domingo, 25 de diciembre de 2011

Un día de suerte (Cuento de Navidad)

Aquella mañana me desperté encogido por el frío y aturdido por la luz del sol que se filtraba entre mis cartones. Putos cartones. La gente tiraba los cartones para que no estorben en sus casas y yo sin embargo tenía que cogerlos para hacerme una. Antes eran fáciles de coger, pero ahora, con tanto reciclaje, los cartones están rotos y no es fácil encontrar alguno que pueda cubrirme entero. Menos mal que hay gente demasiado perra para partirlos y prefieren abandonarlos junto al contenedor. Alguna vez hasta se han olvidado piezas dentro. Me los imaginaba poniendo patas arriba sus casas buscándolas o reclamando en la tienda que el cachivache que habían comprado venía incompleto…

No sabía dónde me encontraba. La desorientación es algo habitual entre los que dormíamos una noche en una plaza, otra en un banco, esquina, cajero o callejón. Sin embargo el inconfundible olor a calamares fritos de la Plaza Mayor me hizo recordar que el día anterior había intentado conseguir que el camarero de uno de los bares de los soportales de la plaza me regalara alguno de esos bocadillos rebosantes de calamares. Llevar tres días sin probar bocado y oler esa fritanga es como un puñetazo al estómago para recordarle que está vacío. Me quedé a dormir cerca para intentarlo de nuevo por la mañana; siempre hay algún “guiri” que se apiada de un muerto de hambre …

Al levantar la vista vi dos señoras parloteando frente a mí. Tardé un rato en comprender que hablaban de mí. Seguramente estarían asqueadas de ver un mendigo en su bonita plaza. Me levanté y empecé a recoger mis cosas para intentar conseguir algo de comer antes de que viniera la policía, cuando una de las señoras, se dirigió a mí:

- - Oiga, ¿sabe qué día es hoy?

Se me ocurrieron tantas cosas que decirle que se me amontonaron todas en la boca y me quedé sin decir nada. El día de la paga de fin de mes, el día de los santos inocentes, el día de las rebajas en el corte inglés…¿Qué cojones me importará a mí el día que es? Luego miré la plaza de reojo y recordé los puestos, el tiovivo y el gentío de anoche…

- - ¡Es Nochebuena!- exclamó la cacatúa sin darme tiempo a responder.

- - Qué bien - repliqué yo sin mucho entusiasmo mientras seguía recogiendo mis cosas.

De reojo ví que la más bajita de las dos se daba la vuelta mientras que la que me había hablado daba un paso hacia delante al tiempo que volvía a dirigirse a mí:

- -Verá, mi hermana y yo creemos que en Nochebuena todo el mundo debería estar feliz, y aunque no podemos arreglar el mundo, nos gusta invitar a cenar esta noche a alguna persona que lo necesite. Si todo el mundo invitara a alguien en Nochebuena, nadie estaría solo…

Me debatí entre echarme a sus pies y mandarlas a la mierda. A ver cómo le explicaba que para mí la Nochebuena es una noche de frío de pelotas, donde la gente se refugia en sus casas y brindan con champán, no hay un alma en la calle a quien pedir limosna, y los que hay van tan borrachos que lo más que puedo recibir es una paliza. Lo único bueno que tiene es el puñetero Papá Noel, que deja un montón de cartones en los contenedores. “Esta gente que se dedica a lavar la conciencia una vez al año me da más patadas al estómago que el recuerdo del bocadillo de calamares”, pensé. Pero claro, el recuerdo del olor de ese bocadillo que me espera al otro lado de la plaza me sugería que fuera inteligente y no me dejara llevar por mis más bajos instintos;

- -Yo me contentaría con un bocadillo de calamares…-repuse esperanzado…

- - Huy, un bocadillo de calamares dice, ¡que gracioso! ¡ Le vamos a dar a usted una cena que ni se imagina, que calamares ni calamares!

- - Pero si los calamares están muy ricos…-intenté por última vez sintiendo como se alejaban de mí aquellos aros dorados y brillantes…

- - Nada, nada, se viene usted con nosotras que tendrá que lavarse un poco…, pasaremos por alguna tienda para comprarle algo de ropa

Me sentí como un prisionero al que le ponen condiciones humillantes para conseguir su libertad. Siempre he sido un pelín orgulloso y quizás ese orgullo es el que me había llevado a noches de cartón y camas de baldosas municipales, así que intenté contener mi ira y levantándome les dije:

- - ¿Y no les importaría que comiésemos ya en vez de esperar a la noche? Es que llevo tres días sin comer…

- - Pero hombre, hay que preparar las cosas y todo, no sea usted impaciente…-contestó la vieja con la despreocupación de quien tiene la cabeza vacía y el estómago lleno…

Me llevaron a un enorme ático en el Barrio de Salamanca. “Deben estar forradas estas cabronas”, pensé entonces. La hermana más alta no paraba de parlotear mientras que la bajita no me quitaba ojo de encima. No se fiaba mucho y no le puedo culpar por ello; mi ropa hacía tiempo que había dejado de tener un color definido, mi pelo arrastraba consigo toda la suciedad del aire de Madrid junto con lo que recogía de mis almohadas improvisadas, la barba crecía sin orden ni concierto enmarañándose en una red imposible de arreglar y a mi alrededor el aire se hacía irrespirable. Sentí vergüenza; la pena ya la había dejado atrás hacía tiempo.

El piso estaba tibio al entrar. El salón parecía un museo de muebles antiguos; sillones y sofás de aspecto mullido, alfombras de varios estilos, lámparas de forja, mesas de caoba, sillas que debían pesar una tonelada, cortinas de terciopelo, un par de relojes de cuco y un enorme carrillón que sonaba como el mismísimo infierno…Me empujaron amablemente hacia el baño no sin antes entregarme la ropa que habían comprado de camino. El baño era mucho más grande que alguno de los cajeros donde había dormido últimamente. No recordaba la última vez que me había dado una ducha de agua caliente. Es curioso como el agua parece llevarse no sólo la mugre exterior. Las noches heladas, los días sin otra meta más que llegar al día siguiente, los recuerdos de un pasado difícil, los rostros de los que te dejaron atrás cuando la vida se empezó a torcer…todo parecía irse por el mismo desagüe que el agua para dejar paso a un hombre nuevo. Recorté la barba y el pelo, que ya se confundían en una sola madeja, con las tijeras que me habían prestado, me afeité con la cuchilla que compraron y al mirarme de nuevo al espejo comencé a pensar que después de todo, estas ancianas no me caían tan mal.

