en el sofá, ajeno al parlotear del presentador y seguramente al universo entero. Su hermana, sentada frente al televisor, preparaba el mando a distancia para cortar de raíz la aburrida conversación unidireccional, en busca de otras quizás igual de aburridas. La llamó, pero no recibió respuesta. Empezaba a cabrearse, ¿Qué ocurría en esta familia? Insistió de nuevo. No hubo respuesta. Agitó los brazos frente a ella, pero era como si estuviera viendo a través de él.Enfadado, se dirigió a su cuarto de nuevo. En el pasillo se cruzó con su hermano, que ni tan siquiera la miró a los ojos. ¿También él?
Al cruzar la puerta del cuarto se frenó en seco. No podía ser.
En su cama, tumbado de lado, estaba él. Él mismo. Durmiendo. La lógica actuaba lentamente, atrapada por la sensación de irrealidad que le embargaba. Se acercó cuidadosamente, se observó. Era como mirarse en el espejo mientras duermes. Veía su propia respiración, pesada y cansina, su postura, su boca entreabierta…
Alargó el brazo hacia su propia cara, hacia aquella figura gemela. Justo cuando iba a tocarse, sintió una oleada de energía, un salir a la superficie cuando llevas tiempo buceando, y de un salto se incorporó en la cama con el corazón bombeando insistentemente. Miró a su alrededor y no vio nada, sólo su cuarto, tal y como estaba en ese extraño sueño.
Salió al pasillo, y miró a ambos lados: en el salón, su padre dormitaba en la misma postura que recordaba, su hermana seguía con el mando a distancia preparado, el mismo programa en la televisión. En la cocina, su madre terminaba de fregar.
Sólo se escuchaban los ronquidos, el grifo y el televisor…
La misma luz, las mismas posiciones…
Cerró los ojos. Y se sintió ligero y ágil.

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