viernes, 23 de septiembre de 2011

Lazos de Sangre. El cubo azul



No se porqué algunas imágenes de la infancia quedan grabadas a fuego en la mente sin que parezca que exista un acontecimiento importante a su alrededor que lo justifique. Yo recuerdo un cubo redondo azul claro, de esos que se utilizan para fregar, pero sin el escurridor. Muchas veces lo utilizamos cuando vamos a encalar una pared, algo que en el sur se lleva mucho, porque el diseño de las casas está más pensado para soportar el verano que el invierno, al contrario que en el norte, donde la piedra sustituye a la cal. Ambas cosas tienen encanto y funcionalidad a partes iguales.
El cubo azul en mi mente es nítido. De forma más borrosa aparece un escenario difuminado, seguramente mezcla de ficción y realidad. Existe un edificio blanco y alargado de tejas descoloridas por el sol andaluz y algunos árboles de dudosa altura y especie perdida en la nebulosa de los recuerdos. Un suelo pedregoso, inundado de hojas muertas en ocasiones, quizás un sendero tortuoso hecho a base de incontables idas y venidas de neumáticos...Puede que una verja de acceso, pero ya es aventurar demasiado. Puede que haga más de un cuarto de siglo. Y de niños, todo parece más grande.

Hay una figura más nítida aún que ese cubo azul. El cubo azul está entre sus piernas, él en una especie de taburete y dejaba caer un fruto amarillento dentro del cubo. Es mi abuelo Santiago. Mucha gente no sabe lo que es un higo chumbo, pero en Andalucía son muy comunes. Cogerlos y pelarlos es fácil. Lo difícil es no pincharse con sus espinas, pero mi abuelo cogía la fruta con sus manos y con una habilidad fascinante pelaba la fruta y la echaba al cubo azul. Una tras otra y de vez en cuando me daba uno para mi deleite, pues me encanta ese fruto dorado y dulzón. Y para mí, mi abuelo era el dueño de todo porque era el que entraba y salía en esa enorme casona blanca y me montaba en el tren y se paseaba por él y todo el mundo le saludaba. Y yo creía que era el dueño del tren, de las vías y del mundo entero.


Esa casona blanca creo que era una estación de tren de las antiguas, ese páramo pedregoso y arbolado eran las dependencias de RENFE y mi abuelo trabajaba allí. No era el dueño de nada de eso, ni de la casona, ni del tren, ni del mundo entero. No le hacía falta, pues mientras que algunas personas llenan su cubo azul de pepitas de oro, otros lo prefieren llenar de frutos dorados mientras hablan con su nieto.
Mi abuelo era y es dueño de otras cosas bastante más intangibles. Es el dueño de las reuniones familiares, porque su rostro se ilumina cuando su gente está cerca. Es el dueño del mando de la televisión y bucea siempre entre un pelota sobre un césped verde o un desierto lleno de pistoleros. Le encantan los cactus y las porterías. Es el dueño de los crucigramas en la hora de la siesta, quedándose dormido sobre aquellos cuadros blancos y negros donde ponía las letras. Las gafas semicaídas, el bolígrafo vertical entre sus dedos y un ronquido creciendo en intensidad forma parte también de mis recuerdos más lejanos. Es el dueño del cuchillo jamonero, que saca con presteza cuando estamos todos revoloteando por la casa y lo alterna con ese cuchillo con la punta curvada hacia arriba que le sirve para cortar el queso y pincharlo a la vez. Es el dueño indiscutible del dominó y de las barreras del parchís, donde se atrinchera esperando sin piedad a que pasemos alguna de nuestras fichas para devorarla con una carcajada de satisfacción.
No le hace falta una enorme casona blanca, ni un tren enorme. No le hace falta el mundo entero. Mi abuelo es dueño de gran parte de mis recuerdos.
Es una riqueza incomparable dejar esa huella en tus nietos.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Resurrección

No sé si seguirá palpitando un tiempo o finalmente fundiré el Futuro en la Torre del Caos...
Pero mientras lo decido, he vuelto a abrir la puerta a la imaginación...

Os invito a la Resurrección de Crónicas del Futuro...

Abrazos

lunes, 12 de septiembre de 2011

Diario de un Observador IV. CEIF



Mi informe acerca de la posición en la Zona de Conflicto de la sociedad terráquea ha causado una oleada de interés en los Centros Galácticos del Conocimiento. Estoy algo nervioso, la Comisión de Estudio de Inteligencias en Fase pre-expansiva ha formado una Delegación de cinco expertos en el tema que se dirigen hasta nuestra base para confirmar los datos que hemos recabado y revisar el desarrollo de las ecuaciones de Trekchin en busca de algún error. De confirmarse las sospechas, este pequeño mundo perdido en uno de los brazos de nuestra Espiral va a convertirse en el centro de todas las miradas.

El Consejo Galáctico se muestra cauto, pero ya comienza a vislumbrarse una brecha de opiniones: unos tienen miedo, otros esperanza...

lunes, 5 de septiembre de 2011

Diario de un Observador III. La Curva de Trekchin

La disparidad de fuentes energéticas que usan los humanos me asombra. Lo hacen de forma desproporcionada en unos casos, descontrolada en otros e ineficazmente en la mayoría. La distribución geográfica que sus sociedades tribales han hecho a lo largo de su planeta condiciona gravamente la disponibilidad de dichos recursos. Tienen un miedo atroz a los misterios de la energía atómica que a estas alturas de su civilización debería ser un juguete. Estudiando su historia contemporánea he descubierto las razones de tal temor. La velocidad vertiginosa de sus avances tecnológicos han hecho que la curva de Trekchin alcanzara su punto crítico a lo largo de sus dos últimos siglos, entrando en la Zona de Conflicto SocioTecnológico. A los doctores de la Teoría de la Selección de Civilizaciones les encantará saber que hemos encontrado una civilización en este estadio de su historia. Si no recuerdo mal, le Teoría indica que los avances tecnológicos, los avances sociales y la capacidad de entendimiento entre las distintas subsociedades creadas en un mismo planeta hasta su salida al exterior conforman una compleja ecuación diferencial que pone una serie de límites matemáticos a la evolución tecnológica de la civilización. Traducido a lenguaje social, si la evolución tecnológica sigue una curva exponencial mientras la progresión en el entendimiento social sigue en progresión geométrica, llegará un punto crítico en el que los avances tecnológicos estarán por encima de la capacidad ética y moral de los individuos para su uso. La Teoría dice que las Civilizaciones que entren en la Zona de Conflicto no lograrán abrirse paso hacia el estadio espacial, pues los conflictos internos alcanzarán proporciones autodestructivas.
Todas las civilizaciones espaciales conocidas cumplen el Principio de Trekchin una vez analizados los hitos de su historia. Pero hasta ahora no se había encontrado ninguna civilización en esta fase para analizar la evolución.
¿Serán estos humanos una excepción que confirme la regla? ¿Se abrirán paso de entre la neblina hacia una nueva era?
¿Que nuevo orden cósmico nos deparará el hecho de que una civilización sea tan impredecible como para desafiar todas las teorías socioplanetarias consideradas válidas?

Diario de un Observador II

Diario de un Observador I

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