No había vivido una noche igual desde aquellos felices tiempos de hacía más de una década, cuando nos reuníamos toda la familia a escuchar el mensaje navideño del Rey, que a mí siempre me sonaba igual, pero que conmovía a mis padres y hacía aplaudir a rabiar a mi abuelo. El olor mezclado a gambas cocidas, a consomé, y a asado al horno me transportaron a la cocina de mi abuela, a los besos repetidos en las mejillas mientras intentaba zafarme para coger un mazapán, a los cachetes de mi madre por no hacer caso a mi abuela, a mi padre diciendo “déjalo mujer, que es Navidad…”, a mi abuelo pidiendo silencio y a mis primos cogiendo a puñados las bolitas de coco y guardándolas en los bolsillos.

Mientras comíamos (o mejor dicho, mientras devoraba), me preguntaron cómo había llegado a esta situación; entre mordisco y mordisco les expliqué que empecé la universidad pero que tuve que dejarlo para ayudar a mis padres en el negocio familiar, una pequeña librería en la zona de Chamberí que a duras penas se sustentaba con la llegada de los grandes centros comerciales. De siempre fui un soñador y un orgulloso y me resistí a vender el negocio a la muerte de mis padres, seguro de que la gente prefería un trato personal cuando iba a comprar un libro; me ahogué en mis propios ideales y me quedé sin negocio y sin hogar. Mi mujer me dejó entre lágrimas de cocodrilo. Meses más tarde supe que se había ido a vivir a Toledo con un empleado de banca que sus padres le habían presentado. El resto, les dije para no aburrirlas, son historias de estaciones de metro y calles de Madrid, de parques y cementerios, de escribir para no perder la cordura y de caminar por una ciudad cada vez más desconocida… Me despedí de ellas a medianoche, y aunque me insistieron para que me quedara a dormir, en mi interior sabía que no debía acostumbrarme al olor de sábanas limpias, que luego la realidad te abofeteaba más fuerte por haberle sido infiel…

Regresé al cabo de tres o cuatro días, aprovechando que mi aspecto aún era decente, para darles las gracias y entregarles una nota que había escrito para ellas, porque uno ha tenido mala suerte en la vida pero aún recuerda algo de la buena educación que le regalaron sus padres. Al no responder a la puerta, le fui a dejar la nota al portero del edificio, que al indicarle la dirección, me dijo que “allí no vivían dos señoras ancianas, una alta y parlanchina y otra bajita y muy callada”, y que ese ático llevaba cerrado más de dos años…

Un escalofrío peor que el de aquellas noches heladas recorrió mi espalda. Hacía tiempo que había dejado el vino barato más por obligación que por convicción, y mi estómago me decía que aquella noche no había sido un sueño…

Desde este suceso, toda mi suerte pareció cambiar a mejor. Tanto, que ahora puedo contar mi historia y van a pagarme por ello.

Pero eso será otro día. Ahora, como cada 24 de Diciembre desde aquella noche, voy a la Plaza Mayor a comerme un bocadillo de calamares…

sábado, 17 de diciembre de 2011

Andrew

Andrew nunca había sido un niño “normal”. Su precocidad, asombrosa para los adultos e insultante para sus compañeros, se manifestaba en todos los ámbitos de la vida. Con siete años resolvía sin dilación ecuaciones diferenciales, conocía al dedillo la historia del imperio romano, enumeraba los cien primeros decimales del número pi, y el piano, bajo sus manos, comenzaba a destilar melodías desconocidas hasta entonces por la humanidad. A los doce años, su sed de conocimientos era ilimitada. Tan pronto dedicaba noches enteras a escrutar los cielos con su telescopio como se sumergía en el mundo atómico anotando jeroglíficos ininteligibles en un pequeño cuaderno que una vez rellenado pasaba a formar parte de una legión de libretas ordenadas en sus estanterías.

Pronto se quedaron obsoletos aquellos que pregonaban una inteligencia similar al mismísimo Einstein; los test de inteligencia no eran capaces de abarcar semejante potencia cerebral. Era como intentar medir la altura de un edificio con un metro de costurera. Nadie se extrañó cuando se publicó en grandes titulares que Andrew, a la edad de 19 años había logrado unir la física cuántica, la relatividad general y la teoría de cuerdas, en una Teoría Unificadora que revolucionó el mundo.

Con el tiempo Andrew comenzó a sentir una frustrante punzada de soledad en su interior. Sabía que él era diferente, pero su propia inteligencia lo llevaba a plantearse cuestiones extrañas e inquietantes. Todo el mundo le había contado que tras aquel trágico accidente de tráfico, cuando tenía cinco años, al despertar del coma profundo en el que estuvo vagando entre dos mundos durante casi un año, empezó a mostrar signos inequívocos de una inteligencia especial. Los psicólogos le habían recomendado encarecidamente no profundizar en los escabrosos detalles de aquel trauma, en el que tanto sus padres como sus dos hermanos murieron. No le fue difícil olvidar; no recordaba nada de su anterior vida. Sin embargo, con el paso de los años, aquella pared de olvido levantada tiempo atrás se elevaba ante él como un nuevo desafío al que su mente no podía esquivar. ¿Nunca habéis querido saber que hay tras ese sueño recurrente que todos hemos tenido en alguna ocasión, en el que caes por un precipicio y justo antes de tocar el suelo te despiertas? ¿O que ocurre en aquellos sueños en los que te persiguen y por más que corres no consigues avanzar y va creciendo la angustia de que van a alcanzarte pero nunca lo hacen? ¿Habéis sentido la rabia de llegar al final de un puzle de diez mil piezas y ver que falta la última? Así era la mente de Andrew, un puzzle casi completo con una pieza importante sin colocar, un sueño constante en el que se sabía capaz de aprender y abarcar todo lo imaginable por el ser humano pero en el que había un rincón oscuro y nebuloso que temía y ansiaba conquistar a la vez.

