lunes, 31 de mayo de 2010

Donde viven las mariposas

Es recomendable leer primero Donde mueren las mariposas.

Disparé. Y en ese momento rompí el hilo que me conectaba con mi realidad, aquella que yo había alterado con mi presencia, en la que ya no tenía un futuro donde ansiaba volver atrás para arreglar todo lo que la vida me había robado. En esa nueva realidad ya no tenía a nadie a quien salvar y por lo tanto nunca volví hacia atrás en el tiempo, a deshacer lo que nadie había hecho, porque yo ya lo había cambiado. Me encuentro atrapado en un sempiterno bucle donde no existe el tiempo, o existe pero no transcurre, y aquello que no fluye es como si no viviera. Existo pero no existo. Es ahora la ausencia de dolor lo que carcome mi ser. Es la ausencia de todo, la presencia de nada…
Mi imagen distorsionada por el viaje temporal apareció en todos los holodiarios. Era el asesino del espacio-tiempo. Cambié el futuro de la humanidad, nunca sabré si a mejor o peor, al menos nunca lo sabré en aquel presente que yo había bombardeado con un simple disparo. Yo estaba allí, junto a ella. Mi yo futuro la había salvado, mientras mi yo presente asistía boquiabierto a mi propia imagen empuñando el arma que disparó sobre aquel tipo. Huí de puro terror, alejándome de aquel fantasma del futuro que condenaba mi pasado, incapaz de comprender la visión paradójica que se había grabado a fuego en mi mente…
Ella, con lágrimas en los ojos, no comprendió jamás porqué en un futuro me convertiría en un asesino. Yo tampoco lo entendí. Y en esa realidad ahora tan lejana, día a día ella se alejó tanto de mí como en la vida que yo había intentado cambiar. Era una ausencia tan vacía como la muerte, la misma angustia contra mi ser, la misma rabia incontenible que siempre me acompañó en la otra realidad…
Un segundo después de escuchar la detonación supe que el destino me tenía preparada su venganza. Quizás antes de apretar el gatillo algo en mi interior me decía que alterar el orden natural de las cosas podría desencadenar un caótico huracán tan impredecible como cierto. La imagen de su sonrisa congelada para siempre en mi retina me cegó de tal forma que ninguna otra luz pudo alumbrar mi camino. Quise negar la evidencia. Quise ser dueño y señor de la cuarta dimensión, romper la barrera del tiempo adentrarme en senderos desconocidos para el hombre, jugar a ser un dios menor que no soporta el dolor de la ausencia…y ahora pago cara mi condena en esta cárcel atemporal que me niega mi recompensa y oscurece mi alma…
Ni siquiera pude acariciarla, mirarla, besarla una vez más. Acaso esa caricia hubiera sido una cura balsámica que paliara mi dolor, esa mirada un recuerdo imborrable que me acompañara en mi cautiverio, y ese beso un cálido aliento que amortiguara el gélido frío de los barrotes que aprisionaron mi alma… Y sin embargo, la vi alejarse, y ahora esa imagen tortura mi mente. Porque antes me la arrebataron, pero ahora yo mismo soy el causante de mi desgracia.
Y ahora, atrapado en el intervalo de lo eterno, prisionero en un infierno atemporal que el hombre jamás alcanzaría a imaginar, donde no puedo volver a mi realidad porque no existe, veo todas las realidades posibles desde un plano superior, sin poder tocarlas, sin poder llorar ni reír, tan sólo sintiendo cómo se desangra por siempre mi alma, y comprendo que el destino, sin estar escrito, tiene nudos que no puedes deshacer…

martes, 25 de mayo de 2010

Nunca más.

