domingo, 24 de octubre de 2010

Cruce de Caminos...

En numerosas ocasiones os he hablado de la vida como un conjunto de senderos que se entrecruzan y donde nos sometemos a continuas decisiones sobre el camino que hemos de tomar. Conforme nos adentramos en la sociedad en la que vivimos y formamos cada vez más parte de su maquinaria imparable, estas decisiones están cada vez más acotadas y dirigidas. Es complicado salirse de la marea que nos arrastra en el día a día, a duras penas sacamos la cabeza de lo cotidiano y buscamos la aleatoriedad, lo imprevisible, lo diferente o lo extraño para convencernos a nosotros mismos que marcamos el ritmo de nuestras vidas y que no es la inercia del mundo en el que vivimos la que acompasa la cadencia de nuestros pasos.
Hace quince años yo era un adolescente con multitud de senderos por elegir y muchas cosas por aprender. Hace quince años el destino me regaló un mes para que descubriera aspectos de la vida que me eran desconocidos, para que abriera mi mente y mis sentidos y explorara los pequeños alicientes de lo impredecible.
Hace quince años, en una beca de un mes a Inglaterra conocí a gente que marcaron un antes y un después en mi formación como persona.
Hay personas que están presentes toda tu vida y por lo tanto marcan tu existencia para siempre. Son la familia, los amigos de siempre, la persona con la que compartes tu vida y pocos más. Luego hay personas que han aparecido en algún momento puntual de tu vida y sientes que tuvieron un efecto decisivo en tu forma de ser, de pensar, o de entender la vida. Algún profesor, algún familiar menos cercano, algún amigo que marcó una época…En mi caso, estas apariciones puntuales fueron dos veranos en Inglaterra en los que no existía Internet, ni sms, ni facebook, ni ningún artilugio para facilitar la comunicación. Estudiantes de todos los rincones de España que sólo teníamos en común las buenas notas y el temor escondido a lo que nos pudiera deparar el futuro. Clases matutinas entre bromas, tardes de actividades sin parar y noches de charlas infinitas sin ningún objetivo en concreto. Tan sólo compartir. Compartir risas en un país extraño, compartir anécdotas diarias para pasar el tiempo, y sentir que formas parte de un grupo en el que cada uno es importante sin ser imprescindible.
La fuerza de un grupo es netamente superior a la suma de sus individuos. Diez personas son mucho más que la suma de cada uno de ellos. Pero como contrapartida, la fuerza del grupo sólo se activa si hay la cantidad de ilusión necesaria para llevar los proyectos hacia delante. Hace cinco años una persona de este grupo removió tierra, mar y aire para encontrar la forma de volver a reunirnos a todos y revivir aquellas experiencias del verano del 95. Después, cada año, ha supuesto un ligero esfuerzo para no volver a caer en lo cotidiano y en la desidia y volver a juntar a ese pequeño grupo y avivar los recuerdos para que no se tornen amarillentos y decadentes en nuestro álbum de la vida particular.
Este fin de semana ha sido la primera vez que he podido asistir a un reencuentro de aquel grupo de Cheltenham del año 1995. Quince años después, los caminos vuelven a cruzarse. La primera vez el destino nos dirigió a todos hacia ese cruce. Ahora somos nosotros los que forzamos al destino a juntar nuestros senderos. Porque hay una ilusión que mueve esa fuerza. Porque alguien puso esa ilusión en marcha y no se dejó caer en la desidia. En nombre de todos, gracias Leles.
Siempre he pensado que los momentos son para disfrutarlos y no perderse en la melancolía. Me hubiera gustado deciros a cada uno de vosotros lo bien que lo pasé aquel verano, lo mucho que me ayudó a crecer como persona, a reforzar mi autoestima, a sentirme parte de un organismo mayor, a creer en el colectivo y a comprobar que dentro de esta sociedad de ritmo imparable que nos asfixia, a veces hay que separar lo urgente de lo importante. Pero no era el momento. Sólo quería volver a reír y a dejar que los recuerdos de antaño volvieran a recuperar su color original. Así que aprovecho ahora, en el tiempo de reflexión, para deciros que me ha alegrado mucho comprobar que si bien la vida nos ha ido llevando por caminos diferentes, hemos buscado los atajos necesarios para viajar en el tiempo y volver a reír como antaño.
Hace quince años todos nos despedimos con la sensación de que no volveríamos a vernos nunca. Ayer me despedí con la sensación de que cuando las cosas se hacen con optimismo e ilusión, el ser humano, el grupo, el colectivo, es invencible.
Un abrazo a todos, me ha encantado volver a veros.

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