miércoles, 29 de agosto de 2012

Flecha



Salí a la superficie.
Sabía que si me pillaban me pasaría como al Rata, que lo tuvieron dos semanas en la cámara de desinfección a base de gases pestilentes y duchas de oxígeno concentrado. Pero si las historias eran ciertas, uno podía hacerse rico con los pequeños tesoros ocultos entre las ruinas.
Me desilusionó un poco encontrarme el cielo cubierto de nubes. En la escuela nos habían enseñado fotos de las nubes. Había de muchos tipos; pequeñas y redondas como algodones, alargadas como jirones de tela y oscuras como los túneles de acceso al exterior. Pero no las había visto en movimiento, ni estaba preparado para sentir el viento sobre la cara. Era parecido al aire de los extractores cuando paseabas por los límites de la ciudadela, pero a diferencia de éste, el viento cambiaba de dirección y de intensidad. Era algo desconcertante.
-       Un paso más y te abro el melón de un flechazo
Me quedé petrificado, mirando al cielo en mitad del silencio sin atreverme ni siquiera a bajar la cabeza. La voz era femenina, apenas un susurro, firme. Empecé a darme la vuelta lentamente.
-       No te vuelvas hasta que yo te lo diga o te abro un tercer ojo, capullo
-       Per..perdona…
-       No pareces un patrullero. ¿Qué haces aquí?- me preguntó
-       Yo solo quería…estaba…-tartamudeé
-       Deja de tartamudear, niñato, ¿vas a contestar o a mearte en los pantalones?
-       No soy…no soy ningún niñato, tengo dieciséis años- acerté a decir.
-       Y eso que más da, hay gente que es un niñato toda su vida. ¿Venías a buscar tesoros como todos los niñatos?
-       Si…- me sentía algo ridículo ahora que mencionaba lo de los tesoros
-       Lo que imaginaba. Otro buscatesoros hijo de papá.
-       No…no tengo padre. Murió durante la última evacuación.
-       Me partes el alma…camina hasta ese edificio gris y métete en el portal, rápido.
-       Yo…no llevo armas ni nada, no voy a hacer nada, deja que me vaya- supliqué
-       Camina y calla, los patrulleros llegarán en un momento con todo el jaleo que has armado saliendo del túnel.
-       Pero si no he hecho ruido, me he puesto botas de goma…
-       Los niñatos os ponéis botas de goma, traéis cantimploras con agua desinfectada, mascarillas con filtro de ozono y ya os creéis que sois exploradores del exterior. Te mueves como un elefante en una tienda de cacerolas, camina antes de que lleguen otros menos amables que yo…
-       ¿O..Otros? 
         Mientras caminaba hacia el portal, recordé las historias que nos contaban los chicos mayores acerca del exterior. Gente mutilada y deforme que se comían unos a otros, animales mutantes que acechaban tras cada esquina, cadáveres que se levantaban de repente…Mi abuela siempre me decía que eran historias inventadas por el propio gobierno de la ciudadela para evitar que saliéramos al exterior. “Un mutante hambriento siempre da más miedo que una radiación que no puedes ver”, me decía sonriendo. Por ahora no veía cadáveres por el suelo ni animales extraños esperando para devorarme, pero sentí un poco de miedo. Los escombros se acumulaban por todos lados; cascotes, restos de madera, vidrios, plásticos, latas... Un ejército de cucarachas corría de forma desordenada entre los desperdicios. En el colegio siempre nos decían que los insectos eran los seres vivos mejor preparados para evolucionar tras la catástrofe, y que teníamos que aprender de ellos, pero a mí me seguían dando algo de asco.