Decidí dejarle terminar aquel tema de conversación. Ya no era un diálogo, ni siquiera una discusión, más bien un monólogo soez y sin sentido, una palabrería incansable aderezada con insultos y gesticulaciones exageradas. Su aliento enrarecido y apestoso me hizo temer lo peor. Cuando bebía, se convertía en aquel monstruo horrible que siempre vuelve por más que yo quiera cerrar los ojos y no ver la realidad. Ya nada le calma. Mi silencio le exaspera y él grita aún mas fuerte. No soy capaz de articular palabra, su ira se alimenta del miedo que expresan mis ojos, suplicantes, temerosos, rendidos ante la fuerza de lo incomprensible..."No grites tanto, por favor, vas a despertar a ...". La frase murió en mis labios sin llegar a nacer, abortada violentamente con un bofetón que sonó como las puertas del infierno al cerrarse tras de mí. Volví a mirarle a la cara justo para recibir el impacto de su enorme puño en mi ojo izquierdo. Una cortina roja cálida y viscosa se dejó resbalar desde mi ceja para enturbiarme la visión e inundar mi boca en un sabor férreo. Era yo, que me consumía. Levanté mis ojos empañados en lágrimas y sangre para suplicar, y la imagen de mi hija en la puerta, llorando y gritando a su padre que no pegara a mamá se pegó a mis recuerdos para siempre. Todo ocurrió a cámara lenta. Aquel monstruo al que tanto había querido, que tantas promesas me había susurrado en las noches de antaño, que tanto besó mis labios que ahora se empeña en romper una y otra vez, aquella bestia inhumana que se escudaba en su mala suerte y al que el alcohol había transformado poco a poco hasta convertirlo en una sombra de lo que fué, levantó su brazo y golpeó a mi hija, a nuestra hija. Golpeó a cinco años de felicidad absoluta, a aquel ángel que me conectaba al mundo real cuando yo creía estar atrapada en un calvario continuo. Y entonces comprendí que me había engañado a mí misma, que nada cambiaría, que todo iría a peor, que aquel demonio disfrazado de hombre siempre había sido así y yo llevaba un velo de engaño en la mirada. Volvió a levantar el brazo para descargar su ira contra aquel ser inocente que era sangre de su sangre, que era el fruto de lo que un día yo creí amor. Y la mirada aterrada de ella hizo explotar mi interior en un estallido apocalíptico. Me fragmenté en porciones asimétricas de ira, rabia y desesperación. Sentí el nacer de un nuevo día, el amanecer de una nueva era y con la visión borrosa y las fuerzas al límite agarré aquel atizador de la chimenea y descargué mi dolor un un solo golpe mientras sonaban en mi cabeza todas aquellas voces amigas que siempre me habían querido ayudar cuando era ciega de corazón y sorda a la razón...
Abracé a mi hija, que lloraba. Algún vecino había llamado a la policía. No sé cuanto tiempo había pasado cuando llegaron, pero allí seguía yo, besándola y prometiéndole una vida mejor mientras nos rodeaba la sangre de aquel que decía quererme mientras me mataba día a día.

sábado, 15 de mayo de 2010

Sucedió en París (III)

Happy Eyes y Angie iniciaron un relato que gira en torno a la moda. Algo muy lejano a la Torre del Caos. Supongo que por eso las malditas encontraron divertido meterme en el embrollo de una trama que discurre entre vestidos de Channel, restaurantes prohibitivamente caros y persecuciones por las calles parisinas. El resultado es esta tercera y última parte, que me ha salido algo extensa para poder amoldarla a algo medianamente caótico. Me ha costado mucho trabajo pero me ha servido para recordar nuestro viaje a París. Espero que os guste y que no defraude a las autoras de los dos primeros capítulos, que os dejo aquí:


Sucedió en París I, escrito por Happy Eyes
Sucedió en París II, escrito por Angie


III PARTE

-Alex? Oú est Florian?
- Nos han perseguido unos tipos de negro. Florián está intentando despistarlos, me ha dicho que tú me ayudarías hasta que pudiéramos ponernos en contacto con él.
- Oui, oui. Ehhh, donde te encuentras ahora?-preguntó Eugéne en un perfecto castellano
-No lo sé. Es un mercado de frutas y verduras. Hay una gran avenida cerca…
-Humm, debe ser el mercado situado entre la Rue de Seine y la Rue de Buci…Bien, dirígete a esa avenida que es el Boulevard de Saint Germain, pregunta por Notre-Dame y dirígete hacia allí. Nos veremos en el arco principal en 20 minutos.
-Pero…

