sábado, 23 de julio de 2011

Les misérables

He de dar gracias a Angelical y al pequeño grupo de la Travesía Literaria. El año pasado compartí algunas estaciones aprendiendo nuevos estilos literarios y formas de expresarse. Siempre he pensado que en la diversificación está la maestría y como aficionado a la lectura en general, me sentía con la necesidad de explorar senderos distintos al de la ciencia ficción. Sumergirme en el Romanticismo fue algo inesperado para mí; la visión errónea de simples relatos excesivamente azucarados, empalagosos e idílicos quedó tambaleante al leer el Conde de Montecristo. Edgar Allan Poe siempre me había cautivado, Jane Eyre me sorprendió y La Dama de las Camelias me descolocó...entre las farragosas descripciones, entre los párrafos densos y eternos, se escondían multitud de adjetivos desconocidos, reflexiones profundas acerca de la sociedad, el ser humano o la naturaleza...

Por eso cuando nos vinimos a vivir a Madrid me dije ¿Y porque no ir a ver el musical de Los Miserables?


Pero antes decidí armarme de valor y probar con Victor Hugo. Terminé el libro media hora antes de entrar al musical. Conmocionado por la asombrosa capacidad de mezclar filosofía, historia, pasiones, dudas, temores, reflexiones, opiniones, amor y odio, paisajes idílicos y horrores indescriptibles, me senté en mi butaca y comenzó el espectáculo.


Hacer que el espectador se sumerga en una historia determinada es una obra de arte. Y de alguna manera entre Victor Hugo y estos actores-cantantes-bailarines han logrado que me sienta parte de un todo más grande. El engranaje de la historia quiso que Victor Hugo viviera en la época adecuada para ser testido de los grandes acontecimientos que marcarían el futuro de la época que vivimos. Intrincados en una enredadera social compleja, los personajes mezclan su lucha cotidiana con objetivos mucho más altruistas.


Los miserables no es una historia cualquiera. Es la historia de Jean Valjean, de Cosette, de Marius y de Javert, sí. Pero también es la historia de una lucha, de un cambio en la sociedad humana, de una rebelión contra las injusticias sociales. Los Miserables demuestra que no existe un sólo punto de inflexión en los grandes acontecimientos de la historia. Existen muchos puntos decisivos, mucho sufrimiento, mucho dolor, mucha pasión, mucha dedicación para cambiar las cosas. Pero sobretodo es necesario actuar unidos. Quizás Napoleón pudo cambiar su tiempo durante un par de décadas. Pero a su muerte, el río salva el escollo y vuelve a su cauce normal. Hacen falta muchos escollos, unidos, convencidos, resistentes para finalmente desviar el camino. La Revolución Francesa no sólo fue en 1789. Duró al menos 7 décadas, en el que el viejo orden se resiste a morir y la nueva sangre lucha por emerger de las profundidades...

Y en medio de esta madeja histórica, se habla de la miseria y de la grandeza humana, a partes iguales. Tan miserable puede ser el rico que desprecia a los que no tienen nada como el que no tiene nada y sobrevive engañando a los que son tan desgraciados como él. Tan grande es el que lucha por un futuro mejor a costa de su propia vida como el que dedica su vida a redimir sus errores del pasado.
Victor Hugo escribió hace casi 150 años una obra que aún hoy dia se considera una defensa a los oprimidos de la historia pasada, presente y futura. Siglo y medio después, su historia ahora no sólo es leída sino también cantada. Afortunadamente, no ha sido olvidada.

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