miércoles, 21 de enero de 2009

Hora punta

A los que me pregunten porqué prefiero llegar media hora antes al trabajo, les invito a llegar hasta la oficina en coche justo atravesando la zona de los colegios a las 8:55 a.m. A esta hora, en esta zona, confluyen todas las circunstancias necesarias para que el Caos se expanda en todo su esplendor; todos los coches quedan apelotonados de forma simétrica con respecto a un mismo punto: la entrada del colegio. No existe la doble fila, ni la triple, sino la Masa Informe de Vehículos Apelotonados (lo que he bautizado como la MIVA). Porque no consiste en dejar el coche a diez metros y estorbando pero poco, sino a 3 metros y colapsando el tráfico; ése es el verdadero espíritu del buen padre/madre, el que en menos de 5 minutos le enseña a su hijo a:
  • No respetar las señales de tráfico de "No aparcar". Los niños crecerán pensando que ese circulito de borde rojo y fondo azul oscuro surcado por una línea oblícua es un monumento a la piruleta
  • A que el daltonismo no es problema; rojo o verde no importa, puedo cruzar el semáforo independientemente de su estado cromático con tal de llegar primero a la MIVA
  • Los muñequitos, también rojos y verdes, de los semáforos, sólo sirven para adornar de vivos colores las ciudades. "Que rara es esa gente que se espera a que el múñequito cambie de color"- ha de pensar el niño
  • Que cuando sea mayor, las 9 de la mañana y unos niños que llevar a la escuela, es el salvaconducto perfecto para agitar los puños con actitud amenazante y vociferar a grito pelado al individuo que pretende circular a través de la MIVA y que le ha tocado el claxon para así hacérselo saber al que ha parado el coche delante de él. Habráse visto.
  • Que el botoncito del coche que tiene un triangulito dibujado es el comodín. Lo aprietas, salen cuatro lucecitas a los costados, y ya puedes irte tranquilamente, las cuatro lucecitas indica que estás en "casa" o "barrera", como en las casillas del parchís con el punto gordo gris.
  • Que las líneas blancas y gordas que a veces vemos pintadas en las calles de las ciudades y que van de una acera a otra son un gasto inútil. Todo el mundo debería cruzar la calle como se hace en el momento del MIVA: sin mirar, por cualquier sitio y observando de forma desafiante al coche que se acerca con un gesto que indica "a ver el capullo este si nos va a atropellar, ¿es que no ve que llevo niños?..."

Y después de la disertación, aclarar que no todo el mundo se acoge al Catálogo de Infracciones Mañaneras, que también hay gente que las respeta, aún teniendo la sensación de que hacen el canelo al ver a los demás pasando tres pueblos. Mi enhorabuena a éstos individuos que aguantan impertérritos ante el Caos de la Hora Punta...

5 comentarios:

cristal00k dijo...

Buah! recuerdo esa época como un túnel oscuro...
Ahora, trabajo a dos minutos de casa ya hace años, y cada día bendigo mi suerte de poder ir caminando.
Un abrazo Yandros.

Camaleona dijo...

Yo siempre llego 30 minutos tarde al trabajo, porque el cole de mi hijo está justo enfrente de la puerta de casa y mi calle de un carril se convierte en una masa de coches que es imposible mover desde veinte minutos antes de las 9 hasta cinco minutos después de las 9. Así que salgo siempre a las 9.05.

Sweet Sorrow dijo...

Que razón tienes!! Yo también llego media hora antes al trabajo para evitar el Caos de la Hora Punta! Aunque de los atascos en la autopista no me salvo ni saliendo dos horas antes... qué le vamos a hacer??

Di dijo...

Hola! Te entiendo perfectamente se ve que la Miva es un fenómeno global porque la puerta del garaje de mi finca está justo al lado de un colegio así que imagina lo que es sacar el coche! Me encanta esa ironía tuya al escribir!

Slavek-Slavko dijo...

Agradecido estoy de ver que mis observaciones no son fruto de una paranoia incipiente, sino que son reales como la vida misma...
Y ahora para aterrorizaros aún mas os diré que mi padre es maestro y durante diez años he vivido en una casa de maestros, dentro del colegio (ellos siguen viviendo ahí), con lo que en ocasiones teníamos que entrar dentro cuando todos salían y viceversa. ¡Nunca me he sentido más odiado que con aquellas hordas de madres furibundas!

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