En la Torre del Caos hay un hueco bajo la escalera que sube a la segunda planta, cerrado con una puertecita generalmente entreabierta. Sirve de armario trastero para guardar todo tipo de cosas que no se utilizan pero que por alguna extraña razón jamás tiramos. Peque ignoró completamente las mantas, forros polares, cajas de cartón y casetillas de gato distribuidas por toda la torre en un esfuerzo denodado por parte de sus papás humanos de ofrecerle un lugar cómodo para su parto. "Estos humanos no entienden la Naturaleza", debió pensar. Y se adentró en el hueco de la escalera, metiéndose por recovecos imposibles hasta llegar a la esquina más alejada del mundo exterior.
Al despertar por la mañana del día 23 la futura madre sin nombre no aparecía por la casa. Buscamos en mil y un rincones, bajo las camas, en los armarios empotrados, detrás de los muebles, en huecos inverosímiles, en la alacena junto a la cocina...sin rastro. Sólo podía estar en el hueco de la escalera, pero mi lógica implacable me decía que era imposible que ningún bicho viviente que fuera mayor que un grillo podría meterse en ese recóndito lugar tan lejos que no pudiera ser visto. La llamamos, le silbamos, le abrimos su lata preferida para que lo escuchara...nada. Desafiando a mi lógica, esa lógica que tenemos los humanos que nos hace subestimar a los animales, comencé a retirar uno por uno los trastos amontonados en el hueco de la esperanza. Al fondo, con ojos enormemente abiertos, nuestra madre sin nombre asomaba su nívea cabecita. La cogí del cuello con dulces palabras pero al mantenerla en el aire supe que ya había sido madre; pesaba la mitad. Nervioso, retiré el resto de elementos que me separaban del último rincón y alargué el brazo para devolverla a su sitio. No se escuchaba nada, no se movía nada y nos temimos algo grave. Al despejar el hueco completamente descubrimos que, como decía el fallecido Andrés Montes, la vida puede ser maravillosa
Mamá Gata recoge a sus pequeñuelos con las patas, los lame, los vigila, los cuida. No necesita a nadie. Es totalmente independiente. Nosotros sólo hemos intentado hacerle un lugar lo más confortable posible, acercarle la comida y la bebida para que no tenga que alejarse y hablarle con cariño para que se sienta arropada. En la imagen parece enorme comparada con sus pequeños; en realidad ella es pequeña y menuda, no concebimos como todos esos pequeñajos cabían dentro de ella.
Y ellos, aún sin abrir los ojos, aún respirando sus primeras horas de vida, buscan constantemente el calor de su madre con la intuición que los humanos perdimos en los albores de la evolución en favor de otros dones, quien sabe si mejores.
Todos sabeís que en ocasiones critico mucho al ser humano y me he planteado incluso si no habremos perdido más que ganado en nuestra batalla evolutiva; si al perder el sexto sentido y los valores básicos de colaboración de la manada nos estamos alejando tanto de la naturaleza que olvidamos los verdaderos placeres de la vida. Y hoy más que nunca pensaréis que me avergüenzo del ser humano al pensar en nuestra gata, disparada sin piedad quizás por diversión.
Pero no. Hoy me enorgullezco del ser humano. Porque hay gente como la que pasa por la Torre, que se ofrece en adopción, que nos manda palabras de aliento y de alegría, que comparte nuestra ilusión en estos momentos. Hay gente y gente. Unos disparan perdigones por diversión a una gata blanca. Otros abren sus brazos y buscan compartir los buenos momentos. Unos tienen la conciencia tranquila tras disparar sobre un animal indefenso. Otros tienen remordimientos por no poder ayudar más de lo que lo hacen. Es fácil ver qué tipo de ser humano es cada uno: basta con mirar esta úlitma foto y pensar en pegarle un tiro.
Me alegro de ser un ser humano. Hoy si. Porque de esta forma puedo apreciar la belleza y la magia de algo tan simple y complejo a la vez como la vida. Y me permite darme cuenta de que el hueco de nuestra escalera ha dejado de ser un lugar cualquiera de la casa. El hueco de nuestra escalera ha visto nacer a cinco hijos de una madre sin nombre.
Esperamos estar tu altura, Peque, para ayudar a que tus hijos salgan adelante.