Cuenta la Leyenda que hace muchos, muchos años había un pais que vibraba con el fútbol. Sus equipos eran considerados los mejores del planeta y todos los jugadores querían jugar en su Liga. Pero la Selección de este país siempre se precipitaba hacia el fracaso en las grandes citas Mundialistas. Generaciones enteras de este pais sufrían cíclicamente las decepciones o las injusticias, a partes iguales, y se lamentaba año tras año de que el dios del fútbol no les recompensara su pasión. Pero una vez sucedió que el dios del fútbol, harto de asistir a injusticias pasadas, a finales soporíferas y a criminales del balompié, surgió de las profundidades oceánicas en forma de pulpo para repartir justicia y resucitar al Fútbol, para demostrarle a todos que el deporte más bello del mundo se gana con el balón y no sin él, algo que los humanos comenzaban a olvidar.
Sucedió que el dios del fútbol rodeó con sus tentáculos mágicos a un grupo de pequeños hombrecillos de ese castigado país, los vistió de rojo y, capitaneados por un hombre taciturno con aspecto de maestro de escuela, les habló a todos y les pidió que trataran al balón como a su propia vida. Y partido tras partido, el dios del fútbol les puso trabas para probar su lealtad. Los equipos que se enfrentaban a estos virtuosos jugadores, se encerraban en su área y armados hasta los dientes defendían su portería olvidándose de que, en este juego, hay que marcar para ganar. Pero los aguerridos hombrecillos no perdieron su fe, y el Maestro Titiritero de frente despejada y bigote espeso movía sus hilos para sacar partido de la magia de sus jugadores.Y en la final soñada, en aquellos 90 minutos que se tornaron 120, el dios del fútbol los sometió a la más dura de las pruebas. Les castigó en forma de violencia naranja para probar su paciencia. Les mostró el dolor, les negó el gol durante 115 minutos para sumirlos en la desesperación e intentar que renegaran de su juego. Pero en el minuto 116, el dios del fútbol comprendió que este colectivo no renunciaría jamás a su juego, porque sería como renegar su esencia, como golpear su alma. Lo llevan dentro. El espíritu puro del fútbol estaba en ellos. No era necesario esperar más. El premio, cuando el camino ha sido duro y difícil, sabe mucho mejor. Y por eso, el dios del fútbol esperó hasta el final para premiar a estos jugadores, y cuando todo parecía abocado al azar de los penaltys, cuando de nuevo el país entero comenzaba a ver los fantasmas del pasado, un destello divino iluminó a uno de esos jugadores, y de un derechazo empujado por cuarenta y seis millones de almas, rompió en pedazos la red del miedo que les atrapaba y pasó a formar parte de la Historia.
Ésta es la Leyenda. La Leyenda de la Roja.
Hay muchas formas de ganar un Mundial. Pero sólo hay una forma de ganar el respeto del mundo del fútbol. Y es ganar como lo ha hecho La Roja. Con humildad, con paciencia, con calidad, con generosidad. Con el balón. Con ilusión.
Hay muchas formas de asumir que eres un héroe para tu país. Pero los Iniesta, Villa, Puyol, Casillas, Xavi, Ramos y todos los demás han sabido gestionar con humildad y fuerza colectiva lo que la sociedad les ha regalado. Ha ganado el grupo. Vicente ha sabido tratarlos con cariño, porque al fin y al cabo son chavales que juegan al fútbol. La única diferencia con los demás es que son los mejores del mundo.
Sucedió que el dios del fútbol rodeó con sus tentáculos mágicos a un grupo de pequeños hombrecillos de ese castigado país, los vistió de rojo y, capitaneados por un hombre taciturno con aspecto de maestro de escuela, les habló a todos y les pidió que trataran al balón como a su propia vida. Y partido tras partido, el dios del fútbol les puso trabas para probar su lealtad. Los equipos que se enfrentaban a estos virtuosos jugadores, se encerraban en su área y armados hasta los dientes defendían su portería olvidándose de que, en este juego, hay que marcar para ganar. Pero los aguerridos hombrecillos no perdieron su fe, y el Maestro Titiritero de frente despejada y bigote espeso movía sus hilos para sacar partido de la magia de sus jugadores.Y en la final soñada, en aquellos 90 minutos que se tornaron 120, el dios del fútbol los sometió a la más dura de las pruebas. Les castigó en forma de violencia naranja para probar su paciencia. Les mostró el dolor, les negó el gol durante 115 minutos para sumirlos en la desesperación e intentar que renegaran de su juego. Pero en el minuto 116, el dios del fútbol comprendió que este colectivo no renunciaría jamás a su juego, porque sería como renegar su esencia, como golpear su alma. Lo llevan dentro. El espíritu puro del fútbol estaba en ellos. No era necesario esperar más. El premio, cuando el camino ha sido duro y difícil, sabe mucho mejor. Y por eso, el dios del fútbol esperó hasta el final para premiar a estos jugadores, y cuando todo parecía abocado al azar de los penaltys, cuando de nuevo el país entero comenzaba a ver los fantasmas del pasado, un destello divino iluminó a uno de esos jugadores, y de un derechazo empujado por cuarenta y seis millones de almas, rompió en pedazos la red del miedo que les atrapaba y pasó a formar parte de la Historia.
Ésta es la Leyenda. La Leyenda de la Roja.
Hay muchas formas de ganar un Mundial. Pero sólo hay una forma de ganar el respeto del mundo del fútbol. Y es ganar como lo ha hecho La Roja. Con humildad, con paciencia, con calidad, con generosidad. Con el balón. Con ilusión.
Hay muchas formas de asumir que eres un héroe para tu país. Pero los Iniesta, Villa, Puyol, Casillas, Xavi, Ramos y todos los demás han sabido gestionar con humildad y fuerza colectiva lo que la sociedad les ha regalado. Ha ganado el grupo. Vicente ha sabido tratarlos con cariño, porque al fin y al cabo son chavales que juegan al fútbol. La única diferencia con los demás es que son los mejores del mundo.
4 comentarios:
Y se lo merecían mucho =D
Me encantó tu entrada futbolística, Yandros =D
Besotes^^
¡Qué palabras! Me has emocionado con tu narración de la Leyenda de la Roja, que yo futbolera no soy, pero me ha enganchado desde la primera letra. Cuarenta y seis millones de almas empujando al derechazo ... ¡que bonito te ha quedado! en serio, una entrada super bonita.
Besos.
Tienes toda la razón, ahora que lo dices, Vicente tiene pinta de maestro de escuela.
Pero lo que nos ha enamorado a todos no es sólo que hayamos ganado si no cómo hemos ganado. Ojalá se repita muchas veces!
me ha encantado tu crónica de una final histórica!! Muy sentida!
curioso que se marcara en el minuto 116..(el 16 era su número..)! No le quito en absoluto mérito a la Roja (que estuvo genial y con un juego limpio -no como la naranja- durante todo el mundial, pero igual Puerta movió algún hilillo allá arriba enviándole más fuerzas a los que un día fueron sus compañeros en el campo...
Besos. Angie.
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