-       ¿Qué son esas cosas que hay en el aire?- pregunté mientras veía formas que pasaban de un edificio a otro
-       Cuervos. Urracas, palomas, golondrinas. Pájaros, niño-gusano. ¿No os enseñan eso en la escuela?
-       No soy ningún niño- mascullé cada vez más irritado - Nunca había visto nada que tuviera vida y que volara.
-       Pues quédate tumbado en el suelo sin moverte y los verás muy de cerca. Les encanta arrancar la carne de los cadáveres a picotazos.
Sentí un escalofrío. A lo mejor los animales mutantes que se mencionaban en los cuentos no eran mamíferos enormes y terroríficos de tres cabezas y zarpas de acero, sino esos bichejos voladores. 
-Entra- me dijo - Sube unas escaleras que encontrarás a tu izquierda, Cuando llegues arriba, entra en la primera sala a la derecha y vete hasta la pared del fondo.   El edificio olía a humedad y madera podrida. Capas de mugre y polvo se acumulaban en las esquinas. Al apoyarme en la barandilla, noté un tacto áspero y retiré la mano rápidamente, mientras escuché como se reía tras de mí.
-       Vaya, ¿al chico-gusano no le gusta el óxido?
-       Esto…esto es ¿radiactivo? - pregunté con un hilo de voz
-       Todo es radiactivo. No sé como un chico-gusano tan cagueta como tú ha tenido valor de subir a la superficie.
-       Dicen que aquí hay tesoros…
-       ¿Quién lo dice? ¿Otros chicos-gusano? Pero si la mitad de vosotros asoma la nariz por un túnel y se caga de miedo. Seguro que luego os quedáis horas en los túneles inventando historias que contar a vuestros amiguitos para que no os llamen cobardes. Camina hasta el fondo y siéntate en el suelo.
Llegué hasta la pared. La claridad entraba a través de los huecos de las paredes. Ventanas, creo que le llamaban. Pero no tenían cristales como la de los cuentos. El viento racheaba a través de ella y movía la suciedad de un lado a otro.
-       Venga date la vuelta, chico-gusano, y siéntate. Y nada de intentar escapar o te lleno de óxido por dentro también.
Me di la vuelta lentamente. Una chica me apuntaba con una ballesta cargada con un hierro afilado. Era más baja que yo, de aspecto enclenque y ropas oscuras. Un pañuelo le rodeaba la parte inferior de la cara. Sus ojos oscuros me miraban fijamente. Esperaba haberme encontrado con algún engendro de piel escamada por la radiación y ojos saltones. No parecía ser ningún mutante, y si lo fuera, quizás los mutantes no eran tan horribles…
-       ¿Qué miras niño gusano? ¿Nunca has visto a una chica o qué? Te va a entrar la radiación por toda la bocaza como no la cierres. Métete en esa caja cuadrada y túmbate - dijo mientras sacaba un puñal herrumbroso del cinto.
-       No…no, por favor, no me hagas nada…
-       Joder, que crío, que no voy a hacerte nada, es para asegurarme que estás quietecito. Haz lo que te digo y observa el espejo del techo.
Me metí en la caja cuadrada. Estaba hecha de metal recio, tendría un metro de altura y unos dos metros de lado. La chica se metió dentro y se tumbó junto a mí. Noté el puñal cerca de mi garganta. Contuve la respiración esperando lo peor.
-       Shhhh. No voy a hacerte nada. Mira el espejo del techo de la sala.
En la esquina oblicua había un espejo colgado. En realidad había uno en cada esquina. Desde los dos que podía ver sin mover el cuello, observé que se divisaba la plaza y la salida del túnel que me había llevado hasta allí. Cuatro formas blancas se movían entre los escombros. Llevaban algo en los brazos, pero no acertaba a ver que eran. Apuntaban en varias direcciones.
-       ¿Quiénes son?- Susurré
-       Tus malditos patrulleros. Si te ven vas a preferir que te hubiera ensartado con la flecha. Silencio.
Esperamos un tiempo que se me hizo eterno. Tragar saliva hacía que notara el cuchillo oxidado en mi garganta. Sentía la suciedad flotando a mí alrededor, la respiración pausada de la chica junto a mi oreja. No olía mal para vivir rodeada de desperdicios. Las formas blancas seguían barriendo el aire con aquellos extraños aparatos. Miraba al espejo y luego la miraba a ella. Hombres vestidos de blanco, chica vestida de negro. De repente se levantó de un salto. Miré al espejo. No había nadie allá afuera.
-       Levanta, chico-gusano, tenemos que alejarnos de las bocas de los túneles, dijo mientras guardaba su puñal y cogía de nuevo la ballesta
-       Me llamo Heriold…
-       Muy bien, chico-gusano, bonito nombre. Aquí no te valdrá de nada
-       ¿Y por qué he de tener un nombre aquí? ¿Por qué nos hemos metido en esta caja cuadrada? 
    La chica me miró fijamente como si pensara que yo era retrasado. Resopló.