Andrew no podía evitar sospechar que su inteligencia y aquel accidente estaban íntimamente relacionados. Su experiencia y conocimiento le enseñaron que el azar raramente se encuentra en estado puro, y que lo que usualmente llamamos “suerte” no es más que un conjunto de factores entrelazados que no hemos sabido analizar sin más. Pero sus sospechas se tornaron alarma cuando, sentado frente a su madre, le pidió por favor que le hablara de sus padres biológicos y de aquel accidente que decidió el rumbo de su vida, y su madre comenzó a sollozar y a hundir su rostro entre sus arrugadas manos. Se levantó, sacó una carpeta marrón de uno de los cajones de la mesa de la entrada y la puso frente a Andrew. Sintió escalofríos al pensar que todas sus dudas estaban encerradas en esa carpeta, ajada por los años.

- Andrew, algunas cosas es mejor mantenerlas guardadas en el cajón para siempre… -susurró su madre entre lágrimas

- Mamá, no te preocupes. Tú siempre serás mi madre, eres la persona que ha cuidado de mí toda mi vida y la que me acunaba entre sus brazos cuando volvía llorando porque todos los niños me decían que era un bicho raro. Nada de lo que ponga esta carpeta podrá cambiar el amor que siento por ti…-replicó Andrew al tiempo que sacaba unos cuantos folios amarillentos y los desplegaba sobre la mesa…

- Andrew…

Su madre no terminó la frase, al ver el rostro estupefacto de su hijo recorriendo las apretadas líneas de los papeles que estaba examinando. Andrew sintió vértigo primero, indignación después, un vacío indescriptible al final…La verdad era mucho peor de lo que su infalible inteligencia había imaginado. Estaba preparado para conocer la verdad sobre sus padres, la verdad sobre el accidente, la verdad sobre las operaciones a las que tuvo que someterse, la verdad sobre aquel periodo en el que se estuvo debatiendo sobre la vida y la muerte… estaba preparado para todo excepto para que todo fuera mentira. Nunca habría imaginado que todo hubiera sido preparado con tanto detalle para tener un punto de partida, un inicio de la historia de su vida…

Andrew sabía que era diferente a los demás, pero no tan diferente…

De repente se sintió solo. Muy solo, triste y engañado. Miró a su madre y le preguntó con voz temblorosa, insegura, impropia de él:

- Pero…entonces… ¿no soy como vosotros, no siento de la misma forma que vosotros, no pienso como vosotros?

- Hijo mío, estás hecho a nuestra imagen y semejanza. Eres como nosotros, eres mejor que nosotros…

- No mamá, no lo soy. No tengo alma.

Y Andrew, el primer robot humanoide de la historia, comenzó a llorar como nunca lo había hecho.

sábado, 26 de noviembre de 2011

El Transcriptor de Memorias

La revista Ícaro Incombustible ha publicado uno de mis relatos, así que paso a compartirlo con vosotros aunque os recomiendo que os leáis la revista, ya que hay muchos relatos de muy buena calidad. El Transcriptor de Memorias aparece en la página 32


En realidad debería sentirse privilegiado. Llegar a ser Transcriptor de Memorias no es algo al alcance de todos. Los títulos de Ingeniería Sináptica, Psicología Aplicada al Sentimiento y Documentalista de Archivos Biológicos y el Máster en Codificación Binaria de Recuerdos tan sólo te garantizan el acceso al Curso Integrado de Recuperación de Datos Post-Mortem. Y de ahí, sólo los mejores obtienen un puesto como Transcriptor de Memorias.
Hace décadas estos puestos eran sólo en empresas privadas que se dedicaban a la Recuperación de Datos tras el fallecimiento, generalmente familiares que deseaban saber cualquier misterio familiar o resolver dudas referentes a la herencia. Pero tras la entrada en vigor de la Ley de Archivos Neuronales, en el que el Gobierno tiene plenos poderes para la confección de un APM (Archivo Post-Mortem), se han multiplicado los puestos gubernamentales en los diferentes estados. Hubo una gran revuelta social en contra de esta medida; atentaba contra la libertad individual de las personas una vez fallecidas pero el Gobierno aseguró que era una Ley que garantizaba la seguridad futura de la sociedad y que en ningún caso los datos más íntimos de las personas serían revelados. El tiempo le dió la razón al Gobierno; muchos casos de asesinatos fueron resueltos pues tarde o temprano los misterios quedaban al descubierto y con el devenir de los años, el índice de delincuencia y asesinatos cayó en picado; nadie se siente ahora impune ante la ley y tan sólo la espina de los crímenes pasionales, irracionales en su definición, siguen hostigando a la sociedad.
No es un trabajo fácil. Conseguir la pauta electromagnética justa para entrar en resonancia con el cerebro del individuo es sólo el principio. Luego es necesario separar la caótica maraña de sentimientos de la de los pensamientos, y desgranar uno a uno los miedos, las ilusiones, las esperanzas, las dudas, las inquietudes, los recuerdos, los sueños... En ocasiones es imposible separar determinados datos, que son irremediablemente clasificados como Miscelánea. El avance de la Neuromática hace que cada vez sea más fácil clasificar los datos en función de su huella electromagnética, pero esta ciencia aún es joven y el campo que queda por explorar es inmenso...
El Transcriptor de Memorias era una persona alegre y extrovertida. Pero tras años dedicado a diseccionar la auténtica esencia de las personas, había acabado por rendirse. Había gente maravillosa que se había pasado la vida oculta entre las sombras de los miedos y las indecisiones y gente arrogante y ruin que había triunfado en la vida. Su particular juramento hipocrático le impedía hablar de ello a nadie y poco a poco comenzó a evitar a esta sociedad que ahoga a las personas con luz y enaltece a aquellos que guardan la sombra.
El Transcriptor de Memorias se había enamorado muchas veces. De nadie vivo. Se enamoraba de los pensamientos y sentimientos de las personas, hombre o mujer, niño o anciano. Había muchas cosas bellas en el ser humano. Algunas horribles, pero también sentimientos maravillosos imposibles de describir con palabras o de condensar en un archivo. Y de alguna forma, se sentía orgulloso de captar la esencia, el alma de la gente y poder recuperarla en forma de archivos para que de alguna forma pudiera seguir existiendo.
Pero una incesante sensación de angustia planeaba sobre él de forma constante.Al fin y al cabo, había un precio enorme que tenía que pagar por todo este conocimiento, y en ese sentido la Ley era tajante y pretendía impedir que cualquier Transcriptor se hiciese con un número considerable de archivos. Y esto podía ocurrir si un transcriptor recuperaba a varios transcriptores, ya que su memoria retenía de forma inconsciente todos los datos de las personas que habían pasado por él.
Así que, curiosamente, nadie recuperaba la esencia del Transcriptor de Memorias.
A cambio de condensar y guardar las almas de los demás, la suya debería evaporarse y perderse en la nada...

viernes, 18 de noviembre de 2011

Sentimiento de culpa

¡Alto!- grité desde la torre de control.