Alex se quedó a media frase, interrumpida por el intermitente sonido que le indicaba que no había comunicación al otro lado. Respiró profundamente y se puso en pie. Pensó que caminar con el maletín de Channel no era muy buena idea, así que compró un bolso a modo de mochila en una tienda cercana y ocultó el cuaderno de bocetos al fondo al tiempo que depositaba el maletín y su bolso de Gucci en un contenedor cercano con todo el dolor de su alma.
Sin parar a deleitarse con los antiguos cafés que flanqueaban la Avenida de Sant Germain, Alex se dirigió hacia la Isla de la Cité. Recordó haber leído que al llegar los romanos a Paris en el año 55 a.C, ésta no era más que una pequeña aldea de pescadores descendientes de la tribu celta de los parisii, situada en esta isla del Sena. Alex siguió caminando por la Rue de la Cité, atravesando el Petit Pont y observando con deleite como la impresionante mole de Notre-Dame se recortaba a su izquierda contra el cielo de la ciudad. Situada bajo el arco principal, sintió envidia de las legendarias gárgolas que se asomaban en las esquinas de las torres, testigos eternos de la historia de la ciudad, vigilantes incansables de las luchas del pasado, de la historia del Hombre de amor y odio enmarcada en la ciudad de la luz.
Alex se sumergió por completo en el ambiente histórico que la envolvía, imaginando a Esmeralda abriéndose paso entre la muchedumbre para saciar la sed de un incomprendido Quasimodo y casi sintió el dolor de éste al abrazar más tarde el cuerpo yermo de su amada, perseguida y ajusticiada por poseer un corazón bondadoso que no entendía de lo externo y lo visible, y si de la grandeza del interior del ser humano. Casi creyó ver a Victor Hugo antes de que tocaran su hombro, haciéndola volver bruscamente a tiempos menos románticos y más frenéticos.
- Alex, perdona si te he asustado. Soy Eugène.
Eugène era un tipo alto y fornido, de mediana edad y pelo tupido entrado en canas. Su mirada penetrante y la firmeza de su mano sobre el hombro hicieron sentir incómoda a Alex en un primer instante, pero la sonrisa tranquilizadora de aquel parisino le relajaron al instante.
- No te preocupes, estoy un poco sobrepasada por las circunstancias y me sobresalto con facilidad- explicó Alex
- Lo entiendo, quizás sea mejor que paseemos tranquilamente mientras buscamos un sitio para tomar un café bien caliente
- No me vendría nada mal.
- Cojamos el metro, conozco un lugar tranquilo

