En numerosas ocasiones os he hablado de la vida como un conjunto de senderos que se entrecruzan y donde nos sometemos a continuas decisiones sobre el camino que hemos de tomar. Conforme nos adentramos en la sociedad en la que vivimos y formamos cada vez más parte de su maquinaria imparable, estas decisiones están cada vez más acotadas y dirigidas. Es complicado salirse de la marea que nos arrastra en el día a día, a duras penas sacamos la cabeza de lo cotidiano y buscamos la aleatoriedad, lo imprevisible, lo diferente o lo extraño para convencernos a nosotros mismos que marcamos el ritmo de nuestras vidas y que no es la inercia del mundo en el que vivimos la que acompasa la cadencia de nuestros pasos.
Hace quince años yo era un adolescente con multitud de senderos por elegir y muchas cosas por aprender. Hace quince años el destino me regaló un mes para que descubriera aspectos de la vida que me eran desconocidos, para que abriera mi mente y mis sentidos y explorara los pequeños alicientes de lo impredecible.
Hace quince años, en una beca de un mes a Inglaterra conocí a gente que marcaron un antes y un después en mi formación como persona.
Hay personas que están presentes toda tu vida y por lo tanto marcan tu existencia para siempre. Son la familia, los amigos de siempre, la persona con la que compartes tu vida y pocos más. Luego hay personas que han aparecido en algún momento puntual de tu vida y sientes que tuvieron un efecto decisivo en tu forma de ser, de pensar, o de entender la vida. Algún profesor, algún familiar menos cercano, algún amigo que marcó una época…En mi caso, estas apariciones puntuales fueron dos veranos en Inglaterra en los que no existía Internet, ni sms, ni facebook, ni ningún artilugio para facilitar la comunicación. Estudiantes de todos los rincones de España que sólo teníamos en común las buenas notas y el temor escondido a lo que nos pudiera deparar el futuro. Clases matutinas entre bromas, tardes de actividades sin parar y noches de charlas infinitas sin ningún objetivo en concreto. Tan sólo compartir. Compartir risas en un país extraño, compartir anécdotas diarias para pasar el tiempo, y sentir que formas parte de un grupo en el que cada uno es importante sin ser imprescindible.
La fuerza de un grupo es netamente superior a la suma de sus individuos. Diez personas son mucho más que la suma de cada uno de ellos. Pero como contrapartida, la fuerza del grupo sólo se activa si hay la cantidad de ilusión necesaria para llevar los proyectos hacia delante. Hace cinco años una persona de este grupo removió tierra, mar y aire para encontrar la forma de volver a reunirnos a todos y revivir aquellas experiencias del verano del 95. Después, cada año, ha supuesto un ligero esfuerzo para no volver a caer en lo cotidiano y en la desidia y volver a juntar a ese pequeño grupo y avivar los recuerdos para que no se tornen amarillentos y decadentes en nuestro álbum de la vida particular.
Este fin de semana ha sido la primera vez que he podido asistir a un reencuentro de aquel grupo de Cheltenham del año 1995. Quince años después, los caminos vuelven a cruzarse. La primera vez el destino nos dirigió a todos hacia ese cruce. Ahora somos nosotros los que forzamos al destino a juntar nuestros senderos. Porque hay una ilusión que mueve esa fuerza. Porque alguien puso esa ilusión en marcha y no se dejó caer en la desidia. En nombre de todos, gracias Leles.
Siempre he pensado que los momentos son para disfrutarlos y no perderse en la melancolía. Me hubiera gustado deciros a cada uno de vosotros lo bien que lo pasé aquel verano, lo mucho que me ayudó a crecer como persona, a reforzar mi autoestima, a sentirme parte de un organismo mayor, a creer en el colectivo y a comprobar que dentro de esta sociedad de ritmo imparable que nos asfixia, a veces hay que separar lo urgente de lo importante. Pero no era el momento. Sólo quería volver a reír y a dejar que los recuerdos de antaño volvieran a recuperar su color original. Así que aprovecho ahora, en el tiempo de reflexión, para deciros que me ha alegrado mucho comprobar que si bien la vida nos ha ido llevando por caminos diferentes, hemos buscado los atajos necesarios para viajar en el tiempo y volver a reír como antaño.
