No se porqué algunas imágenes de la infancia quedan grabadas a fuego en la mente sin que parezca que exista un acontecimiento importante a su alrededor que lo justifique. Yo recuerdo un cubo redondo azul claro, de esos que se utilizan para fregar, pero sin el escurridor. Muchas veces lo utilizamos cuando vamos a encalar una pared, algo que en el sur se lleva mucho, porque el diseño de las casas está más pensado para soportar el verano que el invierno, al contrario que en el norte, donde la piedra sustituye a la cal. Ambas cosas tienen encanto y funcionalidad a partes iguales.
El cubo azul en mi mente es nítido. De forma más borrosa aparece un escenario difuminado, seguramente mezcla de ficción y realidad. Existe un edificio blanco y alargado de tejas descoloridas por el sol andaluz y algunos árboles de dudosa altura y especie perdida en la nebulosa de los recuerdos. Un suelo pedregoso, inundado de hojas muertas en ocasiones, quizás un sendero tortuoso hecho a base de incontables idas y venidas de neumáticos...Puede que una verja de acceso, pero ya es aventurar demasiado. Puede que haga más de un cuarto de siglo. Y de niños, todo parece más grande.
El cubo azul en mi mente es nítido. De forma más borrosa aparece un escenario difuminado, seguramente mezcla de ficción y realidad. Existe un edificio blanco y alargado de tejas descoloridas por el sol andaluz y algunos árboles de dudosa altura y especie perdida en la nebulosa de los recuerdos. Un suelo pedregoso, inundado de hojas muertas en ocasiones, quizás un sendero tortuoso hecho a base de incontables idas y venidas de neumáticos...Puede que una verja de acceso, pero ya es aventurar demasiado. Puede que haga más de un cuarto de siglo. Y de niños, todo parece más grande.
Hay una figura más nítida aún que ese cubo azul. El cubo azul está entre sus piernas, él en una especie de taburete y dejaba caer un fruto amarillento dentro del cubo. Es mi abuelo Santiago. Mucha gente no sabe lo que es un higo chumbo, pero en Andalucía son muy comunes. Cogerlos y pelarlos es fácil. Lo difícil es no pincharse con sus espinas, pero mi abuelo cogía la fruta con sus manos y con una habilidad fascinante pelaba la fruta y la echaba al cubo azul. Una tras otra y de vez en cuando me daba uno para mi deleite, pues me encanta ese fruto dorado y dulzón. Y para mí, mi abuelo era el dueño de todo porque era el que entraba y salía en esa enorme casona blanca y me montaba en el tren y se paseaba por él y todo el mundo le saludaba. Y yo creía que era el dueño del tren, de las vías y del mundo entero.
Esa casona blanca creo que era una estación de tren de las antiguas, ese páramo pedregoso y arbolado eran las dependencias de RENFE y mi abuelo trabajaba allí. No era el dueño de nada de eso, ni de la casona, ni del tren, ni del mundo entero. No le hacía falta, pues mientras que algunas personas llenan su cubo azul de pepitas de oro, otros lo prefieren llenar de frutos dorados mientras hablan con su nieto.
Mi abuelo era y es dueño de otras cosas bastante más intangibles. Es el dueño de las reuniones familiares, porque su rostro se ilumina cuando su gente está cerca. Es el dueño del mando de la televisión y bucea siempre entre un pelota sobre un césped verde o un desierto lleno de pistoleros. Le encantan los cactus y las porterías. Es el dueño de los crucigramas en la hora de la siesta, quedándose dormido sobre aquellos cuadros blancos y negros donde ponía las letras. Las gafas semicaídas, el bolígrafo vertical entre sus dedos y un ronquido creciendo en intensidad forma parte también de mis recuerdos más lejanos. Es el dueño del cuchillo jamonero, que saca con presteza cuando estamos todos revoloteando por la casa y lo alterna con ese cuchillo con la punta curvada hacia arriba que le sirve para cortar el queso y pincharlo a la vez. Es el dueño indiscutible del dominó y de las barreras del parchís, donde se atrinchera esperando sin piedad a que pasemos alguna de nuestras fichas para devorarla con una carcajada de satisfacción.
No le hace falta una enorme casona blanca, ni un tren enorme. No le hace falta el mundo entero. Mi abuelo es dueño de gran parte de mis recuerdos.
Es una riqueza incomparable dejar esa huella en tus nietos.