miércoles, 30 de diciembre de 2009

Fin de Ciclo


Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha recurrido a los ciclos para desechar aquello en lo que cree que se ha equivocado, intentando ignorar que nuestras acciones son un “suma y sigue” del que no podemos desprendernos. Creemos que el día 31 de Diciembre de cada año cierra un ciclo y nos aferramos a él limpiando la suciedad acumulada del año y esperando empezar de cero. Este año 2009 nos deja muy claro el concepto de aldea global. En primer lugar, la consabida crisis económica, que no ha golpeado a todos por igual, pero nos ha mostrado lo débiles que somos ante situaciones que escapan a nuestro control. Y nos ha recordado que formamos parte de una maquinaria imparable que recorta nuestras libertades y mueve los hilos de nuestro día a día. Si existe un Dios, seguro que se asombra de nuestras continuas e interminables peleas en su nombre, que en realidad ocultan la lucha por otro dios mucho más poderoso que él y que nos aterroriza cada día con nuevas caras en las bolsas mercantiles de todo el mundo.
La gripe A es otro ejemplo de globalización y de debilidad de nuestra sociedad. Cada vez ronda más en mi cabeza el concepto de Gaia y en que llegará un momento en que ésta restablecerá el equilibrio biológico que nos empeñamos en romper. Y con este pensamiento llegamos a Copenhague, al eterno retorno de los líderes mundiales hablando del mundo que todos queremos sin escucharnos primero. Palabras vacías, promesas que no valen nada, acuerdos de mínimos en forma de tiritas para un enfermo que se desangra por todos lados y que precisa una operación urgente y no especulaciones sobre su futuro.
Ha sido un año de cifras para olvidar; la de las cifras del paro, las de las ayudas a los bancos, las de los contagiados de gripe A, la de los conflictos armados sin resolver. También ha sido un año de cifras para el recuerdo; las de las lágrimas de los fans de Michael Jakson, las de los años de sabiduría acumulada de Francisco Ayala, las de las películas de Jose Luis López Vázquez, las de las retransmisiones de Andrés Montes, las de los versos de Mario Benedetti, las de las lecciones de Lévi—Strauss.

Y una cifra quizás infinita; la cantidad de humanidad que deja tras de sí Vicente Ferrer.
Me quedo con esta última cifra. La mejor de todas para volver a empezar.



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miércoles, 23 de diciembre de 2009

A la sombra de mi sombra


Hace años escuché esta canción, homenaje de Extremoduro y Platero y tu a Manolo Chinato, poeta de los puros, de los que no escriben para rellenar hojas vacías sino como necesidad urgente para expresar aquello que le remueve las entrañas. Me conmovió especialmente, porque en esta sociedad consumista y desagradecida, solemos mirar hacia el otro lado para no ver aquello que no queremos, aquello que remuerde nuestra conciencia hasta lo más hondo y nos asusta porque sabemos que no estamos haciendo las cosas bien. Y para redondear nuestra hipocresía, lavamos nuestras conciencias con acciones puntuales, una moneda en Navidad, como quien dice. Las imágenes y las cifras en los telediarios pasan ante nuestros ojos sin inmutarnos apenas. Se asume la pobreza, la miseria, la injusticia, la hipocresía de forma directamente proporcional a la distancia que nos separa del lugar de la noticia. Las realidades que nos presentan son tan diferentes a nuestra vida diaria que nos parece más ficción que realidad.

Lo normal en estas fechas es que el blog se adorne de alegría y buenos deseos. Pero paseo por las calles y veo los escaparates repletos de sombreros de ala ancha, y siento que nos ahogamos en una vorágine consumista, que nos perdemos por una ancha calle iluminada y recta cuando quizás el verdadero camino sea una senda oscura y tortuosa. Las calles están llenas de gente, pero yo sigo viendo muchos huecos, enormes vacíos entre cada persona. Quizás tengan la culpa los sombreros de ala ancha, que topan unos con otros donde todos queremos pasar a la vez.

No me excluyo entre los que llevan sombrero. Intento ser coherente con mis principios. No siempre lo consigo.

Desde la Torre queremos desearos Felices Fiestas y que regaléis mucho amor y compañía a los que os quieren. Ese regalo no cuesta dinero y da mas luz que cualquier escaparate.