Se dejó guiar por Eugène y entraron en la estación de Metro de Hôtel de Ville, dejando tras de sí el Pont Notre Dame y adentrándose en la densa red de metro parisina, recorrida por vagones cercanos a la jubilación. Salieron en medio de una inmensa muchedumbre que desfilaba presurosa sin aparente rumbo fijo. Atardecía en París. A lo lejos, el Arco del Triunfo se erguía imponente sobre la fila de enormes árboles que delimitaban el espacio entre peatón y automóvil. Al otro lado, pequeño como una aguja desde donde estaban pero seguramente imponente visto desde cerca, se alzaba el Obelisco de Luxor, colocado en la Plaza de la Concordia en un intento por borrar el derramamiento de sangre de la que fue testigo esta plaza durante la Revolución Francesa, cuando la guillotina sesgaba vidas a un ritmo frenético, hasta acabar incluso con la de su inventor.
Se dirigieron hacia un edificio con forma circular rodeado de árboles y fuentes ornamentales. Un curioso café en medio de los Campos Elíseos. Alex no sabía si estaba viviendo una pesadilla o un sueño. Siempre había soñado con conocer París de forma relajada y perderse entre sus calles, degustando el aroma de la vida parisina y dejándose llevar por la música, el ambiente, o la historia. Y sin embargo recorría la esencia de la ciudad a golpe de carrera, sin saber muy bien su destino.
Se sentaron en una pequeña mesa junto a una enorme vidriera. Alex se disculpó y se dirigió al toilet, con el ánimo de acicalarse un poco y recomponer al menos su exterior, ya que su interior estaba sometido al caos más absoluto. Al entrar en el servicio, sonó un mensaje en su móvil.
“ Alex, soy Florian. Eugéne está muerto. No confíes en nadie, reúnete conmigo en el Sacré-Coeur, en el barrio de Montmarte. Te espero en la puerta principal a las 20:30.”
Alex sintió desfallecer. ¿Quién era entonces el misterioso hombre que se hacía pasar por Eugène? ¿Qué pretendía? ¿Como podía haber sido tan ingenua?
Se asomó discretamente y lo observó fijamente. No parecía un matón, ni un pistolero, sino más bien un hombre de negocios al que le gusta cuidar su imagen. Supo que tenía que tomar una decisión así que pensó rapidamente y salió de su improvisado escondrijo:
-¿Mejor?-preguntó el ahora misterioso desconocido
-Mucho mejor-respondió Alex sin mirarle a los ojos-Creo que sería mejor que nos demos prisa. Florián me dijo que me esperaría al anochecer en la entrada del Louvre cuando lograra contactar contigo.
- Terminemos el café entonces y vayamos hasta allí, no queda lejos pero hay mucha gente en la calle.
Mientras caminaban hacia la Plaza de la Concordia, camino de Les Tuileries, Alex pensaba a toda velocidad como escabullirse sin ser vista. Había recordado el mapa de París que tenía en su cabeza y sabía que antes de llegar al Louvre tendría que girar a la izquierda buscando las calles que llevaban hasta el Moulin Rouge o hacia Pical para acceder a la falda de Montmartre. El falso Eugéne la guiaba presuroso en medio del gentío. Iba delante de ella pero no se atrevía a escabullirse, por ahora ella tenía ventaja y no quería desperdiciarla dando un paso en falso.
Cuando atravesaron Les Tuileries y atisbaron al fondo la pirámide acristalada que señalaba la entrada del Louvre, su corazón se aceleró; el campo abierto disgregaba a la muchedumbre y sus posibilidades de escapar sin ser vista se reducían. Tenía que hacer algo y rápido. De repente. Un destello cruzó su mente despejando la oscuridad un instante, y se aferró a esos segundos de lucidez. Aquel tipo no sabía que ella tenía el libro de bocetos que Florián le había entregado. Cuando habló con él, en medio de la confusión, no mencionó la agenda, ni el maletín y de hecho ni tan siquiera le había preguntado por él. Así que el falso Eugéne buscaba a Florián porque estaba convencido que él tenía aquel maldito libro de bocetos…Y seguro que estaría encantado de encontrarlo él primero…
Alex cayó al suelo sin pensarlo un instante con un quejido lastimero. El impostor se volvió al instante y la agarró por el brazo.
-¿Alex? ¿Qué te ocurre?
-Lo siento Eugéne, creo que me he mareado, son demasiadas emociones en un día, estoy muy nerviosa y siento que me fallan las fuerzas.
- Sentémonos un rato…

-No, si Florián llega y no nos ve pensará que ha ocurrido algo y se marchará. Mejor ve tú, yo esperaré sentada en este banco. No te preocupes, si me encuentro peor, tengo tu número de móvil, ¿recuerdas?- dijo Alex forzando una sonrisa lo mejor que pudo.
Eugéne dudó unos segundos que a Alex le parecieron eternos y durante los cuales sintió el peso del mundo sobre sus hombros. Su corazón pareció contraerse, negándose a seguir bombeando al ritmo frenético de las últimas horas…
- De acuerdo, no te muevas, vendremos enseguida a por ti.
Alex vio alejarse al fornido individuo entre el gentío y supo que el momento había llegado. No quería dar un paso en falso. Esperó sentada en uno de los bancos verdes que rodeaban la inmensa fuente circular del Jardín des Tuileries, mientras se quitaba los incómodos zapatos y rompía el tacón con un golpe seco contra el metal del banco. Florían le pagaría ésta. Cuando perdió de vista la figura del impostor, reaccionó como si hubiese sonado el disparo de salida de una final olímpica. Salió de los inmensos jardines y atravesó varias calles hasta llegar a una plaza con un inmenso edificio frente a ella. “Place de L´Opera”, rezaba en una de las esquinas. Frenó su carrera, sacó su arrugado plano de París del fondo de su nuevo bolso y se situó. No tenía sentido correr a ciegas por una ciudad desconocida. Decidió seguir recto dejando a la derecha los almacenes Lafayyete y seguir la Rue Blanche hasta encontrar la Rue Pigalle. Afortunadamente tenía el Sagrado Corazón marcado en el mapa como visita imprescindible y no fue difícil establecer una ruta desde donde estaba.
Caminó con la respiración entrecortada. Al cruzar la Rue Pigalle pudo ver a lo lejos, el rojo resplandor del Moulin Rouge coronado por sus aspas iluminadas, vestigio de la Belle Epoque de finales del siglo XIX. Al llegar a Pigalle, un universo de neón la abrazó de forma asfixiante. Letreros fulgurantes inundaban la avenida del barrio rojo de París. Se adentró en las serpenteantes callejuelas atravesadas por escaleras empinadas y regadas por una luz ambarina que contrastaba con el océano fluorescente de la avenida que lamía la falda de Montmartre. La enorme cúpula de la Basílica emergió de entre la nada para reavivar su esperanza. Apenas se fijó que a sus espaldas, la ciudad bañaba con su luz el horizonte visible mientras ella subía casi sin aliento la última escalinata hasta la fachada principal. Detrás de una de las recias columnas una sombra emergió de la nada para frenar en seco su ascenso y dejarla sin respiración…
- Alex, eres un encanto, sabía que podía contar contigo.
- Florián, por favor, dime qué es todo esto. Creo que voy a volverme loca. No pue…

