-¿Y éste?
- Mutación tipo electromagnética.
En situaciones de estrés, genera un campo magnético a su alrededor.
-¿Lo hace conscientemente?
-No. Vive solo, sin televisión ni
radio, ni nevera, ni ningún tipo de aparato eléctrico, por lo que deducimos que
conoce perfectamente su poder, pero no sabe controlarlo. El pobre tiene la
despensa llena de tilas, pastillas para dormir y relajantes musculares.
Le observaron a través de la pared
de vidrio tintado. Era un individuo menudo, de aspecto ratonil, con la espalda
ligeramente encorvada a pesar de no aparentar más allá de cuarenta años. Sus
ojos se movían nerviosamente de un lado a otro mientras intentaba responder a
las preguntas del interrogador.
-Imagino que activaremos el
protocolo habitual de aislamiento con respecto al resto de los individuos.
-Sí señor, aislamiento tipo A.
- Vamos, ¿de verdad le parece tan
peligroso? Si está más asustado que cualquiera de los últimos que hemos visto.
Quizás el tipo B sea más indicado.
- Es un peligro potencial, aunque
no sea intencionado. Por sí mismo no
parece querer hacer ningún daño pero si se siente amenazado es capaz de
cualquier cosa. La semana pasada un policía le paró para multarle y los
semáforos de cuatro manzanas se volvieron locos. Hubo varios accidentes.
Imagine si en vez de una multa se siente en peligro de muerte.
-Entiendo. ¿Cuándo empiezan a
administrarle la dosis?
- Esta misma noche. Encontrar el
antídoto al gen mutante ha sido especialmente difícil en este caso; la
sustancia se volvía inestable al contacto con cualquier campo electromagnético,
así que hemos de administrársela en una habitación totalmente aislada. Le
daremos de comer en una habitación aparte.
- Eso podría hacerle sospechar, ¿no?
- Es una persona bastante tímida,
le hemos dado a elegir entre comida comunitaria o aislada, previo
condicionamiento mediante hipnosis. De esta forma cree que la decisión es suya.
-Vaya, veo que está en todo,
doctor.
-Es mi deber.
Se quedaron contemplando al
individuo un par de minutos más. Patersson respiró hondo.
-Se ha confirmado la edad,
¿verdad?
- Por supuesto. Treinta y siete
años, según el escáner óseo. Entra dentro del rango probable de los individuos
nacidos durante el periodo de radiación de neutrinos del 2012.
-Bien, es suficiente por hoy. Manténgame
informado de la evolución en el tratamiento, especialmente de éste, de la chica
con la vista infrarroja y de aquel de la piel dura como una roca
- Entendido señor.
Patterson salió apresuradamente
del Centro de Internamiento Especial. Odiaba este puto trabajo de Supervisor de
Internos. La mayoría, individuos atemorizados de sí mismos, incomprendidos de
una sociedad que los rechaza. Etiquetados y enjaulados como muestras de
laboratorio. Eran puntos aislados desorientados sin nadie que los guíe, que les
ayude a entender su poder.
Cada noche Patterson tenía
pesadillas con cada uno de esos rostros. Hasta ahora había pasado desapercibido
gracias al control que ejercía sobre su poder y a la posición que había logrado
alcanzar, pero quizás estaba intentando alargar lo inevitable. Cobarde. No, él no era un cobarde. Era cauto, nada más, desconfiado, paciente.
Los individuos con los que se había encontrado eran demasiado inestables
emocionalmente para comenzar un núcleo de resistencia. Cobarde. No, tenía que
esperar. Cobarde, cobarde, decían esos rostros. Cerraba los ojos y los
rostros se hacían más y más grandes, lo rodeaban. Cobarde…
Pattersón se hundió en su sillón
y cerró los ojos con fuerza. Sondeó en la periferia. Nada. A los diez minutos
un débil pulso brilló en su mente. Se acercaba uno de ellos, tres calles más
abajo. Detectó ansiedad, huía de algo. Tenía una pauta cerebral bella. Sus
conexiones neuronales le resultaban armónicas, una sinfonía que se aceleraba
sin perder el orden. Huía, pero pensaba rápidamente…
Se puso la gabardina y bajó las
escaleras de su apartamento. El pulso se hacía más y más intenso. Su poder…¿Invisibilidad?