La figura seguía corriendo, ignorante quizás de que nuestra visión nos permite distinguir el más nimio movimiento. Miré hacia atrás; todos paseaban tranquilamente al abrigo de la enorme pared de fibra de carbono reforzado que separaba la ciudad de los asentamientos rebeldes. En ocasiones me angustia mi rutina diaria en esta frontera infernal; vigilar y disparar cargando más culpa contra mi conciencia para que el resto de neoseres pudiese liberar la suya.


No es fácil dispararles. Al fin y al cabo, los humanos fueron nuestros creadores…

miércoles, 19 de octubre de 2011

Crónicas Suburbanas II.

En esta época se mezcla en los vagones la ropa que viene con la que se va, los pantalones de pana con los de lino. A las 15:00 horas de un viernes, se entremezclan los trajes de chaqueta de Emilio Tucci con las camisetas de manga corta de Zara, los maletines de ordenadores con las mochilas del que lleva la vida de un día a cuestas. Rostros cansados y somnolientos contrastan con otros iluminados ante la perspectiva de un fin de semana.
Por lo demás, lo habitual; libros tomados como refugio, bastión y cárcel de aislamiento, escudo contra el de enfrente. Auriculares variados, acordes suficientemente altos para advertir un "no te escucho", aderezados con miradas que se pierden en la lejanía.Frente a mí, de perfil, charlan dos compañeros de trabajo, hablan de un taller. Frente a ellos un señor cercano a la jubilación, tez morena, bigote hirsuto, ojea el periódico gratuito por encima de las gafas. Pantalón de pana y camisa de manga larga, arriesgado aún para esta época.
Al otro lado un muchacho de pelo rubio enmarañado y barba vikinga, mochila verde militar, dormita a ratos. Zapatos negros, gastados, informales, pantalón de chándal...suena un móvil a mi derecha. El propietario, orondo, de camisa apretada y rostro lunar, despierta sobresaltado. Conversación breve, se agradece el tono bajo de voz, aunque quizás no pueda ser de otro modo, ya que su boca es inusualmente pequeña, como la de los pececillos de una pecera acercándose al cristal...Nueva parada. Se levanta el chico vikingo y se sienta una chica morena. Se vuelve a levantar y escoge otro sitio más alejado. No le ha gustado el sitio. Al lado hay una mujer de mediana edad en estado de duermevela, encorvada algo hacia delante, más por cansancio que por la edad.
Siguiente parada; la mujer semiencorvada llega a su destino, y su lugar (el del vikingo) lo ocupa una chica morena y rellenita y al lado un chico delgado de tez afilada. Se conocen y charlan. La chica se parece al señor de boca de pez y rostro lunar, que curioso.Siguiente parada. El tren frena, el chico de boca de pez se levanta, el señor de mediana edad que cabecea a ratos, sentado junto a mí, también, y uno de los compañeros de trabajo deja sumido en la mudez al otro. El tren comienza a vaciarse fruto y señal de que se acerca a su destino final.

La siguiente es la mía

Salgo, dejando atrás a mis compañeros de viaje, para cambiar de destino, en otro viaje lineal, dirigido y cronometrado...

viernes, 7 de octubre de 2011

Ocaso

La revista Periplo ha tenido a bien publicar un pequeño microrrelato de mi cosecha.

Os dejo el enlace: http://issuu.com/revistaperiplo/docs/revistaperiplo/114, porque entiendo que es mejor visitar el sitio que postearlo aquí.
En las páginas iniciales, en la sección de "Plumas en el tintero", encontraréis una pequeña reseña que me han pedido como introducción...ya me diréis si la descripción se ajusta a lo que habéis leido a lo largo de estos años en la Torre...

Saludos a todos!

sábado, 1 de octubre de 2011

Genios Nonatos

Imgen tomada del diaeconómico.

El amigo Gamar, que nunca deja de sorprenderme en sus entradas blogueras, me ha hecho retomar con su "Imaginación" un viejo pensamiento que siempre me ronda por la cabeza; esta vorágine de sociedades que el ser humano ha creado desde el principio de los tiempos ha sido el caldo de cultivo en numerosas ocasiones de mentes brillantes y genios sin parangón en la historia. Desde los anónimos que cambiaron las noches tenebrosas por el fuego salvador, que modelaron herramientas a golpe de pedernal, que adoptaron el sedentarismo como nueva forma de vida, hasta los actuales Einstein, Hawking, Sagan, y muchos más, pasando por Demócrito y Aristóteles, por el gran Leonardo da Vinci, el inconmensurable Miguel Ángel, y todos aquellos Keppler, Galileo, Cervantes, Shakespeare, Van Gogh, Tolstoi, Victor Hugo, Kant, Euler, Fournier, Laplace, Gauss, Fermat, Bernouilli, Darwin...Me quedo muchos en el tintero, pero mi intención no es hablar de ellos; sobre esto hay escrito largo y tendido. Hay menos escrito sobre los anónimos, pero se es consciente de que alguien en los albores de la humanidad aprendió a juntar dos ramitas y con eso dió calor a la humanidad para todo su futuro...Pero de lo que no hay nada escrito es de los Genios Nonatos.
¿Os habéis preguntado alguna vez cuanta gente en nuestra sociedad actual será un genio escondido que no ha podido desarrollar su potencial, bien por condicionantes sociales, políticos, económicos o culturales, bien por no descubrir su verdadera vocación y dejar un cerebro privilegiado siempre a la espera de despertar? ¿Cuanta gente con una capacidad potencial para cambiar el mundo ( a veces a mejor, a veces a peor) no se ocultará en alguna choza de un pais africano en una guerra olvidada, o entre el sistema de castas inamovibles de la sociedad hindú, o asfixiado en un correr sin pensar de nuestra sociedad consumista, o abrumado por la competencia feroz en la sociedad americana? ¿Cuantas mentes brillantes estará a oscuras en barrios marginales, en familias rotas, en entornos nocivos para el espíritu y por lo tanto sembrados en terreno estéril para una semilla que contiene un hermoso árbol?
¿Cuanta gente a lo largo de la historia habrá tenido ideas demasiado tempranas para su tiempo, demasiado atrevidas para su época o demasiado avanzadas para su sociedad? ¿Cuántas de estas ideas ni siquiera habrán sido formuladas ni escritas y hayan muerto con su creador sin llegar a conocer otra cosa que el cerebro atormentado del mismo?
A veces opino que el verdadero motor de la humanidad y de su futuro sería una máquina que detectara de forma inequívoca la mejor forma de desarrollar las cualidades de un individuo. Quizás yo me dedique a la ingeniería y hubiera sido un estupendo maestro de escuela. Esa máquina no sólo debería analizar la capacidad del individuo para ciertas tareas sino el grado de satisfacción del individuo cuando las ejecuta, porque puede que mi mente sea perfecta para dedicarme a la danza clásica pero mis inquietudes se decanten más por la pesca de altamar. Es decir, debería realizar un análisis de cada zona del cerebro, ponderar los resultados y decidir de qué forma puedo ser más feliz y a la vez útil a la sociedad.
Optimizaríamos la sociedad. Situaríamos a cada persona en el mejor puesto para desarrollarse personalmente y ayudar a la sociedad
A veces soy demasiado utópico. Pero quizás en un futuro muy muy lejano...

