El sonido del saxofón se acopla con el de la armónica y juntas disputan una feroz contienda contra el bisbiseante murmullo del discurrir del tren sobre los raíles. Ritmos cambiantes, melodía alegre, vivaces corcheas lanzadas al aire, flotando sobre un tapiz metálico y cotidiano. Los músicos juegan a ser equilibristas con el impredecible vaivén inercial del vagón. Atentos a los frenazos antes de cada estación, a las aceleraciones tras el flujo entrante y saliente de gotas humanas que discurren como autómatas nadando entre las notas musicales, prevenidos ante los bandazos laterales, atrapados en dos direcciones posibles de movimiento fatal, contrastando con la espacialidad musical. El tiempo es el mismo para ambos. Es el campo de batalla, el tablero donde se miden las fuerzas y el juez que otorga las armas, los ritmos en este caso. El entorno, el ambiente, se enriquece, y en cada parada en el que los instrumentos y los railes agitan la bandera blanca para permitirse un descanso, hay un instante donde emerge, imperante, la monotonía.
Su reinado sólo dura unos segundos.
Todo vuelve a empezar. La batalla sigue su curso, los músicos siguen combatiendo el tedio diario, adornando con pentagramas la insulsez de los trayectos.
No he visto que nadie les de las gracias.
"Trayecto a media mañana en la línea 10 de Metro"
Su reinado sólo dura unos segundos.
Todo vuelve a empezar. La batalla sigue su curso, los músicos siguen combatiendo el tedio diario, adornando con pentagramas la insulsez de los trayectos.
No he visto que nadie les de las gracias.
"Trayecto a media mañana en la línea 10 de Metro"
10 comentarios:
Queridos caóticos; habida cuenta de que el ritmo del día a dia me impide actualizar la torre como debiera, he decidido abrir un nuevo capítulo en las ya numerosas habitaciones de la torre; Crónicas Suburbanas, y en ellas intentaré reflejar vivencias cotidianas de mis numerosos trayectos en metro o cercanías.
De algún modo, hay que adaptarse a los tiempos. Antes tenía tiempo de pensar historias de ciencia ficción mientras viajaba en coche. Ahora viajo en metro y cercanías y me he dado cuenta de que cada dia hay pequeñas historias sobre las que se puede reflexionar y hacer algo más de "filosofía de calle"
Espero que os guste
Un abrazo a todos
Creo que eres un poco pesimista. Yo he visto muchas veces como los pasajeros les dan unas monedas que, al fin y al cabo, es la forma de agradecimiento que ellos prefieren.
Entrañable homenaje a quienes impiden que la monotonía se adueñe del copyright del sonido y del silencio.
La música, pero sobre todo ellos, nos aportan algo muy valioso, ya en el Metro, en el coche, en casa, en el mar, incluso en la estación espacial! :) Me has hecho caer en la cuenta de que una calle céntrica por donde suelo pasar no sería la misma sin el violinista que le aporta esa esencia.
Bienvenido quillo! :)
Fascinante el mundo del Metro y sus usuarios, y es cierto que si se presta un poquito de atención pueden salir buenas historias y reflexiones.
Un abrazo.
Esto me ha recordado a un trayecto que hice hará 3 años en el metro de Nueva York. Apenas cinco o seis pasajeros, altas horas de la noche de vuelta a casa / el hotel en mi caso. Entonces entra una banda: saxo, trompeta, platillos, ... y se ponen a tocar. IMPRESIONANTE. En un momento nos animaron a todos. Ni miraron cuántos éramos, fueron de vagón en vagón con su música, alegrando la noche. Fue una maravilla. Y te aseguro que sí se les agradeció.
;)
Aveces como todo en la vida viene bien un cambio bien de coche o de otro transporte como el metro,l que si es cierto es que una simple chispa puede cambiarlo todo y dar vida a una historia tan simple como esta pero a la vez embolvente.
Un fuerte y caluroso abrazo
Todo necesita de sus componentes, y qué sería el metro sin ellos , principalmente adoro ese aire a música que le da vida a cada lugar , por inesperado que nos parezca ,no está mal , de vez en cuando , buscar algo bueno a las cosas más estresantes y sobreexplotadas , en este caso el metro ,aquellas personas que se dediquen a la música en esos lugares , ya se merecen un premio por perder la inseguridad de mostrar sus movimientos musicales, totalmente de acuerdo contigo , Yandros.
Creo que yo también estaba ahí. Y en el del señor del violín. Y en el de la chica de la balalaica. Y en el de... en fin.
La vida real tiene mucho de ciencia ficción, seguro que sabes plasmarlo de maravilla.
Supongo que nadie les da las gracias a estos viajeros espontáneos porqués saben lo que vendrá a continuación, el tender la mano y el hablar de las miserias de su vida, y entonces ese punto de desconfianza de saber si es sólo su estrategia de pequeños "oliver Twist" y esa mala cara si no sale ninguna moneda de cada una de las carteras. Pero para mí esos segundos siempre han sido fantásticos, un espacio suficiente para romper con mis pensamientos, el metro y el tren también dan para pensar.
Yo soy de las que desvío a veces algún itinerario recurrente, para disfrutar de algún músico habitual de la zona. Lo que me llama sobremanera la atención de esa especie de "ángeles urbanos", es lo mucho que parecen disfrutar mientras tocan... es como una transfiguración...
Y el metro es un lugar ideal para inspirar miles de historias. Creo que todos hemos fantaseado alguna vez en ese sentido. Una conversación anónima o la mirada extraviada de algún viajero solitario son desencadenantes en ese sentido ¿verdad?
Así que a la espera quedamos de esas historias y reflexiones.
Un abrazo.
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