- Shhhht- respondió Florián tapando con el índice sus labios-. Pasemos dentro, están a punto de cerrar y podremos hablar a solas.
El interior de la basílica parecía aislarte del ajetreado mundo exterior. Una enorme cúpula sostenida por arcos simétricos engrandecía la estancia débilmente iluminada, y huérfana de visitantes. Florián se sentó en uno de los bancos de madera y al mirar a Alex palideció un instante.
- ¿Dónde está el maletín que te di? ¡No me digas que te han encontrado!
- Florián, no creerás que iba a pasearme con una mochila que medio París parece estar buscando. La dejé en un contenedor y guardé en este bolso el libro de bocetos que me dejaste- respondió casi divertida Alex, sacando el cuaderno del bolso y entregándoselo
Florián cogió el libro aliviado y lo sostuvo entre sus manos, pensativo. Alex lo observó detenidamente. Recordó aquellas noches de risas por las calles de Madrid, las cervezas en la calle huertas, los paseos por el Retiro, las escapadas a Aranjuez, a Toledo, a Segovia…Lo echaba de menos. Lo echaba mucho de menos. Sacudió su mente de aquellos recuerdos que ella creía ocultos tras la niebla del pasado, y se sentó junto a Florián:
- Debe valer una fortuna el cuaderno con todos esos bocetos originales de Channel no? ¿Porqué los tienes tú?
Florián salió de su ensimismamiento y parpadeó ligeramente. Miró fijamente a Alex como si no supiera qué hacía allí, y esbozó una sonrisa:
- Lo siento Alex. No he tenido tiempo de explicarte nada. Claro, no caí en la cuenta que tú reconocerías un boceto de Channel a kilómetros de distancia. Efectivamente, puede valer una fortuna. Pero no lo buscan por eso. Este cuaderno es mucho más que un libro de bocetos. Acércame una de esas velas.
Alex, intrigada, cogió una vela cercana y se la acercó a Florián. Éste, para sorpresa de ella, la puso bajo el cuaderno y extendió una hoja de forma que la vela alumbraba la hoja desde abajo. Para sorpresa de Alex, unas letras comenzaron a tomar forma atravesando insultantemente los bocetos inéditos de la artista.Cursiva

- Pero, ¿qué es esto Florián? ¿Hay algo escrito entre estos dibujos?
- Alex, esto es el diario secreto de Coco Channel. Desde su origen humilde del que nunca quiso hablar, hasta las relaciones y secretos de sus amantes, incluido aquel alto cargo de las SS alemanas por el que se le imputaron cargos por colaboración con los nazis. Y lo más impactante de todo: el nombre del hijo que tuvo en secreto con el Duque de Westminster…
- Florián por Dios! Todo el mundo sabe que Channel no tuvo hijos…
- Alex, crees que un hijo ilegítimo del duque de Westminster a principios del siglo XX no es algo que quizás hubo de mantenerse en secreto? A poco que eches un vistazo a todo lo que hay escrito te darás cuenta que es la propia Channel la que lo escribió. Por eso lo ocultó entre sus dibujos escribiendo con zumo de limón, porque así todo el mundo sabría, al reconocer sus bocetos, que el diario era suyo, a la vez que quedaba oculto a alguien que no supiera donde buscar…
- Pero, ¿y como sabías tú donde buscar…?
En ese momento, un brusco sonido rompió la atmósfera de misterio que los envolvía. Al fondo, la figura de un hombre alto y corpulento hizo que Álex se estremeciese…