domingo, 13 de diciembre de 2009

Noches de invierno

Casi todo el mundo habla maravillas de las noches de verano, de ese oscuro frescor que llega tras el caluroso día que quema la tierra y abrasa el aire. Pero a mi me gustan mucho las noches de invierno y aunque es en verano cuando nos asomamos a ver estrellas fugaces y planetas cercanos, a mi me parecen las estrellas mas brillantes en invierno, queriendo combatir al frío que nos asola. El frío me estimula y sin embargo el calor me aletarga. El ambiente me parece más puro, más respirable. La luna se protege de un halo de colores pálidos y nos advierte que esa noche helará; y a mí me encanta esa diminuta capa de hielo que se forma en los cristales de los coches y que he de derretir cada mañana. No se rinde el hielo, vuelve a intentarlo una y otra vez, persistente, tozudo y tenaz.
Es curioso. Hace años las noches de verano eran mis preferidas, quizás asociadas a las vacaciones que ahora se ven tan estrechadas que desde el principio se divisa el fin...Con el tiempo he cambiado en muchas cosas, quizás más de lo que yo creía.
Y una de ellas es que, ahora, me gustan las noches de invierno.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Concierto de Fito

El fin de semana pasado el Caos se fue de concierto. Un concierto con un telonero de excepción, porque La Cabra Mecánica hizo un barrido de lujo por sus letras de aspecto cómico bajo las que subyacen verdades como puños, unas verdades que suenan mejor si es con la voz desgarrada del "Lichis".
Fito ha sabido entender desde el principio que un concierto es algo más que un listado de canciones por cantar. Los juegos de luces, imágenes y efectos especiales, la complicidad con sus compañeros de escenario y la forma de arengar al público siempre entregado, son una muestra de que un concierto empieza por la base, que son las letras y acordes que a todos los que nos gusta su música nos entusiasman; pero jugar con la música, el ambiente, los colores, los instrumentos y las imágenes es lograr que la música te envuelva, te capture y te eleve hasta hacer creer que se encuentra dentro de tí. Correr por el escenario para llenar de espítiru un espacio tan grande con un cuerpo tan pequeño es algo que se le da muy bien. Y su público se lo agradecemos. Sabe que un artista no es nadie sin su público, muchos se quedan solos en la cumbre. Y por eso recuerda una y otra vez que él es un pequeño hombre de Bilbao para el que la música es su vida, y compartirla con los demás, es un regalo, no una obligación.
Ocho mil personas vibramos el sábado con un repertorio que no olvidaba a ninguno de sus discos, incluso tuvo tiempo de cantar alguna viaja canción de Platero y Tu y de cantar a dúo con Lichis, expresándole su admiración y respeto.
Y es que no es más grande aquel que mira a los demás por encima del hombro, sino el que hace a los demás sentirse grandes.
Grande, Fito.






martes, 1 de diciembre de 2009

El tsunami de la información

Titular de un periódico: "La mirada del asesino de una niña de tres años"
En ocasiones he hablado de la mareante velocidad a la que se mueve el mundo actual, la sociedad que nos rodea. Todo es inmediato y el presente ha visto reducido su imperio a una franja difícilmente mensurable.
El caso del chico de Tenerife vilipendiado y machacado por los medios de comunicación es un claro ejemplo de ello. Una cadena de errores de diversos colectivos ha llevado a prejuzgar atropelladamente a un joven inocente (porque todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario, aunque últimamente me parece una frase hecha más que una realidad palpable) hasta hacer caer sobre él toda la rabia de la sociedad enfervorecida.
No es el primer caso ni será el último. Estamos ávidos de chivos expiatorios y necesitamos cargar sobre alguien el peso de la culpa de tener una sociedad que se nos escapa de las manos. Nos crispamos tanto al ver asesinatos, violaciones, maltratos que cuando tenemos una figura clara sobre la que arrojar nuestra ira nos lanzamos sobre ella con la furia contenida de todas las injusticias cuyo eco aún resuena en nuestro interior.
Un médico da la voz de alarma y se activa el proceso. En lo que dura un parpadeo este chico ha pasado a ser presa del deseo de la sociedad, del deseo de lapidarlo sin tan siquiera pensar en la presunción de inocencia. La gente de a pie tenemos nuestra parte de culpa, por creernos a pies juntillas lo que los medios de comunicación, cada vez más veloces en detrimento de la calidad de la información, nos enchufan por radio, televisión, prensa escrita e internet. Y es que hoy en día la competencia es feroz y no importa tanto el contenido de la noticia sino el titular, porque es el titular con lo que la gente se queda en este presente continuo que vivimos, y un titular más espectacular sustituirá a otro menos impactante.
Seguramente pocas personas de los que han salido enarbolando la bandera de la justicia saldrán a dar un paso adelante a reconocer su equivocación. El periodista echará la culpa a la policía, la policía al informe médico y el médico a los "indicios". Y ahora que la ola se ha convertido en tsunami, mucha gente negará que ha intentado subirse a la misma para hacerse notar. Cuando la ola ya es demasiado grande y va a romper de forma estrepitosa, todo el mundo se ha bajado de la cresta. Y se irán alejando lentamente del lugar del suceso, todos nos rasgaremos las vestiduras por haber juzgado prematuramente a este hombre y finalmente todo se olvidará.
Pero él no. No creo que él pueda olvidar lo fácil que es destrozarle la vida a una persona.
Mañana te puede pasar a tí.

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