Desde que puse la primera piedra de esta Torre he estado dándole vueltas a una entrada que reflexionara sobre los orígenes de mis tendencias caóticas y a la ciencia ficción. Son cosas distintas pero entrelazadas.
Cuando yo era aún un adolescente solíamos pasar largas temporadas de verano en Jaén, donde el insufrible calor del interior andaluz nos recluía sin remedio a toda la familia en la única habitación que tenía aire acondicionado, que por aquel entonces era un lujo. Uno de estos veranos, uno de mis maestros (a mi padre siempre le ha gustado más que le llamen maestro que profesor así que para mí, mis profesores de EGB fueron mis maestros) me dejó tres libros que conformaban una Trilogía. Eran unos libros de bolsillo que no me sonaban a nada, pero que mi maestro, de matemáticas, me dijo que me gustarían. Se equivocaba. No me gustaron. Me fascinaron, me sorprendieron, y expandieron de forma automática la visión de las cosas que hasta entonces tenía. Se abría un nuevo campo para mí; el de la ciencia ficción.
Estos tres libros se conocen como la Trilogía de las Fundaciones de Isaac Asimov: Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación. La forma de escribir de Asimov hace que los conceptos de ciencia ficción que se manejan en el libro parezcan cercanos y posibles, y para alguien que no había cumplido los quince años, descubrir la capacidad que puede tener el ser humano para jugar con su imaginación fue todo un regalo.
Me interesé de tal modo por el universo futuro que había creado Asimov que me leí gran cantidad de sus relatos concebidos como una historia de la humanidad desde nuestro presente hacia el futuro. Y en esta variedad de libros fui descubriendo aspectos desconocidos de la mente humana, del comportamiento social e individual, y de que, efectivamente, la historia se repite, aunque sea a escalas distintas y con puntos de referencia diferentes.Y entre sus páginas empecé a pensar sobre el comportamiento de los seres humanos a nivel individual y a nivel colectivo. De cómo lo primero es casi impredecible y lo segundo puede ser más o menos predecible en función de ciertos parámetros y si se tuvieran en cuenta todos y cada uno de ellos, además de la interrelación entre los mismos.
A base de mucho leer y conforme he ido caminando por la vida, he ido anotando y observando que todas nuestras acciones pueden tener consecuencias imprevisibles. Si bien puedes jugar con las probabilidades y estar seguro de que si lanzo una pelota hacia arriba, volverá a caer, hay muchos aspectos de la vida tan enredados que no somos capaces de ver las distintas relaciones de causa y efecto. Caminamos rápido, analizamos a posteriori y generalmente sólo tenemos en cuenta un par de variables cuando quizás haya cientos o miles.
El hecho de que mi maestro de matemáticas me dejara esos libros hace casi veinte años quizás sea el punto de partida de que hoy estés leyendo estas líneas en la Torre del Caos. Evidentemente hay muchos afluentes por medio, ya que si no se hubiera inventado internet tampoco tendría herramientas para crear la Torre.
Y curiosamente, los ciclos se cierran, porque esa persona que me dejó los libros ahora puede leer sobre este hecho. No comenta pero se que me lee. Y lo que para él fue un hecho sin más en su vida, para mi fue algo crucial y determinante. ¿Cuantas veces habremos hecho algo en la vida de forma cotidiana que sin embargo para otra persona ha marcado un hito en su historia? ¡ Que gran invento sería un mapa de la vida de cada uno donde pudiéramos marcar estos hitos y ver donde se cruza nuestra vida!
Este verano cuando he ido a casa de mis padres a pasar unos días me he encontrado a Don Roque por la calle, tan deportista como siempre. Don Roque fue mi maestro de matemáticas. Antes llamábamos a los maestros de Don aunque fueran cercanos y luego ya es dificil quitar la costumbre. He de darle las gracias, porque, al fin y al cabo, me enseñó el camino de las matemáticas y el de la ciencia ficción.
Al fin y al cabo, contribuyó al Origen del Caos que ahora rige mi universo