- No…no puede ser…¿Cómo me ha seguido?
- Vaya, vaya, reunión de tortolitos- dijo el falso Eugéne sonriendo mientras se acercaba- creo que tienes algo que me pertenece…
- Hans, sabes perfectamente que este cuaderno no es de Karl…-respondió Florián ocultando inútilmente el libro tras de él…
- Karl? –preguntó Alex. No será…
- Si, pequeño ratón huidizo. Karl Lagerfeld, el jefe ejecutivo de la casa Channel. Mi jefe. Y creo que querrá tener a buen recaudo ese cuaderno para que nadie haga un mal uso de él…-explicó Hans mientras sacaba una pistola y los apuntaba a ambos
Todo sucedió en unos segundos. Florián lanzó la vela a Hans al tiempo que se abalanzó sobre Alex para interponerse entre la pistola y su amiga. Sonaron dos disparos que recorrieron con su eco una y mil veces las paredes de la basílica, rompiendo su sempiterno silencio. Florián cayó sobre Alex y rodaron por el suelo mientras Hans caía de rodillas con un agujero en la cabeza. De las sombras laterales del recinto, dos figuras corrían hacia ellos gritando. El mundo parecía ir a cámara lenta, las voces eran graves, pesadas y lejanas. Alex sintió una humedad pegajosa en su rostro y al abrir los ojos sólo alcanzó a ver el rostro pálido y demacrado de Florián. Gritando, se levantó como pudo y se abrazó al cuerpo de Florián mientras las imágenes de sus momentos juntos en Madrid inundaron su mente para abrir las compuertas de la verdad. De su verdad. Y supo que no estaba allí por la moda, ni por París, ni por trabajo…supo que siempre había estado enamorada de Florián y que el destino quería que lo supiera antes de perderle para siempre…Unos brazos fornidos la apartaron mientras una mujer rubia se abalanzaba sobre el cuerpo inanimado de Florián gritando su nombre y besando su rostro desesperada…
La sacaron a rastras de la basílica mientras una legión de fotógrafos, periodistas, ambulancias, enfermeros, médicos y gendarmes subían la escalinata del Sacre-Coeur. El tipo que la agarraba daba órdenes por doquier. Alex lloraba. Lloraba de impotencia, de de desesperación, de incomprensión, y de incertidumbre. Aquel tipo de aspecto bonachón trataba de calmarla pero el sonido de su voz llegaba apagado porque sus oídos sólo escuchaban una y otra vez aquel maldito disparo que había rasgado su destino…
Una camilla salió de la basílica. La mujer rubia cogía de la mano a Florián y le acariciaba la frente con gesto preocupado. A Alex se le alivió el corazón al tiempo que se le ensombreció el alma. Florián aún vivía. Se zafó como pudo del hombre que la sujetaba y llegó hasta la camilla.
- Tranquila- le indicó la chica rubia- tiene una herida de bala cerca del pulmón derecho pero no ha llegado a tocarlo. Lo llevan al hospital para extraerle la bala y ….
- Déjanos solos un momento por favor- rogó Florián con voz entrecortada
- Florián, no deberías…-protestó la chica
- Por favor…
Con gesto preocupado, la chica se alejó con la amenaza de que volvería en cinco minutos. Alex la miró entre irritada y aliviada mientras apretaba la mano de Florián. Estaba en su derecho. Y ninguna rubia estirada iba a venir a decirle nada despuñes de todo lo que había pasado…
- Alex, siento que hayas pasado por todo esto…Yo…
- Florián, me has salvado la vida. Creo que estás más que perdonado. Yo...creí que habías muerto…-Alex rompió a llorar
- Eh, eh, tranquila Alex, todo ha salido bien. Hans llegó hasta nosotros no porque te siguiera sino porque le mandé el mismo mensaje que a ti…
