Estaba preparado.
Levantó la cabeza aunque no consiguió ver nada. La primera vez que entró sus ojos aún podían distinguir las diferentes puertas en medio de la penumbra, pero ahora la penumbra se había tornado oscuridad. Las antaño voces familiares se convirtieron en débiles susurros para finalmente fundirse entre ellas en un silencio ensordecedor.
La puerta por la que había llegado se convirtió en pared rocosa. Ni rastro de la desvencijada madera, del picaporte oxidado, de la ranura inferior por la que se colaba un débil resplandor...ahora sólo había roca, y frente a él tres puertas. Habían sido dos al principio, llegaron a ser hasta siete, habían cambiado de posición, de forma...la realidad cambia constantemente, y por lo tanto sus alternativas, sus posibilidades y su elección.
El último intento había acabado con sus fuerzas y se había abandonado en un rincón, indiferente a los cambios que se sucedían a su alrededor, sumido en su fracaso, ahogado en su desesperanza...pero se había cansado de nadar en la autocompasión. Tenía que intentarlo de nuevo, el movimiento lo mantenía vivo.
Palpó la pared hasta encontrar una de las puertas. Había cambiado de nuevo, pero no importaba. En la completa oscuridad poco importa la puerta que escojas, porque ninguna te llevará a otro sitio más oscuro que en el que ya estás. En la luz, incluso en la penumbra quizás puedes sopesar las alternativas, analizar probabilidades, siempre buscando algo mejor. Pero en la oscuridad total no importa el camino a escoger, sólo importa caminar...
Dió unos pasos atrás, aspiró profundamente...y corrió con todas sus fuerzas. El hombro impactó ruidosamente contra la madera podrida que cedió quejosamente hasta caer rendida bajo el cuerpo magullado.
Se levantó.
Tras de él quedaba la Oscuridad total. Delante de él una tímida penumbra se abría paso, podía vislumbrar cinco puertas, todas distintas entre sí. Sonrió y se dirigió al centro de la estancia, donde permaneció mirando la puerta por la que había entrado. El hueco por el que se atisbaba la negrura infinita se fué cerrando hasta quedar confundido con la pared rocosa. Las cinco puertas ahora eran tres, en diferente posición que las anteriores. Se sentó a recuperarse. Pero no podía tardar mucho tiempo, porque no sólo las puertas eran cambiantes. El mismo ambiente no era permanente en cada sala. Las puertas cambiaban más rápidamente que el interior, pero éste tampoco era imperturbable.
Lo que ahora era penumbra podía volverse luz cegadora o bien oscuridad asfixiante. Pero entre ambas había muchos estados intermedios...
A veces le invadía la desesperación. Pero no tenía sentido esperar, permanecer inmóvil. El futuro es de los que se ayudan a sí mismos...
A lo lejos, llamándolo desde lo más recóndito de su esperanza, volvió a escuchar el susurro de aquellas voces...
Estaba en el camino...
Como quizás la moraleja de este relato es algo difícil de vislumbrar, os invito a leer una antigua entrada