-       ¿Realmente no sabéis que les hacen a los que salen al exterior?
-       Sí, tengo un amigo que salió una vez y lo tuvieron dos semanas en una cámara de desinfección y …
-       Tonterías. Los patrulleros nunca se han llevado de vuelta a ningún explorador que saliera de forma ilegal sin las ridículas protecciones que llevan ellos. Los ejecutan allí donde los encuentran. Desde lejos, nada de mancharse las manos. Los cuervos y todos esos pajaritos que tanto te gustan se encargan del resto.
-       Pero, mi amigo el Rata…
-       Tu amigo el Rata ni siquiera asomaría la nariz fuera de la zona de penumbra. Si pone un pie fuera del túnel, no vuelve. He visto caer a unos cuantos, chico-gusano. Os detectan cerca de la zona de penumbra. Deben de tener sensores de movimiento, de calor, de ultrasonidos…yo que sé. Pero siempre que sale un mocoso por la boca de algún túnel los patrulleros llegan al instante. Casi siempre lo encuentran. Has tenido suerte de hacer tanto ruido y que te escuchara…
-       ¿Por qué nos hemos metido en la caja?
-       Pero chico, ¿no sabes nada de nada? Los patrulleros llevan una especie de sensor de radiación. Te rastrean con esos aparatejos hasta que te encuentran. El plomo, -dijo tocando la caja- aísla la radiación que emites y no pueden detectarla.
-       ¿Y cómo sabes eso?
La chica dejó la ballesta a un lado y se echó a reír. Me hizo sentir ridículo. Me encantaría que viniese a la ciudadela y enseñarle como funciona un pozo geotérmico o un condensador de magma. Seguro que allí arriba no tenían ni idea de aquellos inventos.
-       Chico-gusano, eso lo sabe hasta un niño de pecho. Tenemos cajas cuadradas por todos los barracones de observación. Es mejor para nosotros que nos tomen por mutantes descerebrados que estamos extinguiéndonos lentamente…Anda vámonos…
-       ¿A dónde?
-       Al poblado. Tendrán que examinarte para ver la tolerancia que tienes a la radiactividad, a ver si podemos hacer algo con esa piel de doncella que tienes…-dijo, mientras recogía una mochila del suelo y se la colgaba al hombro.
-       Pero yo…tengo que volver…no puedo quedarme aquí, la radiación…
-       ¿El chico-gusano quiere volver con su mamá?- me interrumpió mientras se bajaba el pañuelo- Te van a freír a tiros, chico estúpido, haz lo que te venga en gana, pero espera a que me haya alejado al menos, no quiero que me vean estos usureros blancos…¿Crees que los patrulleros te van a dejar pasar con regalitos en forma de lata oxidada y cucarachas fluorescentes para tu mamaíta y tus amigos?- Siguió acercándose susurrándome y sonriendo, con ese aire de suficiencia- ¿Vas a contarle a tu mamaíta como te has manchado las manos de óxido radiactivo y te va a acurrucar en tu casita bajo tierra…?
-       ¡Mi madre está muerta, gilipollas! –grité de rabia al tiempo que le daba un empujón. Se tambaleó ligeramente y su cara de sorpresa me dio fuerzas para seguir hablando- mi padre murió durante la última evacuación de la ciudadela cuando yo era un crío. Mi madre murió hace cinco años, de hipoxia cerebral, al igual que mi abuela, que mi abuelo y que la mitad de la gente allí abajo. Muchos de nosotros mueren de eso, lo sabías, ¿chica lista? No, ¿verdad? A lo mejor tu eres una chica lista aquí arriba, pero me gustaría verte allá abajo, sin padres, sin familia, sin esperanzas, explorando túneles de mierda que llevan un siglo abandonados para ver si encuentro ratas que se dejen cazar, con el miedo de saber si la tierra se caerá sobre mi cabeza o si el suelo se hundirá bajo mis pies. No, chica lista, me tomas por el hijo de algún magnate de los pozos de magma, rico hasta las orejas y malcriado. Deja de actuar como si fueras mayor, seguro que tienes mi edad o incluso menos, y te las das de lista para ocultar tu miedo, porque…
Ni siquiera acerté a ver el movimiento de su brazo. Incluso escuché el sonido antes de sentir el bofetón en plena mejilla. La miré enfurecido, rojo de rabia, me daban ganas de estrangularla allí mismo…
-       Tranquilo, chico-gusano. Guarda tus fuerzas para sobrevivir. Te he salvado el culo hoy, estoy contigo, ¿eh? Pero no me sermonees, a ver si la próxima vez me lo pienso y dejo que te vayas con tus amigos los bata-blanca. ¿Cómo has dicho que te llamas?
-       Heriold…-mascullé entre dientes aguantando mi rabia
-       Vamos Heriold, hay que convertir al gusano en mariposa…dijo mientras me tendía la mano
La miré desconfiado. Sonrió. No era la sonrisa de autosuficiencia de antes, de medio lado y mirando de arriba abajo. Era una sonrisa de complicidad. Quizás era la forma que la chica dura tenía de pedir perdón. Si lo que decía de los patrulleros era cierto…Le tendí la mano y salimos juntos de aquel edificio. Andamos en silencio entre callejuelas pestilentes y oscuras mientras mi cabeza daba vueltas.
-       ¿Cómo te llamas?- le pregunté
-       Todos me llaman Flecha.
-       ¿Flecha? ¿Porque te llaman así?
-       Aquí arriba los nombres significan algo, chico-mariposa, cuando hablamos con alguien necesitamos saber qué utilidad tiene para el grupo, cual es su rango.
-       ¿Y por qué Flecha?
Flecha sonrió, se paró y señaló con el dedo un cartel medio caído al final de la calle.
-       ¿Ves ese cartel?
-      
En una fracción de segundo cogió la ballesta de su espalda, cargó un hierro afilado y disparó. Se oyó un sonido sordo al tiempo que el cartel caía al suelo. Me miró sonriendo mientras guardaba de nuevo su arma. Me gustaba su sonrisa.
-       Flecha - murmuré

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