viernes, 23 de septiembre de 2011

Lazos de Sangre. El cubo azul



No se porqué algunas imágenes de la infancia quedan grabadas a fuego en la mente sin que parezca que exista un acontecimiento importante a su alrededor que lo justifique. Yo recuerdo un cubo redondo azul claro, de esos que se utilizan para fregar, pero sin el escurridor. Muchas veces lo utilizamos cuando vamos a encalar una pared, algo que en el sur se lleva mucho, porque el diseño de las casas está más pensado para soportar el verano que el invierno, al contrario que en el norte, donde la piedra sustituye a la cal. Ambas cosas tienen encanto y funcionalidad a partes iguales.
El cubo azul en mi mente es nítido. De forma más borrosa aparece un escenario difuminado, seguramente mezcla de ficción y realidad. Existe un edificio blanco y alargado de tejas descoloridas por el sol andaluz y algunos árboles de dudosa altura y especie perdida en la nebulosa de los recuerdos. Un suelo pedregoso, inundado de hojas muertas en ocasiones, quizás un sendero tortuoso hecho a base de incontables idas y venidas de neumáticos...Puede que una verja de acceso, pero ya es aventurar demasiado. Puede que haga más de un cuarto de siglo. Y de niños, todo parece más grande.

Hay una figura más nítida aún que ese cubo azul. El cubo azul está entre sus piernas, él en una especie de taburete y dejaba caer un fruto amarillento dentro del cubo. Es mi abuelo Santiago. Mucha gente no sabe lo que es un higo chumbo, pero en Andalucía son muy comunes. Cogerlos y pelarlos es fácil. Lo difícil es no pincharse con sus espinas, pero mi abuelo cogía la fruta con sus manos y con una habilidad fascinante pelaba la fruta y la echaba al cubo azul. Una tras otra y de vez en cuando me daba uno para mi deleite, pues me encanta ese fruto dorado y dulzón. Y para mí, mi abuelo era el dueño de todo porque era el que entraba y salía en esa enorme casona blanca y me montaba en el tren y se paseaba por él y todo el mundo le saludaba. Y yo creía que era el dueño del tren, de las vías y del mundo entero.


Esa casona blanca creo que era una estación de tren de las antiguas, ese páramo pedregoso y arbolado eran las dependencias de RENFE y mi abuelo trabajaba allí. No era el dueño de nada de eso, ni de la casona, ni del tren, ni del mundo entero. No le hacía falta, pues mientras que algunas personas llenan su cubo azul de pepitas de oro, otros lo prefieren llenar de frutos dorados mientras hablan con su nieto.
Mi abuelo era y es dueño de otras cosas bastante más intangibles. Es el dueño de las reuniones familiares, porque su rostro se ilumina cuando su gente está cerca. Es el dueño del mando de la televisión y bucea siempre entre un pelota sobre un césped verde o un desierto lleno de pistoleros. Le encantan los cactus y las porterías. Es el dueño de los crucigramas en la hora de la siesta, quedándose dormido sobre aquellos cuadros blancos y negros donde ponía las letras. Las gafas semicaídas, el bolígrafo vertical entre sus dedos y un ronquido creciendo en intensidad forma parte también de mis recuerdos más lejanos. Es el dueño del cuchillo jamonero, que saca con presteza cuando estamos todos revoloteando por la casa y lo alterna con ese cuchillo con la punta curvada hacia arriba que le sirve para cortar el queso y pincharlo a la vez. Es el dueño indiscutible del dominó y de las barreras del parchís, donde se atrinchera esperando sin piedad a que pasemos alguna de nuestras fichas para devorarla con una carcajada de satisfacción.
No le hace falta una enorme casona blanca, ni un tren enorme. No le hace falta el mundo entero. Mi abuelo es dueño de gran parte de mis recuerdos.
Es una riqueza incomparable dejar esa huella en tus nietos.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Resurrección

No sé si seguirá palpitando un tiempo o finalmente fundiré el Futuro en la Torre del Caos...
Pero mientras lo decido, he vuelto a abrir la puerta a la imaginación...

Os invito a la Resurrección de Crónicas del Futuro...

Abrazos

lunes, 12 de septiembre de 2011

Diario de un Observador IV. CEIF



Mi informe acerca de la posición en la Zona de Conflicto de la sociedad terráquea ha causado una oleada de interés en los Centros Galácticos del Conocimiento. Estoy algo nervioso, la Comisión de Estudio de Inteligencias en Fase pre-expansiva ha formado una Delegación de cinco expertos en el tema que se dirigen hasta nuestra base para confirmar los datos que hemos recabado y revisar el desarrollo de las ecuaciones de Trekchin en busca de algún error. De confirmarse las sospechas, este pequeño mundo perdido en uno de los brazos de nuestra Espiral va a convertirse en el centro de todas las miradas.

