martes, 2 de noviembre de 2010

Océano de balasto


De pequeño me monté alguna vez que otra en el tren con mi abuelo. Un tren de los de antes, con asientos de skay color rojo oscuro, agarraderas de cuero y un traqueteo incesante y soporífero. Las puertas del tren iban abiertas en un desesperado intento por disimular los asfixiantes cuarenta grados que abrasaban el campo de mi Andalucía de interior. Me llamaban la atención aquellas piedras grises sobre las que volaba el tren, los hilos que le conferían un aspecto enigmático y titiritero, las maderas que, colocadas a modo de escalera horizontal, cosían rítmicamente unos raíles que se perdían en el infinito. Todo el mundo se paraba cuando pasaba el tren, y veías a la gente haciendo cola en los pasos a nivel, mirando desde abajo el monstruo de metal que cruzaba sus destinos.
Los tiempos cambian. Esperando en la estación del AVE, observo el océano grisáceo de las mismas piedras que antaño me fascinaban, surcado por una marea de líneas rectas, perfectas, paralelas, interminables. A simple vista todo sigue igual. Pero al bajar la vista compruebo que el acero se ha divorciado de la madera y ahora, unas elegantes traviesas de hormigón unen la vida de dos raíles solitarios. Los postes de catenaria, otrora del mismo gris impersonal que el balasto (con el tiempo pude ponerle nombre a esas piedras sobre las que duerme la vía), ahora se disfrazan de azul eléctrico. La estación, vanguardista y funcional, concentra viajeros apresurados entre sus paredes de cristal. Pocos bancos y mucho espacio. Atrás quedaron las estaciones de blanco encalado, arcos rústicos, enormes relojes y un señor con gorra y bandera al que todo el mundo esperaba con ansiedad.
Hoy eché de menos el "pasajeros al tren" que cada jefe de estación entonaba a su manera. La robótica voz que te informa del recorrido del tren y agradece que viajes con ellos, no tiene el mismo encanto.
Al subir al tren, repleto de gente con móviles, ipods, ordenadores portátiles, consolas y algún que otro e-book, caí en la cuenta de que los tiempos cambian. No tiene porqué ser a mejor ni a peor. Simplemente cambian.
Me entristeció no ver a ningún abuelo con su nieto.

15 comentarios:

Camaleona dijo...

Me fascina la tecnología y sus avances... pero también hay días en los que me entra la nostalgia y el miedo a perder la memoria del camino que la humanidad tuvo que andar para llegar a descubrir y disfrutar de todos estos avances.

aspid dijo...

yo lo que añoro son las estaciones esas que recuerdas y nombras.
con un cajero en taquilla, con un billete de cartón marrón, áspero, con el revisor que te pedía el billete y le hacía un agujero con su taladradora manual.
el silbato, ese reloj analógico, redondo, en blanco y negro y que no te informaba de a que hora venía el próximo.

y sí, también esas enormes vigas de madera medio retorcidas y descoloridas por el sol.

las estaciones de antes son algo que las nuevas generaciones se han perdido y que sólo conocerán a través de las nuevas tecnologías, o fotos antiguas.

pero nunca estarán allí, nunca sentirán ese frío austero que se sentía esperando en la calle, ni el olor de la estación.

puta pena.

muy bonito yandros, muy bonito.

Isi G. dijo...

Mi abuelo fue jefe de estación, así que el amor por el ferrocarril lo llevo encima desde siempre. No he llegado a conocer los trenes como tú, pero echo de menos las viejas estaciones de pueblos, ahora abandonadas. Da pena verlas.

Un beso^^

Ħαррy єyєs dijo...

Me gusta esta entrada. Se echan de menos esa parte de la vida, que de niños vimos, y que ahora escasea.

FBM dijo...

Veo que tus primeros trenes ya eran eléctricos. Por un lado comparas los postes de las catenarias. Y por otro abres la puerta para que entre el fresco. En mis primeros trenes lo que entraba era carbonilla.

cristal00k dijo...

Yo, como FBM, también comencé mi periplo ferroviario en los trenes de carbonilla.

Recuerdo, incluso gallinas en algún vagón..., por no hablar de las tortillas y el chorizo.

Y los transbordos, siempre! había un transbordo, fueses donde fueses...

aissss ¡oh tempora! ¡oh mores!

gamar dijo...

Si, es muy cierto. Todo cambia.
Y yo insisto con mi idea:
Antes el sol, era más amarillo.

algalan dijo...

Desgraciadamente no tengo ningún recuerdo ferroviario en mi memoria. Siempre he vivido en la única gran zona turística de la España peninsular donde no existe ni existirá por muchos años el ferrocarril (ahora menos que han parado todo lo referente al tren litoral de la Costa del Sol). Una pena.

Ángelicaladas dijo...

Melancolia encerrada entre dos paralelas que siguen adelante, pase lo que pase...

Me encantó esta entrada XDDD

Pugliesino dijo...

La velocidad puede ayudar a salvar una vida; el carbón puede asfixiar el planeta, también hay muchos coches parados gracias al AVE; y así uno tras otro argumento a favor del progreso, pero queda esa sensación de perder algo. Que sí, que todo va en beneficio del bienestar, la salud, etc, pero sigo pensando que hay cosas que contienen algo que se echa de menos, algo que fomentaba la comunicación frente a los depedientes de las máquinas en que nos estamos convirtiendo hasta que... ¿vamos camino del mundo perfecto? :o no por favor!!

Un abrazo y muchas gracias quillo! :)

*Cuanto se hubiera avanzado en la lucha contra el cancer si se destinaran tantos medios como para el bienestar?

Yandros dijo...

Camaleona: Si es que lo queremos todo; avances y pasado...
...bastet; chica, si lo sé hacemos la entrada a medias, que fotografía de las estaciones antiguas tienes en la cabeza!
Ichi: Anda, mi abuelo también trabajaba en la renfe jajaja

Yandros dijo...

Happy eyes: el ser humano tiene una extraña apetencia por añorar el pasado....
FBM; pues ahora que lo dices creo que alguno de los trenes no eran eléctricos, pero el recuerdo es borroso...
cristal00k; hombre lo de los transbordos es una cosa que no echaré de menos

X dijo...

Fantástico, y fantástica la última frase.

Anónimo dijo...

A mí si me montaba mi abuelo en el tren para ir de Iznalloz a Granada.
La estación de Iznalloz es aún así. Con su reloj, sus traviesas de madera, sus piedras grises... no vi al señor con gorra la última vez... Me acuerdo que me daba miedo el túnel, justo al salir de la estación. Mis abuelos vivían muy cerca de la estación y se oía muy a menudo el tren pasar. A los pocos días ya no notabas su paso.
Me encanta tu entrada.

Juano.

Yandros dijo...

Gamar: Igual es que tu ves con menos color ahora...
Algalán: Y creo que va a seguir así durante mucho tiempo, lamentablemente. Hay que seguir conformándose con Portillo...
Angelical; sabía que tocaría tu fibra nostálgica...
Carlos: Son debates confusos, porque hay muchas variables. Indudablemente yo prefiero llegar de un sitio a otro en una hora en vez de en tres. Pero hay muchos pueblos que se quedan en el camino...son otros tiempos
X: Gracias, señor incógnita...
Juano: Las traviesas de madera y el señor con gorra van unidos. Si uno se van, las otras también...

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