¿Qué demonios hacía huyendo entonces? Un ladrido le sacó de dudas. Mierda, lo
iban a pillar. Echó a andar al tiempo que vio como una figura oscura doblaba la
esquina y se dirigía corriendo hacia él. A los diez segundos dos enormes perros
seguidos de cuatro individuos seguían la misma trayectoria. La figura oscura
pasó junto a él y sus miradas se cruzaron una milésima de segundo. Era una
chica. Asustada. Controlaba su poder, pero estaba muy asustada.
-¡Apártese!
Patterson se echó a un lado
mientras vió cómo uno de los perros alcanzaba la pantorilla de la chica que
frenaba su carrera con un grito agónico. Llegaron los cuatro individuos
uniformados para apresarla. La golpearon en la cabeza, en el rostro, le
empezaron a dar patadas mientras ella vociferaba y sangraba por la boca.
Patterson cerró los ojos. No había rostros, sólo esos ojos negros suplicando
ayuda, esa pauta cerebral…tan bella. Gritaba. Gritaba ella, gritaba su pauta.
Auxilio, auxilio…Cobarde. Esos rostros…
-¡Basta!
Los policías miraron extrañados
hacia aquel individuo que se acercaba hacia ellos.
-Basta, por favor, no es
necesario…
- ¿Quién coño se cree que es
usted? Es una zorra mutante, joder. Quítese de en medio si no quiere problemas
-
No creo que este sea el protocolo a seguir. Deben ser conducidos a las
dependencias del CEI sin sospecha alguna, no deben ser tratados de esa forma…
- ¿El CEI? Otro gilipollas que se
cree la propaganda gubernamental. Mira lo que le hago a tu amiga mutante-dijo
uno de ellos mientras le sacudía una patada en el abdomen.
Patterson sintió nauseas. La
pauta cerebral se apagaba…tan bella. Cobarde.
Calor, mucho calor, su cerebro hervía. Rebelión.
No, no era el momento, había que esperar. Otra patada, otro grito. Sangre.
Ladridos. Cobarde. Esos ojos… Cierra
los ojos. Concéntrate. Dos perros. Fácil.
Uno, dos, tres…Abre los ojos, queda uno, está aterrorizado.
Patterson abrió los ojos. Tres cuerpos yacían a sus pies, convulsionando. El cuarto
retrocedía asustado mientras se escuchaba a lo lejos el ladrido lastimero de
los perros alejándose de allí…
-¿Qué demonios?
No le hables. Entra en su mente. Rompe esta conexión, toca esta
fibra…Huye.
Abrió los ojos de nuevo. EL
policía se alejaba tambaleándose. Patersson se agachó para recoger a la chica.
Su pauta era débil pero seguía siendo bella. Abrió sus ojos, aturdida.
-¿Quién…quién eres? Balbuceó
- No te preocupes por eso. Nadie
va a hacerte daño.
-Gr..gracias
Se durmió en sus brazos. Entró en
el portal de su piso con la chica en brazos. No, no estaba muerta. Allí seguía
ella. Su pauta, sus conexiones. La tumbó sobre su cama y observó su rostro
desfigurado y amoratado por los golpes. Cerró los ojos para evitar las
lágrimas. Otro pulso lejano. Cinco calles a lo sumo. Intenso. Furia. Dolor.
Llamas.
Ven, ven hacia aquí. No estás
solo
5 comentarios:
Al final resulta que no es cobarde, creo que esrá desbordado.
Muy bueno, muy bueno.
Algunas partes no me quedan muy claras y me pierdo un poco dentro de lo que está pasando. El final me deja con ganas de saber lo que pasó después. Es interesante el tema de los mutantes, a mí me encanta y lo uso en historias. Da la sensación de que tu historia transcurre dentro de un universo muy grande, ¿la escribiste concibiéndola como parte de algo mayor?, es que no recuerdo si ya has escrito sobre mutantes.
¡Saludos! :D
Supongo que Peterson necesita tiempo, poco a poco. Siempre me ha parecido extraño que los perseguidos sean precisamente los que tienen más poder, como en Xmen, podrían eliminar a cualquier ser humano con y sin embargo en nuestra interpretación de la historia son ellos los débiles.
Muy bueno. Veo que no has perdido tu toque.
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