El Consejo Galáctico se muestra cauto, pero ya comienza a vislumbrarse una brecha de opiniones: unos tienen miedo, otros esperanza...

lunes, 5 de septiembre de 2011

Diario de un Observador III. La Curva de Trekchin

La disparidad de fuentes energéticas que usan los humanos me asombra. Lo hacen de forma desproporcionada en unos casos, descontrolada en otros e ineficazmente en la mayoría. La distribución geográfica que sus sociedades tribales han hecho a lo largo de su planeta condiciona gravamente la disponibilidad de dichos recursos. Tienen un miedo atroz a los misterios de la energía atómica que a estas alturas de su civilización debería ser un juguete. Estudiando su historia contemporánea he descubierto las razones de tal temor. La velocidad vertiginosa de sus avances tecnológicos han hecho que la curva de Trekchin alcanzara su punto crítico a lo largo de sus dos últimos siglos, entrando en la Zona de Conflicto SocioTecnológico. A los doctores de la Teoría de la Selección de Civilizaciones les encantará saber que hemos encontrado una civilización en este estadio de su historia. Si no recuerdo mal, le Teoría indica que los avances tecnológicos, los avances sociales y la capacidad de entendimiento entre las distintas subsociedades creadas en un mismo planeta hasta su salida al exterior conforman una compleja ecuación diferencial que pone una serie de límites matemáticos a la evolución tecnológica de la civilización. Traducido a lenguaje social, si la evolución tecnológica sigue una curva exponencial mientras la progresión en el entendimiento social sigue en progresión geométrica, llegará un punto crítico en el que los avances tecnológicos estarán por encima de la capacidad ética y moral de los individuos para su uso. La Teoría dice que las Civilizaciones que entren en la Zona de Conflicto no lograrán abrirse paso hacia el estadio espacial, pues los conflictos internos alcanzarán proporciones autodestructivas.
Todas las civilizaciones espaciales conocidas cumplen el Principio de Trekchin una vez analizados los hitos de su historia. Pero hasta ahora no se había encontrado ninguna civilización en esta fase para analizar la evolución.
¿Serán estos humanos una excepción que confirme la regla? ¿Se abrirán paso de entre la neblina hacia una nueva era?
¿Que nuevo orden cósmico nos deparará el hecho de que una civilización sea tan impredecible como para desafiar todas las teorías socioplanetarias consideradas válidas?

Diario de un Observador II

Diario de un Observador I

lunes, 29 de agosto de 2011

El Origen del Caos

Desde que puse la primera piedra de esta Torre he estado dándole vueltas a una entrada que reflexionara sobre los orígenes de mis tendencias caóticas y a la ciencia ficción. Son cosas distintas pero entrelazadas.

Cuando yo era aún un adolescente solíamos pasar largas temporadas de verano en Jaén, donde el insufrible calor del interior andaluz nos recluía sin remedio a toda la familia en la única habitación que tenía aire acondicionado, que por aquel entonces era un lujo. Uno de estos veranos, uno de mis maestros (a mi padre siempre le ha gustado más que le llamen maestro que profesor así que para mí, mis profesores de EGB fueron mis maestros) me dejó tres libros que conformaban una Trilogía. Eran unos libros de bolsillo que no me sonaban a nada, pero que mi maestro, de matemáticas, me dijo que me gustarían. Se equivocaba. No me gustaron. Me fascinaron, me sorprendieron, y expandieron de forma automática la visión de las cosas que hasta entonces tenía. Se abría un nuevo campo para mí; el de la ciencia ficción.

Estos tres libros se conocen como la Trilogía de las Fundaciones de Isaac Asimov: Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación. La forma de escribir de Asimov hace que los conceptos de ciencia ficción que se manejan en el libro parezcan cercanos y posibles, y para alguien que no había cumplido los quince años, descubrir la capacidad que puede tener el ser humano para jugar con su imaginación fue todo un regalo.

Me interesé de tal modo por el universo futuro que había creado Asimov que me leí gran cantidad de sus relatos concebidos como una historia de la humanidad desde nuestro presente hacia el futuro. Y en esta variedad de libros fui descubriendo aspectos desconocidos de la mente humana, del comportamiento social e individual, y de que, efectivamente, la historia se repite, aunque sea a escalas distintas y con puntos de referencia diferentes.Y entre sus páginas empecé a pensar sobre el comportamiento de los seres humanos a nivel individual y a nivel colectivo. De cómo lo primero es casi impredecible y lo segundo puede ser más o menos predecible en función de ciertos parámetros y si se tuvieran en cuenta todos y cada uno de ellos, además de la interrelación entre los mismos.

A base de mucho leer y conforme he ido caminando por la vida, he ido anotando y observando que todas nuestras acciones pueden tener consecuencias imprevisibles. Si bien puedes jugar con las probabilidades y estar seguro de que si lanzo una pelota hacia arriba, volverá a caer, hay muchos aspectos de la vida tan enredados que no somos capaces de ver las distintas relaciones de causa y efecto. Caminamos rápido, analizamos a posteriori y generalmente sólo tenemos en cuenta un par de variables cuando quizás haya cientos o miles.

El hecho de que mi maestro de matemáticas me dejara esos libros hace casi veinte años quizás sea el punto de partida de que hoy estés leyendo estas líneas en la Torre del Caos. Evidentemente hay muchos afluentes por medio, ya que si no se hubiera inventado internet tampoco tendría herramientas para crear la Torre.

Y curiosamente, los ciclos se cierran, porque esa persona que me dejó los libros ahora puede leer sobre este hecho. No comenta pero se que me lee. Y lo que para él fue un hecho sin más en su vida, para mi fue algo crucial y determinante. ¿Cuantas veces habremos hecho algo en la vida de forma cotidiana que sin embargo para otra persona ha marcado un hito en su historia? ¡ Que gran invento sería un mapa de la vida de cada uno donde pudiéramos marcar estos hitos y ver donde se cruza nuestra vida!