Hace quince años yo era un adolescente con multitud de senderos por elegir y muchas cosas por aprender. Hace quince años el destino me regaló un mes para que descubriera aspectos de la vida que me eran desconocidos, para que abriera mi mente y mis sentidos y explorara los pequeños alicientes de lo impredecible.
Hace quince años, en una beca de un mes a Inglaterra conocí a gente que marcaron un antes y un después en mi formación como persona.
Hay personas que están presentes toda tu vida y por lo tanto marcan tu existencia para siempre. Son la familia, los amigos de siempre, la persona con la que compartes tu vida y pocos más. Luego hay personas que han aparecido en algún momento puntual de tu vida y sientes que tuvieron un efecto decisivo en tu forma de ser, de pensar, o de entender la vida. Algún profesor, algún familiar menos cercano, algún amigo que marcó una época…En mi caso, estas apariciones puntuales fueron dos veranos en Inglaterra en los que no existía Internet, ni sms, ni facebook, ni ningún artilugio para facilitar la comunicación. Estudiantes de todos los rincones de España que sólo teníamos en común las buenas notas y el temor escondido a lo que nos pudiera deparar el futuro. Clases matutinas entre bromas, tardes de actividades sin parar y noches de charlas infinitas sin ningún objetivo en concreto. Tan sólo compartir. Compartir risas en un país extraño, compartir anécdotas diarias para pasar el tiempo, y sentir que formas parte de un grupo en el que cada uno es importante sin ser imprescindible.
La fuerza de un grupo es netamente superior a la suma de sus individuos. Diez personas son mucho más que la suma de cada uno de ellos. Pero como contrapartida, la fuerza del grupo sólo se activa si hay la cantidad de ilusión necesaria para llevar los proyectos hacia delante. Hace cinco años una persona de este grupo removió tierra, mar y aire para encontrar la forma de volver a reunirnos a todos y revivir aquellas experiencias del verano del 95. Después, cada año, ha supuesto un ligero esfuerzo para no volver a caer en lo cotidiano y en la desidia y volver a juntar a ese pequeño grupo y avivar los recuerdos para que no se tornen amarillentos y decadentes en nuestro álbum de la vida particular.
Este fin de semana ha sido la primera vez que he podido asistir a un reencuentro de aquel grupo de Cheltenham del año 1995. Quince años después, los caminos vuelven a cruzarse. La primera vez el destino nos dirigió a todos hacia ese cruce. Ahora somos nosotros los que forzamos al destino a juntar nuestros senderos. Porque hay una ilusión que mueve esa fuerza. Porque alguien puso esa ilusión en marcha y no se dejó caer en la desidia. En nombre de todos, gracias Leles.
Siempre he pensado que los momentos son para disfrutarlos y no perderse en la melancolía. Me hubiera gustado deciros a cada uno de vosotros lo bien que lo pasé aquel verano, lo mucho que me ayudó a crecer como persona, a reforzar mi autoestima, a sentirme parte de un organismo mayor, a creer en el colectivo y a comprobar que dentro de esta sociedad de ritmo imparable que nos asfixia, a veces hay que separar lo urgente de lo importante. Pero no era el momento. Sólo quería volver a reír y a dejar que los recuerdos de antaño volvieran a recuperar su color original. Así que aprovecho ahora, en el tiempo de reflexión, para deciros que me ha alegrado mucho comprobar que si bien la vida nos ha ido llevando por caminos diferentes, hemos buscado los atajos necesarios para viajar en el tiempo y volver a reír como antaño.
