Por lo demás, lo habitual; libros tomados como refugio, bastión y cárcel de aislamiento, escudo contra el de enfrente. Auriculares variados, acordes suficientemente altos para advertir un "no te escucho", aderezados con miradas que se pierden en la lejanía.Frente a mí, de perfil, charlan dos compañeros de trabajo, hablan de un taller. Frente a ellos un señor cercano a la jubilación, tez morena, bigote hirsuto, ojea el periódico gratuito por encima de las gafas. Pantalón de pana y camisa de manga larga, arriesgado aún para esta época.
Al otro lado un muchacho de pelo rubio enmarañado y barba vikinga, mochila verde militar, dormita a ratos. Zapatos negros, gastados, informales, pantalón de chándal...suena un móvil a mi derecha. El propietario, orondo, de camisa apretada y rostro lunar, despierta sobresaltado. Conversación breve, se agradece el tono bajo de voz, aunque quizás no pueda ser de otro modo, ya que su boca es inusualmente pequeña, como la de los pececillos de una pecera acercándose al cristal...Nueva parada. Se levanta el chico vikingo y se sienta una chica morena. Se vuelve a levantar y escoge otro sitio más alejado. No le ha gustado el sitio. Al lado hay una mujer de mediana edad en estado de duermevela, encorvada algo hacia delante, más por cansancio que por la edad.
Siguiente parada; la mujer semiencorvada llega a su destino, y su lugar (el del vikingo) lo ocupa una chica morena y rellenita y al lado un chico delgado de tez afilada. Se conocen y charlan. La chica se parece al señor de boca de pez y rostro lunar, que curioso.Siguiente parada. El tren frena, el chico de boca de pez se levanta, el señor de mediana edad que cabecea a ratos, sentado junto a mí, también, y uno de los compañeros de trabajo deja sumido en la mudez al otro. El tren comienza a vaciarse fruto y señal de que se acerca a su destino final.
La siguiente es la míaAl otro lado un muchacho de pelo rubio enmarañado y barba vikinga, mochila verde militar, dormita a ratos. Zapatos negros, gastados, informales, pantalón de chándal...suena un móvil a mi derecha. El propietario, orondo, de camisa apretada y rostro lunar, despierta sobresaltado. Conversación breve, se agradece el tono bajo de voz, aunque quizás no pueda ser de otro modo, ya que su boca es inusualmente pequeña, como la de los pececillos de una pecera acercándose al cristal...Nueva parada. Se levanta el chico vikingo y se sienta una chica morena. Se vuelve a levantar y escoge otro sitio más alejado. No le ha gustado el sitio. Al lado hay una mujer de mediana edad en estado de duermevela, encorvada algo hacia delante, más por cansancio que por la edad.
Siguiente parada; la mujer semiencorvada llega a su destino, y su lugar (el del vikingo) lo ocupa una chica morena y rellenita y al lado un chico delgado de tez afilada. Se conocen y charlan. La chica se parece al señor de boca de pez y rostro lunar, que curioso.Siguiente parada. El tren frena, el chico de boca de pez se levanta, el señor de mediana edad que cabecea a ratos, sentado junto a mí, también, y uno de los compañeros de trabajo deja sumido en la mudez al otro. El tren comienza a vaciarse fruto y señal de que se acerca a su destino final.