Este verano cuando he ido a casa de mis padres a pasar unos días me he encontrado a Don Roque por la calle, tan deportista como siempre. Don Roque fue mi maestro de matemáticas. Antes llamábamos a los maestros de Don aunque fueran cercanos y luego ya es dificil quitar la costumbre. He de darle las gracias, porque, al fin y al cabo, me enseñó el camino de las matemáticas y el de la ciencia ficción.
Al fin y al cabo, contribuyó al Origen del Caos que ahora rige mi universo

viernes, 12 de agosto de 2011

Actualidad veraniega

Ya os comenté en algunas entradas del año pasado (como aquí o aquí) por estas fechas que el mes de Agosto es propicio para que los políticos hagan de las suyas y tomen medidas que se diluyen entre el sopor veraniego y la dejadez vacacional. En Agosto desconectamos las noticias y todo se filtra entre la canícula estival dejando pocas impresiones entre nosotros. Quizás por eso el anuncio de que va a haber un Consejo Extraordinario a finales de Agosto donde la ministra de Economía va a detallar de donde va a recortar 5.000 millones de euros, no ha tenido mucho eco en los titulares de los periódicos. Aunque no creo que ese recorte afecte de nuevo a funcionarios y pensionistas, deberá ser algo más general para diluirlo entre todos de forma que el desgaste político sea mínimo. Tras las elecciones vendrá lo peor y lo dejo aquí por si acierto alguna: Subida del iva al 20% o más, nuevo recorte de sueldo a los funcionarios y nuevo frenazo a las infraestructuras. Atentos.



Por otro lado, aquí se ha decidido subir el precio del billete de metro un 50%. Ante las tímidas protestas, la todopoderosa Esperanza Aguirre alude a que muy poca gente usa el billete individual (entonces ¿para que sube el billete?, me pregunto yo). Claro, subir los abonos mensuales sería muy impopular en plena carrera por las elecciones. Acordaos de este post en Enero cuando suban los abonos también.



Como colofón a la incongruencia general, con la visita Papal se ha ofrecido a los peregrinos un abono descuento de hasta el 80% en el billete de metro. Que no digo yo que no les den un abono a los pobre peregrinos pero porque no se ha ofrecido ese descuento a los 500.000 parados que hay en Madrid tal y como ha solicitado el Consorcio de Transportes?



Vamos, que a unos les suben el precio para que a otros les cueste más barato.



Hay polémica servida con la visita de Susan (Su Santidad) a la capital. No me apetece entrar en polémicas referentes al gasto público que va a generar la visita porque tampoco conozco los beneficios que va a aportar a comerciantes y hosteleros y no me gusta hablar sin conocimiento. Al menos los doscientos confesionarios que han colocado en el Retiro habrán hecho rico a algún carpintero. Y al menos los periódicos tienen algo de que hablar.



Se prepara una nueva tormenta política, económica y social, queridos amigos de la Torre. La crisis parece que no ha pasado su peor momento y el final de año me da en la nariz que va a traer pocas esperanzas para el 2012

sábado, 23 de julio de 2011

Les misérables

He de dar gracias a Angelical y al pequeño grupo de la Travesía Literaria. El año pasado compartí algunas estaciones aprendiendo nuevos estilos literarios y formas de expresarse. Siempre he pensado que en la diversificación está la maestría y como aficionado a la lectura en general, me sentía con la necesidad de explorar senderos distintos al de la ciencia ficción. Sumergirme en el Romanticismo fue algo inesperado para mí; la visión errónea de simples relatos excesivamente azucarados, empalagosos e idílicos quedó tambaleante al leer el Conde de Montecristo. Edgar Allan Poe siempre me había cautivado, Jane Eyre me sorprendió y La Dama de las Camelias me descolocó...entre las farragosas descripciones, entre los párrafos densos y eternos, se escondían multitud de adjetivos desconocidos, reflexiones profundas acerca de la sociedad, el ser humano o la naturaleza...

Por eso cuando nos vinimos a vivir a Madrid me dije ¿Y porque no ir a ver el musical de Los Miserables?


Pero antes decidí armarme de valor y probar con Victor Hugo. Terminé el libro media hora antes de entrar al musical. Conmocionado por la asombrosa capacidad de mezclar filosofía, historia, pasiones, dudas, temores, reflexiones, opiniones, amor y odio, paisajes idílicos y horrores indescriptibles, me senté en mi butaca y comenzó el espectáculo.


Hacer que el espectador se sumerga en una historia determinada es una obra de arte. Y de alguna manera entre Victor Hugo y estos actores-cantantes-bailarines han logrado que me sienta parte de un todo más grande. El engranaje de la historia quiso que Victor Hugo viviera en la época adecuada para ser testido de los grandes acontecimientos que marcarían el futuro de la época que vivimos. Intrincados en una enredadera social compleja, los personajes mezclan su lucha cotidiana con objetivos mucho más altruistas.


Los miserables no es una historia cualquiera. Es la historia de Jean Valjean, de Cosette, de Marius y de Javert, sí. Pero también es la historia de una lucha, de un cambio en la sociedad humana, de una rebelión contra las injusticias sociales. Los Miserables demuestra que no existe un sólo punto de inflexión en los grandes acontecimientos de la historia. Existen muchos puntos decisivos, mucho sufrimiento, mucho dolor, mucha pasión, mucha dedicación para cambiar las cosas. Pero sobretodo es necesario actuar unidos. Quizás Napoleón pudo cambiar su tiempo durante un par de décadas. Pero a su muerte, el río salva el escollo y vuelve a su cauce normal. Hacen falta muchos escollos, unidos, convencidos, resistentes para finalmente desviar el camino. La Revolución Francesa no sólo fue en 1789. Duró al menos 7 décadas, en el que el viejo orden se resiste a morir y la nueva sangre lucha por emerger de las profundidades...