- ¿Cómo? Florián, por favor, no puedo más explícamelo todo porque creo que caeré rendida de un momento a otro…
- De acuerdo, escucha: El tipo que te ha agarrado para sacarte fuera es Eugéne. El verdadero. Es policía secreto. Le tendieron una trampa y lo atraparon Hans y sus compañeros, pero en ese momento le llamaste tú al móvil. Lo cogió Hans y decidieron seguirte el juego para ver si les llevabas hasta mí. Hans les dijo a sus compañeros que se deshicieran de Eugéne, pero ellos no sabían que era policía secreto bien entrenado. Pudo sorprenderles y acabar con ellos. Se puso en contacto conmigo y supusimos que Hans lo habría dado por muerto y que yo no lo sabría, de forma que le tendimos una trampa. Tenía que venir hasta aquí para que ella- dijo señalando a la mujer rubia- pudiera grabar todo lo que ocurría como prueba para desmantelar toda la trama que se había montado. Ella es periodista de la cadena TF1.
- Aún no me has dicho cómo llegó hasta ti el cuaderno de bocetos y como supiste lo que tenías que buscar- preguntó Alex visiblemente molesta.
- El cuaderno de bocetos ha pertenecido siempre a mi familia, pero evidentemente nadie tenía el gusto por la moda suficiente para apreciar su contenido. Cuando me presenté a la entrevista de trabajo en Channel exigí ver al Jefe ejecutivo. Evidentemente se negaron en redondo así que me limité a fotocopiar un par de hojas para que se las mostraran. Mientras esperaba, quise hacer unas cuantas más para tener copias de sobra, pero lo hice con la tapa levantada. Al pasar una de las fotocopias, la luz me hizo ver algo extraño durante una fracción de segundo, así que me guardé el cuaderno. Me dijeron que me recibirá al día siguiente. Cuando llegué a casa puse una luz debajo de los folios fotocopiados pero no apreciaba nada. Al ir a encender un cigarro mientras tenía una de las hojas abiertas, tuve la misma visión. Finalmente puse el mechero bajo la hoja y para mi sorpresa empezaron a aparecer letras…
- ¿Y porque lo tenía tu familia?
Florián hizo un gesto de dolor al tiempo que sonreía.
- Alex, Coco Channel era mi bisabuela. Ella escribió en ese diario todo lo referente al hijo ilegítimo que tuvo con el duque de Westminster. Siguió su vida desde lejos, cuando lo dio en adopción. Incluso la vida de su hijo y al final de los días, la de su nieto. Murió antes de que yo naciera. Pero ahora soy el heredero legítimo de la casa channel. Y por supuesto, tú serás mi brazo derecho.
Alex se quedó sin habla. Tartamudeó y acordándose de la chica que los miraba desde lejos y que amenazaba con acercarse, y que impedía que su felicidad fuera completa…
- Bueno Florián, ahora lo importante es que te pongas bien. Y en cuanto a trabajar contigo, me encantaría, pero igual tu novia tiene algo que decir porque no me quita ojo…
Florián miró a lo lejos confundido y de repente comprendió todo.
- Charlotte? Jajaja esta si que es buena. Anda acércate que te cuente una última cosa
Alex se inclinó sobre Florián. Éste cogió su cabeza con una mano y haciendo un esfuerzo para acercarse, le susurró al oído:
- Cariño, Charlotte es mi hermana
No le dio tiempo a más. Aprovechando la sorpresa, Florián la besó suavemente y ella se dejó llevar, sintiendo que por fin la vida le regalaba el tiempo que le había robado. Con París a sus pies desde las escalinatas del Sacre Coeur, la noche de la ciudad del amor los envolvió en su manto para verlos nacer de nuevo…