Hace quince años todos nos despedimos con la sensación de que no volveríamos a vernos nunca. Ayer me despedí con la sensación de que cuando las cosas se hacen con optimismo e ilusión, el ser humano, el grupo, el colectivo, es invencible.
Un abrazo a todos, me ha encantado volver a veros.
9 comentarios:
Esos reencuentros son los más especiales, sin duda =) Tengo yo uno de estos reencuentros pendientes, a ver si alguna vez conseguimos ponernos de acuerdo y quedar de nuevo =)
Besotes^^
Sé perfectamente de lo que hablas! Precisamente el verano del que hablas para mi también fue "MÁS QUE ESPECIAL": compartí con otros adolecentes como yo, locos por comerse el mundo, una de las experiencias más maravillosas que he vivido hasta ahora, la Ruta Quetzal! Diez años después, hicimos lo posible por que nuestros caminos volvieran a cruzarse y fue.. simplemtne genial, mágico! El mes que viene, 15 años después, los caminos se volverán a cruzar, con la pena de que yo no podré asistir, pero bueno.. haré lo imposible porque dentro de 5 años (cuando haga 20 años de aquel verano mágico) mi camino se vuelva a cruzar con los amigos que aparecieron en mi vida en aquella vivencia! :D
Me alegra mucho que lo hayas disfrutado tanto y también que hayas vuelto a la blogosfera: aquí, nuestros caminos tambien vuelven a cruzarse una vez más!
Muchos besos. Angie.
Yo no he vivido un reencuentro así, y la verdad es que sería maravilloso volver a sentirse como en aquel entonces. Conforme leía he ido recordando a muchas personas con las que me he cruzado en mi camino, y de algunas me pregunto qué ocurrió para distanciarnos tanto y sé que ocurrir no ocurrió nada, sino más bien, pues lo que pasa siempre, que cada una va liada con su vida y el tiempo va pasando y cuando te das cuenta, pues esa persona ya no forma parte de tu vida.. Pero bueno si hay voluntad e ilusión, los reencuentros son posibles.
Un abrazo.
que bonito
me alegro mucho de ese reencuentro
Aunque nosotros, los de antes, ya no seamos los mismos, ha sido maravilloso volver a verte, reconocerte y volver a quererte. Y aunque nuestros caminos no volvieran a cruzarse y nuestras risas no volvieran a escucharse juntas, habría merecido la pena. Un abrazo enorme.
No tiene nada que ver con tu entrada, pero es que vi esta noticia y rápidamente me acordé de ti, a ver qué te parece, a mí alucinante...
http://es.noticias.yahoo.com/23/20101029/video/vgo-un-mvil-en-una-pelicula-de-chaplin-b590e66.html
Mi Yandros, que te tengo abandonado. Qué bonito todo lo que has dicho, es verdad que hay personas que aunque han estado poco tiempo en nuestra vida se han hecho imborrables porqué de una manera u otra han favorecido nuestro crecimiento personal.
Y es verdad que hay conjuntos de personas, pero el verdadero grupo parte de la ilusión y del objetivo común, y esto no siempre es fácil de lograr.
Te felicito por haber encontrado ese atajo que te ha llevado nuevamente al punto de encuentro en el camino, para recordar sin melancolia y con mucha satisfacción, aquello que marcó tu vida.
Qué entrada tan entrañable, es tremenda!..
Me alegro que hayas podido disfrutar de ese reencuentro, y comprobar qué tal le ha ido a cada uno del grupo.
Una sonrisa!
Uno de los motivos por los que me fascina la facilidad de comunicación que tenemos ahora es por la cantidad de reencuentros imposibles que se viven gracias a las herramientas que tenemos al alcance de nuestras manos... Me encantan esos reencuentros... nunca he vivido ninguno, a pesar de que he tenido posibilidad de recuperar alguno, pero algo truncó mis ganas de revivir mi pasado.
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