Y en medio de esta madeja histórica, se habla de la miseria y de la grandeza humana, a partes iguales. Tan miserable puede ser el rico que desprecia a los que no tienen nada como el que no tiene nada y sobrevive engañando a los que son tan desgraciados como él. Tan grande es el que lucha por un futuro mejor a costa de su propia vida como el que dedica su vida a redimir sus errores del pasado.
Victor Hugo escribió hace casi 150 años una obra que aún hoy dia se considera una defensa a los oprimidos de la historia pasada, presente y futura. Siglo y medio después, su historia ahora no sólo es leída sino también cantada. Afortunadamente, no ha sido olvidada.

miércoles, 15 de junio de 2011

Crónicas Suburbanas I. Saxo en el vagón

El sonido del saxofón se acopla con el de la armónica y juntas disputan una feroz contienda contra el bisbiseante murmullo del discurrir del tren sobre los raíles. Ritmos cambiantes, melodía alegre, vivaces corcheas lanzadas al aire, flotando sobre un tapiz metálico y cotidiano. Los músicos juegan a ser equilibristas con el impredecible vaivén inercial del vagón. Atentos a los frenazos antes de cada estación, a las aceleraciones tras el flujo entrante y saliente de gotas humanas que discurren como autómatas nadando entre las notas musicales, prevenidos ante los bandazos laterales, atrapados en dos direcciones posibles de movimiento fatal, contrastando con la espacialidad musical. El tiempo es el mismo para ambos. Es el campo de batalla, el tablero donde se miden las fuerzas y el juez que otorga las armas, los ritmos en este caso. El entorno, el ambiente, se enriquece, y en cada parada en el que los instrumentos y los railes agitan la bandera blanca para permitirse un descanso, hay un instante donde emerge, imperante, la monotonía.
Su reinado sólo dura unos segundos.
Todo vuelve a empezar. La batalla sigue su curso, los músicos siguen combatiendo el tedio diario, adornando con pentagramas la insulsez de los trayectos.
No he visto que nadie les de las gracias.

"Trayecto a media mañana en la línea 10 de Metro"


miércoles, 25 de mayo de 2011

Una heredera para la Torre...

Esta entrada se escribe sin pensar, sin premeditar. Son de aquellas cosas que necesitas escribir y sin mas dilación te pones frente al portátil aunque te hayas levantado a las seis de la mañana y lleves desde hace tres horas deseando dormir. Hay veces que el cerebro se despeja, el alma se ensancha, el espíritu se inspira y el cuerpo te exige soltar sentimientos, ideas fugaces que en breve se irán y recuerdos mezclados con esperanza...

Mi prima Irene ha ganado un concurso de relatos cortos. Mi prima Irene nació en el 97, es de la generación donde el ordenador es un electrodoméstico más de la casa, de los coches con aire acondicionado incorporado, de las nuevas leyes de enseñanza que intentan proteger al niño del presente pero no se preocupan por la persona del futuro, de los videojuegos, de las redes sociales y de la ropa de marca. De una generación que se rodea de una sociedad que sobreprotege a los niños sin dejarlos formarse para el futuro, como el que abraza muy fuerte sin pensar que puedes asfixiar.

Quizás sea algo muy simple para armar tanto revuelo en la Torre del Caos, pero ya sabéis como funciona esto; pequeñas olas se convierten en maremotos, y desde mi impresión generalizada y quizás injusta de que las generaciones que nos siguen a veces pierden la perspectiva de lo que son sus deberes y exijen un mundo con todos sus derechos, a veces surge un ejemplo vivo que me pilla desprevenido y me hace tener esperanza.

Un relato corto para los que aquí me leéis es algo sencillo pero no por ello simple; para alguien que no ha llegado a los quince significa haber dedicado tiempo a tener algo que decir, a pensar, a reflexionar, a sentir y a plasmarlo en un papel. Significa madurez. Y es que en mi prima Irene se han mezclado dos ingredientes que a mi juicio son fundamentales para el desarrollo de una persona; por un lado, la materia prima (nunca mejor dicho lo de prima), una niña desde siempre respetuosa a la par que inquieta por conocer el mundo, que en las reuniones familiares observa como hablan los mayores sin abrir la boca, absorbiendo palabras, ideas, gestos, movimientos, procesando datos a una velocidad de vértigo, pasando desapercibida pero tejiendo sus conceptos de la vida con ladrillos de uno y otro, colocándolos con intuición y uniéndolos con el ansia de conocimientos. Por otro lado su entorno familiar, el apoyo de unos padres que se vuelcan en instaurar unos valores en decadencia en nuestra sociedad; el de intentar dar lo mejor de uno mismo sin necesidad de avasallar al compañero. Lo que me llena de orgullo no es saber que las notas que sacas en clase son excepcionales; eso es una derivada lógica de tu forma de ser y de tu constancia, entrega y ganas de aprender.Lo que realmente me enorgullece es que tus compañeros te respetan porque eres una buena amiga, les ayudas en clase y te ofreces a explicarles cosas, sin esperar nada a cambio. Hay gente que busca toda la vida ser un líder. Otra personas son líderes sin pretenderlo, sin hostigar, sin avasallar y sin atropellar. Son líderes naturales. No hace falta dirigir un pais para ser un líder; esos suelen ser líderes de quita y pon, de papel en la mayoría, que cuando llueve quedan arrugados y marchitos.

En la vida quizás a veces saques buenas o malas notas en los exámenes. Pero lo que realmente hace de tí una persona íntegra es la forma en la que tratas a los demás y ser consecuente con tus principios. Las notas son buenas para intentar conseguir lo que quieres a nivel académico y laboral. Pero son tus relaciones personales las que te harán triunfar en la vida y ser feliz. Y estoy seguro de que lo serás.

Con el tiempo comprenderás la suerte que has tenido en la vida al tocarte unos padres como los tuyos. Pocas cosas hay en la vida tan dependientes de la suerte como el lugar de nacimiento y la familia que te toca; eso no lo eliges tú, eso es puro azar, y tu te has llevado el gordo de navidad, la bonoloto, el euromillón y el cuponazo de la Once. Sin ellos serías como el buen metal dejado en las manos de un mal herrero, tendrías la materia, el potencial, pero no llegaría a desarrollarse. Serías una semilla de un árbol enorme al que no plantarían en la tierra adecuada.

Enhorabuena por tu premio, Irene, espero que cuando esta Torre decaiga y las almenas se agrieten por el paso del tiempo, la desidia o la falta de ideas, nuevos aires rejuvencedores la hagan resurgir de sus cenizas cual ave fénix.

Sigue aprendiendo. Yo te llevo veinte años de ventaja y sigo aprendiendo. No se acaba nunca. Y eso es lo más maravilloso.

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