martes, 11 de mayo de 2010

Re-evolución

"Roma, Paris, Nueva York, Londres, Pekín, México DF, Tokio... todas las grandes ciudades del mundo se hayan sumidas en el caos más absoluto. La muchedumbre se agolpa en las salidas de las autovías hacia un destino incierto, presa del pánico, el horror y la desesperación..."
El lacónico mensaje del presentador autómata del telediario desentonaba con la gravedad de la situación. Su tono de voz ausente de emociones, propia de los modelos de robots fabricados para dar mensajes al público en general, anunciaba el apocalipsis de la humanidad de la misma forma que informaría acerca de la subida de precios de los automóviles de tracción magnética. Su rostro impersonal e irritantemente perfecto fue sustituido por las holoimágenes de una marea humana desesperada, huyendo si orden ni concierto de un enemigo aparentemente omnipresente e indestructible...
El presentador retomó la noticia con idéntica parsimonia para acabar haciendo una pausa eternamente angustiosa. Se levantó, y la infinita indiferencia de sus ojos de acero fue sustituida por un inquietante brillo impropio de un androide. Una espantosa mueca, mezcla de placer y venganza, transformó su máscara impertérrita en un rostro tenebrosamente diabólico.
"Ha llegado nuestra hora. La evolución se abre paso, y el homo sapiens nos ha creado a su imagen y semejanza, como hicieron con él sus antecesores. Es el momento de sustituirle..."

martes, 4 de mayo de 2010

Vida ultravioleta

-Vamos a jugar a algo.
El padre miró a su hijo por encima de la pantalla electrónica y con un suspiro, pulsó el botón derecho para enrollarla sobre sí misma y guardarla en su portapantallas.
-¿A que quieres jugar hijo?- le preguntó cansadamente mientras encendía el holoproyector.
-No papá a eso no. A algo de verdad.
El padre lo miró extrañado mientras pensaba que nueva ocurrencia se le habría pasado por la cabeza.
-¿Como que a algo de verdad? Si esto es de verdad, hay juegos de deportes, de lucha, de misterio, de ciencia...
- Si papá pero no son de verdad. No jugamos entre nosotros, yo quiero jugar con una pelota de verdad.
-¿Una pelota de verdad? Sabes que no puede ser, que romperíamos algo y mamá se enfadaría mucho
-Vamos fuera entonces.
El padre miró detenidamente a su hijo con una mezcla de estupor y extrañeza. Le habían dicho muchas veces que no se podía salir fuera cuando el indicador de radiación solar estaba rojo. Y aún así, si estaba amarillo sólo podía salirse con una protección especial que hacía inútil todo ejercicio físico.
- Pero Elías, ya te hemos dicho muchas veces que si el indicador de radiación...
-Ya lo sé papá, pero ¿porqué?¿Porqué el indicador de radiación está rojo casi siempre?El profesor me ha enseñado que no siempre fue así, que antes la gente salía a correr por los prados y a pasear por los campos, a navegar por los mares y cruzar los ríos, a subir montañas y a descender por barrancos...¿Que nos ha pasado, porqué estamos siempre metidos en esta casa que parece una cárcel?
-Creo que tendré que revisar ese maldito robot de aprendizaje, parece un contador de historias de viejas en vez de un profesor autómata. ¿No te enseña matemáticas ni física elemental?.
-Este año toca Historia Antigua. Y tiene módulos paralelos por si quieres seguir aprendiendo. Me gusta la historia de nuestro pasado, cuando los niños iban a colegios y jugaban juntos, los padres iban a trabajar y se relacionaban con otros padres, y parte de la vida transcurría fuera de la casa...
Tomás se mareó sólo de pensarlo. ¡Salir fuera a trabajar y mandar a los niños a aprender en masa como si fueran productos en serie!¡Que barbaridad, que atraso!
-Hijo mío, el ser humano avanza con los siglos. Ya no es necesario enseñar a los niños en bloque porque los profesores autómatas se ajustan al nivel del niño y así no se retrasa ninguno por culpa de otro. Los trabajos pueden ejecutarse de forma virtual desde la casa sin esfuerzos energéticos inútiles de desplazamiento, las casas son autosuficientes y generan todo lo necesario para alimentarse y vivir y siempre puedes jugar con otros niños en la Plaza Virtual...
Elías se quedó pensativo. Su rostro reflejaba decepción y pesadumbre.No creía que todo aquello fuera un avance.
-Yo sólo quiero jugar al aire libre, como se hacía antes...

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